Ficool

Chapter 7 - El Instinto del Cazador

El sol ya se estaba escondiendo.

Haruya abrió los ojos con un sobresalto. Algo era distinto. Su cuerpo... se sentía más ligero, más firme. Se puso de pie con un solo impulso y flexionó los brazos. Sus movimientos eran más fluidos, más precisos.

—Definitivamente soy más fuerte... Pero aún así, odio esta sensación de haber muerto. No quiero volver a pasar por eso —murmuró mientras se sacudía el polvo.

Entonces lo escuchó. Un rugido distante, pasos múltiples. Varios monstruos se acercaban. Sin perder un segundo, salió disparado entre los árboles. Corría, esquivando raíces, ramas y rocas, mientras su mente analizaba, evaluaba, planeaba.

"Hambre..." pensó, su estómago rugiendo como una bestia salvaje. Recordó a los dos lobos que había matado. Sin frenar su carrera, memorizó un punto seguro que había detectado minutos antes. Se desvió, zigzagueando hacia donde recordaba que habían quedado los cuerpos.

Llegó. No había rastro de otros monstruos, pero no bajó la guardia. Con un salto bajo, cayó junto a los cadáveres y los levantó con facilidad. Eran ligeros. ¡Demasiado ligeros! Su fuerza había aumentado de forma notable. Corrió hacia el punto seguro que había identificado, manteniendo todos sus sentidos en alerta. Lo encontró: una grieta entre formaciones rocosas con vegetación que disimulaba su entrada. Entró y depositó los lobos.

Sentado, finalmente a salvo por el momento, comenzó a pelar a los lobos con su daga. Mientras trabajaba, pensaba.

—Necesito entenderlos mejor... —dijo mirando al cadáver—. Estos lobos no solo eran rápidos, sus movimientos tenían patrones, casi como si alguien los coordinara.

Su percepción elevada le permitió detectar pequeños cambios en los sonidos del bosque. Empezó a trazar un esquema mental: jerarquías, rutinas de patrullaje, reacciones a la sangre, sensibilidad al olor. Su habilidad de "Lectura de Intenciones Incompleta" empezó a responder más fácilmente, dándole fragmentos de pensamiento o intención de criaturas cercanas. Haruya se adaptaba.

También comenzó a experimentar con algunos venenos que había recolectado de bayas y hojas. Aplicó parte en su daga, observando el cambio de color y su efecto en la carne de uno de los lobos. Sabía que el conocimiento sería su verdadera arma.

Calentó la carne del lobo con un leve uso de magia, asegurándose de no generar humo. Dio el primer bocado. El sabor era fuerte, salvaje, pero en ese momento, era un banquete digno de un emperador.

—Hacía mucho que no comía carne... esto es gloria —susurró con una sonrisa mientra las lágrimas se le acumulaban en los ojos.

Masticaba despacio, saboreando cada fibra. Cada mordisco era una afirmación: sobreviví. Sabía que en este mundo, su cuerpo requería muchísima más energía que en el anterior. Cada combate, cada huida, drenaba su resistencia. Necesitaba mantenerse alimentado para seguir evolucionando.

Mientras tanto, en el castillo...

Los héroes habían entrenado sin descanso todo el día. Algunos estaban en el suelo, jadeando. Otros, como Ragnar y Caelan, apenas sudaban, pero el desgaste era claro en sus miradas.

—Estoy agotada... —dijo Mira mientras se sujetaba los brazos adoloridos, aunque su magia de curación seguía activa, sanando a sus compañeros sin que ella se quejara demasiado.

Leonhardt se miraba en un charco helado que había creado solo para contemplar su reflejo.

—Aun en el dolor, la belleza de un héroe brilla... —murmuró, mientras congelaba con facilidad el aire a su alrededor con solo respirar hondo.

Saphira lanzaba rayos como destellos de luz pura, con movimientos cada vez más rápidos, alcanzando blancos en movimiento a velocidad casi invisible.

Alric se autohería con una daga y provocaba que el dolor se transfiriera como una onda explosiva a una torre de metal, partiéndola a la mitad.

Drake moldeaba una figura gigante de arena, detallada hasta el más mínimo grano, usando solo la presión de sus dedos.

Selene, como una sombra helada, cancelaba habilidades ilusorias y manipulaba la sangre de animales que cazaban durante el día para perfeccionar su control.

Vayne gruñía, transformado parcialmente, sus brazos enormes y llenos de pelos impactaban contra bloques de granito hasta hacerlos trizas.

Caelan meditaba flotando en el aire, concentrando la gravedad en un punto hasta hacerlo colapsar en un microagujero que luego deshacía sin esfuerzo.

Ragnar cortaba con su espada aérea, dejando cicatrices profundas en el suelo con solo una blandida.

Eiden Faulkner reía con su actitud despreocupada, haciendo danzar su espada de llamas negras sin tocarla. Sus movimientos eran precisos, artísticos. Pero su mirada... no era descuidada. Observaba, calculaba. Sospechaba.

Esa noche, cuando todos iban a cenar...

—¡Heroes! ¡Vengan, ya es hora de comer!

—¡Si! —respondieron todos.

Mientras todos se reían o hablaban, Eiden los seguía con su sonrisa habitual. Comió con normalidad, bromeó como siempre, pero en su interior, las piezas del rompecabezas no encajaban.

Esa noche, cuando todos iban a dormir, Eiden se rezagó. Observó al Rey hablando con la Princesa. Algo... no cuadraba. En los ojos de ella, vio un destello fugaz. Una sombra...

"Interesante..."

—¡Eiden! ¡Vamos ya! —gritaron desde el pasillo.

—Ya voy, ya voy —respondía con una sonrisa tranquila, mientras su mente trabajaba sin cesar.

Haruya, satisfecho pero alerta, se recostó un momento dentro de su escondite. Respiró profundo. Su corazón estaba tranquilo, pero su mente no se detenía. La guerra por sobrevivir apenas comenzaba.

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