Capitulo 4: La Llegada de Reik, Los Reyes Demoníacos Existe
Escuela Secundaria Superior de la Universidad de Tokyo Gakugei — Segundo año, Clase 2-A.
La campana del primer receso resonó suavemente por los pasillos, marcando un breve descanso en la rutina escolar.
Misumi Sato, sentada junto a la ventana, dejó escapar un suspiro leve mientras su mirada seguía fija en un punto específico del aula: el asiento vacío de Kidai.
—¿Por qué tarda tanto en llegar hoy...? —murmuró con preocupación, casi sin darse cuenta.
Metió la mano dentro del bolsillo de su chaqueta azul marino —el uniforme reglamentario con el escudo de la escuela finamente bordado en el pecho— y sacó su celular. Revisó los mensajes que le había enviado a Kidai. Todos sin responder. También había intentado llamarlo... pero sin éxito.
Frunció el ceño y dejó el teléfono a un lado. Luego, se inclinó debajo de su escritorio para sacar su merienda, cuidadosamente envuelta en una tela tradicional que había atado con esmero esa misma mañana. La desató lentamente, más para distraerse que por hambre, y pensó en silencio mientras destapaba su tazón de oyakodon: arroz humeante cubierto con pollo y huevo, aún tibio.
Mientras comía, el vapor del almuerzo envolvía su rostro con una calidez suave, en contraste con la ansiedad que empezaba a crecer en su pecho.
Vestía el uniforme obligatorio: una blusa blanca sencilla de cuello redondo, impecablemente planchada, y una corbata roja ajustada con precisión que destacaba sobre el conjunto. La falda plisada, del mismo azul marino que la chaqueta, oscilaba ligeramente cada vez que se movía.
Completaba su atuendo con calcetas largas hasta la rodilla, blancas como la nieve, y unos mocasines marrón oscuro que brillaban gracias al cuidado diario.
Pero ese día, ni su apariencia pulcra ni el sabor reconfortante del oyakodon bastaban para calmar la inquietud que sentía. Algo no estaba bien.
Y Kidai... seguía sin aparecer.
La puerta del aula se abrió de golpe, captando la atención de todos los estudiantes.
La directora de la escuela entró con paso firme, acompañada por un hombre imponente vestido con un traje blanco impecable. Llevaba una camisa negra ajustada, una corbata roja larga y zapatillas marrón claro que, a pesar de lo informales, no restaban autoridad a su presencia.
—Atención, clase —anunció la directora con tono serio—. Vamos a evacuar la escuela de inmediato. Se ha localizado un demonio de nivel desconocido en Minamikoshigaya.
El murmullo fue inmediato. Algunos estudiantes se miraron con sorpresa; otros, con temor.
Una voz al fondo del aula se alzó:
—¿Lo dice en serio? ¿Un demonio... en Minamikoshigaya? Tengo un amiga que vive por ahí...
Misumi, que había estado en silencio, se puso de pie de golpe, con los ojos muy abiertos.
—¡Es verdad...! —gritó, dirigiéndose al hombre del traje blanco—. ¡Tengo un amigo que vive en Minamikoshigaya! ¡¿Estára bien?! ¿Puede estar vivvo no me digas que....?
El hombre giró lentamente la cabeza hacia ella, su expresión era seria, pero serena.
—¿Un amigo, dices? —respondió con voz grave y calmada—.Entonces será mejor que mantengas la calma...porque... tenemos a los mejores hombre en combate.
Kahos los miró con una mezcla de respeto y sed de batalla.
—Entonces... que empiece el espectáculo.
Viktor dio un paso al frente y lanzó el primer golpe contra Kahos, un puñetazo directo cargado de poder. Pero Kahos lo esquivó con facilidad, inclinando apenas la cabeza con una sonrisa burlona.
Al mismo tiempo, Kiku se movía con precisión felina, girando alrededor de ellos en busca de un punto ciego, calculando el momento exacto para atacar.
Sin darle tiempo a reaccionar, Kahos contraatacó con una patada fulminante que impactó de lleno en la cabeza de Viktor, haciéndolo tambalearse el suelo por la fuerza del golpe.
Kiku desenvainó su espada Fukuin con un destello plateado y, con voz firme, gritó:
—¡Corte Evangélico en V!
Dos tajos relampagueantes en forma de "V" se cruzaron en el aire y se estrellaron contra Kahos, quien apenas tuvo tiempo de levantar una defensa. El impacto lo hizo retroceder varios pasos, su expresión cambiando por primera vez a una de sorpresa.
Sin perder un segundo, Viktor se incorporó con una ráfaga de energía dorada surgiendo de su cuerpo.
—¡GOLD HANMA! —rugió.
Su puño, envuelto en un resplandor dorado como un martillo de guerra celestial, impactó de lleno en el abdomen de Kahos. Un crujido estremecedor sacudió el aire cuando el cuerpo del demonio fue partido en dos por la fuerza abrumadora del golpe.
Viktor, jadeando levemente pero con una sonrisa en el rostro, comentó mientras relajaba los hombros:
—Lo logramos... Señor Owaga No fue tan difícil como parecía.
Pero Kiku, con el ceño fruncido, desenvainó ambas espadas lentamente, sin apartar la vista del frente.
—Viktor... míra bien —advirtió con tono serio.
la mitad superior del cuerpo de Kahos comenzó a elevarse rapidamente, con una sonrisa torcida dibujándose en su rostro maltrecho.
estrategia —dijo Kahos con voz rasposa, mientras su energía maldita se agitaba como una tormenta oscura, envolviendo su cuerpo desgarrado y comenzando a unir con una gran velocidad su otra mitad—. Me hicieron un pequeño daño... lo justo para recordarme que no debo volver a confiarme...
Una sonrisa torcida se dibujó en su rostro mientras sus ojos brillaban con un fulgor enfermizo.
—¡Pero esta vez, malditos insectos... no tendrán una segunda oportunidad!
Viktor, sin quitar la vista de Kahos, preguntó a Kiku:
—¿Y ahora qué hacemos, señor Ogawa?
Kiku aferró con firmeza la empuñadura de su espada y respondió con calma, pero con determinación en la mirada:
—Improvisar... Viktor.
Kahos comenzó a aplaudir lentamente, su rostro dibujando una sonrisa torcida y oscura.
—Felicidades —dijo con tono burlón—. Son los primeros humanos que logran tocarme... y no morir en el intento.
Entonces alzó ambos brazos hacia el cielo. Sus dedos se extendieron lentamente... hasta que solo quedaron levantados el índice y el medio de cada mano.
—Rensa Jigoku...
Cadenas hechas de energía maldita emergieron de los dedos de Kahos como serpientes hambrientas, envolviendo los cuerpos de Viktor y Kiku. Ambos fueron levantados en el aire, inmovilizados.
Kahos movió sus brazos: el derecho con un barrido hacia la izquierda, y el izquierdo hacia la derecha. Las cadenas reaccionaron al instante, lo lanza fuertemente para alejarlo y divierte un poco mas
Un estruendo resonó en el cielo, como si el firmamento mismo se quebrara. Una voz profunda y distante se escuchó desde las alturas, cargada de autoridad y calma demoníaca:
—Mi capitán Kahos... es hora de irnos. Tu trabajo aquí ha terminado.
Detrás de Kahos, el espacio comenzó a rasgarse con un sonido agudo, como si una tela invisible se cortara. Una gigantesca grieta en forma de "X" se abrió en el aire, desatando un remolino de energía distorsionada.
De ese portal emergió una figura impactante: un demonio con forma humanoide, de piel azul oscura y mirada fría tras unos lentes finos. Llevaba una camisa blanca perfectamente abotonada, pantalones de mezclilla azul claro y zapatillas marrón claro, como si acabara de salir de una oficina infernal.
En su mano sostenía una pluma extraña, retorcida como un artefacto maldito: una estilizada lapicera demoníaca de alas amarillas y detalles en rojo carmesí, que irradiaba un aura inquietante.
y en la otra un libreta como si estaba notando algo en ante mano ,Su presencia era tan imponente como sobria. Claramente, no era un simple subordinado... sino alguien que manejaba el poder con precisión quirúrgica.
Kahos giró el rostro hacia el demonio que acababa de aparecer entre la grieta dimensional. Lo miró con el ceño fruncido y un tono de molestia en la voz.
—¿Qué quieres, Reik?
El demonio, de porte elegante y mirada oculta tras unos lentes oscuros, respondió con calma, como si cada palabra estuviera medida al milímetro.
—Señor Kahos, su tarea ha concluido. Es hora de regresar al mundo demoníaco... por orden de él.
Antes de que Kahos pudiera dar un paso hacia el portal, Kiku se adelantó rápidamente, atravesando los escombros en un destello. No podía permitir que Kahos escapara ileso, no después del caos que había causado, ni después de haberse confiado tanto creyendo que era un simple demonio de clase baja.
Pero cuando estuvo a punto de alcanzarlos, escuchó claramente lo que Reik dijo, con voz solemne:
—...órdenes del Quinto Rey Demoníaco.
Kiku se detuvo en seco. Sus ojos se abrieron con incredulidad. Sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—No puede ser... —murmuró, paralizado.
Lo que siempre se creyó una leyenda antigua —un mito entre kazafuyou y humanos—, ahora se confirmaba frente a sus ojos: los Siete Reyes Demoníacos. Entidades tan poderosas que, según unos de los primeros fundadores de la organización , cada uno poseía la fuerza suficiente para destruir un planeta por sí solo.
Kiku bajó lentamente sus espadas, con una expresión que parecía rozar la risa... pero era todo lo contrario.Sus manos temblaban mientras apretaban con impotencia las empuñaduras. Una mezcla de frustración y miedo le cruzaba el rostro.
"¿Qué puedo hacer…? Si no actúo ahora, más personas podrían morir. Y si lo dejo escapar… podrían traer a más demonios. O peor aún…"Tragó saliva con dificultad, sintiendo el peso de la realidad como una losa en el pecho."Si lo que dijo es cierto... si realmente existen Los Sietes Reyes Demoniacos al Quinto Rey Demoníaco…"
Su respiración se volvió pesada. El aire a su alrededor parecía más denso.
"QUE DEBO HACER."
Kahos descendió en cuclillas, apoyando una mano sobre el suelo cubierto de escombros.Su mano derecha se cerro alrededor de un fragmento de piedra, aún caliente por la reciente destrucción. Lo alzó lentamente, observándolo con intensidad, como si buscara una respuesta en su forma irregular.
Reik, aún de pie junto al portal dimensional, habló con su tono sereno y mecánico:
—Mi capitán… la decisión ya ha sido tomada.
Kahos guardó silencio un instante. Luego apretó los dientes y respondió, sin apartar la mirada de la piedra:
—Sí, Reik…
Sus músculos se tensaron. Apretó la roca con tal fuerza que comenzaron a crujir pequeñas fracturas en su superficie. Un segundo después, lanzó un rugido gutural y eufórico.
—¡Pero antes voy a divertirme un poco más con estos humanos!
Con un movimiento brusco, estrelló la piedra contra el suelo, haciéndola estallar en mil pedazos. El eco del impacto resonó con una gran intensidad.
Su brazo descendió violentamente, abrio el puño liberando los últimos restos que aún sostenía, y con una fluidez casi animal, se irguió desde la postura agazapada, su expresión encendida por una mezcla de furia y euforia.
—¡Hace millones de años que no me sentía tan vivo…! Esto… ¡va a ser entretenido!
Reik miró a Kahos con una expresión fría y calculada.
—¿Estás seguro de que quieres quedarte aquí…? —le dijo con tono serio—. Recuerda que esta orden proviene directamente de uno de los Reyes Demoníacos. Sabes perfectamente cuáles son las consecuencias de desobedecer una orden suya.
Kahos apretó los dientes con rabia contenida. Levantó la mirada con arrogancia y escupió con desprecio:
—¡Que se joda el Quinto Rey Demoníaco!
A unos metros, Kiku escuchó cada palabra, y su corazón ardió de indignación. Dio un paso adelante con fuerza, los ojos encendidos por una furia que no podía contener.
—¡Deja de hablar con tanta calma y cinismo…! —gritó con voz potente—. ¡Como si matar a tantas personas fuera parte de tu rutina diaria! ¡No eres un dios, ni verdugo… solo eres un maldito demonio más que debe caer aquí y ahora!
Sin dudarlo, Kiku alzó sus dos espadas hacia el cielo. El aura sagrada de Fukuin y la oscuridad latente de Ansoku comenzaron a brillar en un mismo compás. Las cruzó frente a él, sus pies firmes en el suelo como si todo su ser se anclara al juicio celestial.
—¡Forma sellada… Segunda Postura!
Las espadas se unieron en perfecta armonía mientras Kiku giraba sobre sí mismo, invocando una energía devastadora que envolvía el aire en un torbellino de luz y sombras.
—¡Tenrin Sōzetsu — Juicio del Cielo Giratorio! —rugió con todo el poder de su alma.
Una rueda celestial se formó a su alrededor, fusionando lo divino y lo prohibido. La energía giratoria se elevó en espiral, y el impacto visual era tan sublime como aterrador. Aquello ya no era solo una técnica… era una sentencia divina que se lanzaba sobre Kahos con el peso de todo el sufrimiento que había causado.
Reik observó con fría serenidad cómo Kiku se lanzaba en un giro letal, las dos espadas sagradas centelleando con poder celestial. Sin alterar su expresión, llevó un dedo a la punta de su lapicera demoníaca, justo donde un ojo central, incrustado como un zafiro maldito, lo observaba todo.
—Clac… Clac…
Tocó dos veces el botón oculto en la punta. El ojo parpadeó con un brillo oscuro, y de inmediato, la lapicera comenzó a retorcerse como si estuviera hecha de carne viva, vibrando con una energía ominosa. De su núcleo emergió una espada de filo carmesí, envuelta en una neblina negra que parecía absorber la luz a su alrededor. El mango, decorado con dos alas marrones desplegadas, albergaba en su centro un ojo demoníaco de un negro abismal, que lentamente se teñía de rojo carmesí, alimentado por la energía maldita de Reik.
Con un movimiento tan rápido que apenas se pudo percibir, Reik blandió la espada con elegancia fantasmal y se interpuso entre Kiku y Kahos justo en el instante crítico. Su muñeca giró con precisión quirúrgica, desviando el ataque giratorio de Kiku. El impacto generó una explosión de energía que sacudió el aire con una presión brutal.
—Tsk… —escupió con desdén, sin levantar la voz, mientras sus ojos miraban a Kiku con desprecio—. ¿Qué crees que estás haciendo… pedazo de escoria humana?
Kahos, al ver que Reik lo había protegido, soltó una carcajada satisfecha y dio un paso atrás, alejándose.
—Te lo encargo, Reik. Voy a buscar al grandulón para acabarlo rápido… y después vuelvo. Espero que termines con este ciego de una maldita vez.
Sin mirar atrás, Kahos se retiró caminando con tranquilidad, su silueta alejándose entre los restos del combate.Kiku, al verlo marcharse, apretó los dientes con rabia.
—¡No escaparás…! —murmuró, impulsándose como un rayo hacia él.
Intentó atravesar a Kahos con un tajo certero, veloz como un relámpago purificador. Pero Reik ya lo había previsto.
En un parpadeo, se adelantó, y las espadas chocaron con un estruendo seco.Las hojas de Fukuin y Ansoku se cruzaron contra el filo demoníaco de Reik, desatando chispas y una onda de energía a su alrededor.
Kiku empujó con fuerza, pero por más que lo intentaba, Reik no se movía ni un milímetro, ni siquiera un cabello temblaba en su lugar.
—Tsk… —gruñó Kiku.
Entonces, con un simple giro de muñeca, Reik desvió por completo el impulso de su oponente, haciéndolo retroceder.
—Genshi no Zetsumei… —susurró, sin emoción en la voz.
El ojo demoníaco en el centro del mango brilló con un resplandor carmesí ardiente.Con un corte descendente perfectamente calculado, Reik rasgó el aire frente a él, y una grieta profunda se abrió en el espacio, justo donde Kiku había estado un instante antes.
El suelo quedó marcado por una línea recta Un corte tan preciso y devastador que parecía haber dividido incluso el suelo donde esta.
Mientra Tanto Escuela Secundaria Superior de la Universidad de Tokyo Gakugei — Segundo año, Clase 2-A.
El ambiente en el aula se tensó.
Uno de los compañeros de clase, sin pensar demasiado, señaló con el dedo hacia el hombre con el traje y grita con firmesa:
Él es Akari Mieru! ¡Apodado Blitz!
La clase entera quedó en silencio, como si el aire se hubiera detenido. Otro estudiante, con voz temblorosa pero llena de admiración, añadió:
—¡Es de la Segunda Generación Rango A... El Humano Mas Veloz Del Mundo!
Todos los compañeros de clase quedaron boquiabiertos al descubrir que uno de los integrantes de la organización mundial Kazafuyou estaba allí, justo frente a ellos.
La directora, manteniendo la compostura con esfuerzo, alzó la voz:
—¡Salgan del aula en orden! ¡La organización Kazafuyou ya ha activado todos los protocolos de contención para protegerlos!
Los alumnos obedecieron entre susurros nerviosos, saliendo al pasillo mientras sus corazones latían con fuerza.
Pero al llegar a las ventanas del pasillo principal, la escena que vieron los congeló de horror:En el patio de la escuela, varios demonios devoraban sin piedad a miembros del personal de Kazafuyou. Gritos ahogados, sangre en los muros, y una nube de desesperación cubrían el ambiente.
Muchos estudiantes retrocedieron de inmediato, cubriéndose la boca para no vomitar. Algunos cayeron al suelo.Todos estaban paralizados por el miedo… todos, menos Misumi.
Ella seguía en su mundo, su rostro pálido, inmóvil, con la mirada perdida.
—Kidai… ¿estarás bien...? —murmuró, sin darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor.
Un demonio gigantesco, con garras como hoces, se deslizó por detrás de ella, abriendo las fauces con ansias de devorarle la cabeza.
Justo cuando iba a hacerlo, Akari alzó su mano derecha.
Con un gesto preciso, chasqueó el pulgar contra el dedo medio.
—Chak.
En ese instante, el tiempo se congeló.
Los estudiantes se detuvieron en seco, estáticos como estatuas de mármol. Los demonios quedaron inmóviles, sus cuerpos congelados en medio del ataque. Incluso una mosca que volaba cerca quedó suspendida en el aire, como atrapada en una fotografía.
El silencio que siguió fue absoluto.Todo El Alrededor De La Escuela se había detenido… salvo Akari.
Akari caminaba con paso firme hacia el salón donde el demonio estaba a punto de devorar a Misumi. Sin decir una palabra, se acercó, levantó la mano derecha y cerró todos los dedos excepto el índice. Luego, movió el dedo hacia arriba y hacia abajo, apuntando con calma al cuello del demonio.
El monstruo se detuvo en seco.
Sin mostrar emoción alguna, Akari dio media vuelta, salió del aula y comenzó a bajar las escaleras con una tranquilidad inquietante. En el pasillo inferior, varios demonios se arrastraban por los corredores. Ella se detuvo en medio de ellos, estiró ambas manos y repitió el mismo gesto: un dedo señalando, un movimiento lento, firme, casi ritual.
Los demonios retrocedieron. Algunos incluso comenzaron a subir, huyendo hacia el piso superior.
Akari los siguió sin apuro. Al llegar de nuevo al salón, se topó con más criaturas. Repitió su gesto sin dudar, como si su sola presencia bastara para deshacer la oscuridad.
Continuó caminando por la escuela hasta llegar a la cafetería. Allí, unos pocos demonios ya tenían cercados a varios estudiantes, listos para matar. Akari repitió el gesto por última vez. Los demonios se paralizaron, como si una fuerza invisible los obligara a retroceder.
Justo antes de marcharse, su mirada se posó en una elegante taza de té servida sobre un pequeño plato de vidrio decorado con flores. La tomó sin apuro, subió nuevamente al salón 2-A y se sentó en un pupitre vacío.
Dio un sorbo al té, ajustó su chaqueta con elegancia, y sin mirar a nadie, murmuró:
—Qué molestos.
Todos los demonios que habían respondido a los extraños gestos de Akari fueron encontrados sin vida. Cada uno, decapitado con una precisión escalofriante. Nadie entendía cómo había sucedido. No hubo gritos, ni forcejeos, ni explosiones… solo silencio, seguido de cuerpos sin cabeza.
Los alumnos, paralizados, miraban con asombro. Nunca antes habían presenciado una demostración de poder tan inquietante y silenciosa. Algunos retrocedieron instintivamente; otros simplemente quedaron maravillados. Era como si la muerte hubiese obedecido una orden muda.
Akari, aún serena, se acercó a la directora. Le tendió un pequeño papel con un número escrito a mano.
—Bueno Mi Trabajo Aqui A Terminado dijo con tono firme—, llame a este número. Ellos se encargarán de brindarles protección contra futuros ataques demoníacos. Y... —hizo una pausa— dígales que lamento profundamente la pérdida del personal. Cada familia recibirá una compensación de un millón de zenin.
Sin esperar respuesta, dio el último sorbo a su té, colocó la taza con cuidado sobre el pupitre y se puso de pie.
—Este té tenía un sabor… reconfortante —susurró con la voz quebrada, apenas audible.
Mientras abandonaba el aula, Misumi la observó en silencio. Fue entonces cuando notó algo que la estremeció: bajo las gafas de sol de Akari, lágrimas caían silenciosas. Lloraba, pero lo ocultaba… como si el dolor no tuviera permitido mostrarse.