El zumbido monótono de la alarma era un sonido que había llegado a detestar, incluso más que el olor a rancio de su apartamento anterior. Pero esta vez, el pitido constante se sentía diferente, vibrando en sus oídos con una extraña insistencia. Abrió los ojos, esperando ver el techo agrietado y la pila de recibos impagos. En su lugar, una luz tenue se filtraba por una ventana enrejada, iluminando un póster de ciencia en la pared y un escritorio lleno de libros y cuadernos que no eran suyos.
El aliento se le atascó en la garganta. Este no era su apartamento. Ni su cuerpo.
Sus manos, pequeñas y ligeramente huesudas, se extendieron frente a él. Eran las manos de un adolescente. En el reflejo borroso de la pantalla de un monitor apagado, vio un rostro familiar, demasiado familiar. Ojos grandes y curiosos, el cabello castaño desordenado, las gafas que apenas lograban ocultar una incipiente miopía.
Peter Parker.
La mente del protagonista, que hasta hace unos segundos había sido la de un hombre adulto con una vida muy diferente, giró a mil por hora. No era un sueño. No era una alucinación. Había muerto. Recordaba la oscuridad, el frío, el... ¿vacío? Y ahora esto. Había reencarnado. En el universo de The Spectacular Spider-Man. En el cuerpo de Peter Parker. Y, por el aspecto de la habitación y la fecha digital en el despertador – "Lunes, 12 de Marzo" –, sabía exactamente dónde estaba en la línea temporal.
Mañana. Mañana era la excursión a Oscorp. Mañana. La araña.
Un escalofrío le recorrió la espalda, pero no era de miedo. Era de asombro y una extraña emoción. Una segunda oportunidad. No solo una segunda oportunidad en la vida, sino una oportunidad para arreglar las cosas. Para no ser el Spider-Man que sufría una tragedia tras otra, que cargaba con el peso de la culpa y la responsabilidad de forma tan abrumadora que a veces lo paralizaba. No. Este Peter Parker sería diferente. Sería más listo. Más proactivo.
Se levantó de la cama, sus nuevas extremidades sintiéndose extrañas y ligeras. Se acercó al espejo, estudiando el rostro adolescente. Tenía que ser cuidadoso. No podía cambiarlo todo de golpe. Pero podía prepararse.
Lo primero era la excursión. No podía faltar; la picadura de la araña era esencial. Pero sí podía asegurarse de que la araña fuera la correcta, la que le daría los poderes que conocía, no alguna variación mutada que pudiera causarle problemas inesperados. Haría un recorrido "accidental" por los laboratorios de genética avanzada, observando. Memorizando.
Luego, los poderes. No los malgastaría en peleas callejeras tontas al principio. Los estudiaría. Los perfeccionaría. La telaraña, los lanzadores. Podría hacerlos mejores. Mucho mejores. Y el Tío Ben… un nudo se le formaba en la garganta. Esa era la prioridad número uno. El Tío Ben viviría. No importa qué. Su existencia como Spider-Man se basaría en la protección, no en la venganza.
Miró su reloj de pulsera. Faltaban unos veinte minutos para la hora de levantarse oficialmente. Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. Tenía tiempo. Tiempo para pensar. Tiempo para planificar. Tiempo para ser el Spider-Man que siempre quiso que Peter Parker fuera. El Spider-Man que estaba un paso adelante.
Se sentó en el escritorio, tomó un bolígrafo y un cuaderno en blanco. Era hora de empezar a escribir el futuro.