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Chapter 91 - Espíritus Rivales

Ya era mediodía y las feroces espadas chocaban en el coliseo de la academia.

Una espada cortó en diagonal con un zumbido estremecedor. Clang. La hoja hizo contacto con algo duro, provocando chispas que iluminaron el aire como luciérnagas metálicas.

Un brazo robusto detuvo el corte.

Loshy retrocedió unos pasos y miró a su oponente con seriedad.

—¿Eres del Clan Acero Negro? —preguntó con asombro en los ojos.

Su oponente, un joven de unos veinte años, cabello corto y negro, mirada profunda y expresión tranquila, también se sorprendió y respondió:

—Así es. Mi nombre es Blink. Me sorprende que conozcas el nombre de mi clan.

Loshy asintió y dijo:

—Soy Loshy del Clan Tao.

Nuevamente Blink se sorprendió.

—¿Así que eres del Clan Tao? Ahora comprendo por qué conoces el nombre de mi clan. Supongo que este duelo estaba predestinado.

Loshy rió y dijo:

—Así es. La rivalidad de nuestros clanes solo se puede saciar con un duelo.

Tomó su espada y preparó un ataque.

Blink también se preparó, intentando detener el golpe una vez más… pero esta vez fue diferente.

La espada de Loshy comenzó a oscilar, como si contuviera una vibración interna. De pronto empezó a temblar con violencia. Una media luna brilló en su hombro y, en el siguiente instante —casi al mismo tiempo que Loshy gritó "¡Río que corta montañas!"—, su espada liberó una cuchilla de viento casi invisible que distorsionaba el aire a máxima velocidad.

Impactó de lleno en el cuerpo de Blink, que resistió con ambos brazos.

Parecía que el corte no se detendría hasta arrancárselos por completo.

Sin perder tiempo, Blink activó su habilidad.

Su media luna brilló en la espalda y rugió:

—¡Refuerzo de roca!

Sus brazos se cubrieron de piedra gris, deteniendo por completo el ataque.

Blink se mantuvo en pie, jadeante, con varios rasguños en el cuerpo.

Loshy retrocedió unos pasos. Un leve tono pálido le cubría el rostro por el gasto de maná del ataque anterior.

Miró a su oponente y pensó:

Esa habilidad es molesta… si no voy con todo, perderé este combate.

Blink, por su parte, miró sus brazos, sintiendo cómo el entumecimiento avanzaba lentamente.

Si no hubiera usado el refuerzo… este combate ya habría terminado, pensó mientras levantaba la mirada con determinación.

El público vitoreaba eufórico. La emoción crecía sin control.

—Oye —gritó alguien en las gradas—, ¿esa habilidad no es del Clan Acero Negro?

—¿El Clan Acero Negro? —respondió otro—. No he oído de ellos en años. Recuerdo que tenían una de las defensas más fuertes del reino.

—Así es —asintió el primero—. Se dice que su líder luchó contra una bestia de cuatro coronas usando solo sus puños, gracias a esa habilidad.

—¿En serio?

—Bueno… solo es un rumor. Un humano contra una bestia de cuatro coronas con los puños es absurdo. Jajaja.

En otras zonas del coliseo, algunos tomaban notas discretamente para vender información sobre habilidades y linajes familiares en los mercados negros.

En la plataforma, el aire se arremolinaba. El polvo vibraba, como si quisiera escapar del choque de energías.

Loshy adoptó otra postura: se agachó casi a ras del suelo, una pierna adelante y la otra atrás, cual pantera lista para saltar.

De su espada comenzó a brotar un humo negro, pesado como un miasma. Un rugido agudo, como el bramido de un tigre, resonó desde la hoja.

El humo siguió acumulándose hasta ser absorbido por la espada.

Todo quedó en silencio… antes de romperse.

Loshy se lanzó a una velocidad casi imperceptible, dejando solo un borrón. Cuando su espada estaba a centímetros de su oponente, gritó:

—¡Tigre que salta el río!

Blink reaccionó de inmediato. Sintió el peligro y no escatimó fuerzas. Su media luna brilló más que nunca.

—¡Refuerzo de roca!

Esta vez, todo su cuerpo se cubrió de una roca grisácea, más robusta y compacta que antes.

Aun así, la espada de Loshy cortó de abajo hacia arriba con tal fuerza que lo mandó a volar, dejando una estela de sangre en el aire.

Blink se estrelló contra una pared cercana a las gradas.

El árbitro corrió hacia él.

El joven estaba en el suelo, inconsciente, con un corte profundo en el pecho que dejaba ver el hueso. Aún respiraba.

El árbitro le lanzó una poción regeneradora y anunció:

—¡El participante Blink está inconsciente! ¡El ganador es Loshy!

Loshy, que apenas se sostenía, intentó alzar su mano en señal de victoria… pero se desplomó al instante.

Había gastado todo su maná, y su brazo parecía parcialmente corroído por el humo negro.

El público se levantó agitado. La pelea no fue larga, pero sí brutal y espectacular. No todos los días se veían habilidades pertenecientes a clanes antiguos.

En el palco de profesores, un académico comentó:

—El Clan Tao y el Clan Acero Negro… dos clanes de los que no se ha escuchado nada en años. Parece que están cultivando talentos en silencio.

El director rió.

—Así es. Y creo que no son los únicos.

El académico continuó:

—Ese joven Loshy está cerca de alcanzar la luna llena… quizá en un par de años.

En cuanto al otro, Blink no está tan avanzado, pero su habilidad es extremadamente poderosa. Aunque no entre en la academia, tiene un futuro prometedor.

Mientras los maestros conversaban, Arthur se quedó meditando tras el combate, tratando de recordar los movimientos para aplicarlos a su estilo de lucha.

Después de unos minutos, el árbitro alzó la voz:

—¡Misal vs. Doren!

El público pasó de la euforia al odio. Los abucheos retumbaron en el coliseo.

Arthur, confundido, se acercó a un participante y preguntó:

—¿Sabes por qué abuchean?

Un joven de rostro amable respondió:

—¿Oh? ¿No eres de Trimbel?

—No —dijo Arthur—. Llegué hace unos días.

El joven sonrió.

—Bien, este hermano mayor te explicará.

Quien va a luchar ahora es Doren, un joven arrogante de una de las familias más ricas de Trimbel. Es talentoso para su edad, diecinueve años. Se dice que heredará el puesto de su padre.

Pero… tiene muy mala reputación. Es un maldito ricachón lujurioso al que le gusta cortejar a las damas, incluso casadas.

Rumorean que ha usado el poder de su familia para obligar a algunas mujeres.

Por eso todos lo detestan.

Arthur frunció el ceño.

Le recordaba a esos antagonistas arrogantes de las novelas que tanto odiaba.

—¡Comiencen! —anunció el árbitro.

El combate dio inicio.

Fin del capítulo.

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