El sol acariciaba suavemente la fachada de la panadería Tempest , justo frente a la Academia Kuoh. En el interior, el aroma a pan recién horneado flotaba como una promesa en el aire.
La puerta se abrió de golpe.
—¡Rimuru! ¡Senseeeei~! —gritó Issei, entrando como un torbellino de energía juvenil.
—Llegas tarde, otra vez —respondió Rimuru sin voltear, sacando una bandeja de croissants del horno con elegancia.
—¡Me quedé atrapado en una reunión del Club del Ocultismo! Akeno me hizo limpiar el suelo tres veces porque dije... algo que no debía.
—¿Y te arrepientes?
-...No.
—Sabía que no —Rimuru rodó los ojos con una sonrisa—. ¿Qué necesitas hoy, Issei? ¿Pan, consejos de vida, o que te saque del apuro otra vez?
Issei se acercó al mostrador y se sentó con un suspiro dramático.
—Rimuru, quiero que me entrenes.
— ¿Otra vez con lo del harem?
—¡No, no! ¡Esta vez es en serio! Quiero que me enseñes a ser panadero. ¡De verdad! ¡Estoy harto de ser el bufón! Quiero tener algo mío, ¿sabes? Algo que me haga fuerte... a mi manera.
Rimuru se quedó en silencio por unos segundos. Su mirada se suavizó.
—No esperaba oír eso de ti, Issei.
—Es que... cuando veo cómo la gente entra aquí, lo felices que salen, cómo hasta Rias se relaja cuando prueba tu pan... me hace pensar. Tú no necesitas pelear para ser respetado. Tu pan habla por ti.
—Así que quieres que tu pan hable también.
-¡Si! Quiero ser más fuerte, pero también quiero ser útil... y cocinar algo que no queme la cocina en el intento.
Rimuru soltó una breve risa.
—Está bien. Te entrenaré.
—¡De verdad!? ¡Gracias, Rimuru-sensei!
—Pero con una condición —dijo Rimuru, sacando cuatro bandas negras y colocándolas sobre la mesa.
—Hijo... ¿pulseras? ¿Accesorios para cocinar con estilo?
—Pesas. Diez kilos cada una. Para muñecas y tobillos. Desde hoy, las llevarás todo el tiempo que estés aquí.
Issei palideció.
—¿D-diez kilos?
—Hornear es un arte físico. ¿Crees que estos músculos los conseguís durmiendo?
—¡Tú eres un limo! ¡Ni siquiera tienes músculos!
—Técnicamente sí tengo, en mi forma humana. Y no subestimes lo que puede hacer la magia muscular con algo de voluntad —respondió Rimuru guiñándole un ojo.
Issei sospechó... y se las colocó.
—¡Voy a morir amasando masa!
—No morirás. Solo dolerás.
**
Las siguientes horas fueron un caos perfectamente coreografiado. Rimuru le enseñaba a batir, medir, enrollar y formar con cuidado. Issei sudaba como si estuviera entrenando con Azazel en modo demoníaco.
—¡Mi brazo no se mueve más!
—Entonces usa el otro. Y si tampoco, la cabeza.
—¡Eso no es literal, maestrooo!
Pero al final del día, cuando sacó su primer pan —chueco, algo pálido, pero fragante—, Rimuru lo probó.
—...Tienes mucho que mejorar.
—Ya lo sabía.
—Pero no está mal para alguien con corazón.
Issei sonriendo, cansado pero satisfecho.
—Crees que algún día pueda hacer un pan que le guste tanto a Rias como los tuyos?
—Talvez. Pero para eso, tendrás que superar esta panadería.
Issei lo miró, los ojos brillando con esa mezcla de desafío y esperanza que solo alguien como él podía tener.
—Entonces prepárate, Rimuru-sensei. Algún día, mi pan será tan bueno que hará llorar hasta al Rey Demonio más duro.
Rimuru río por lo bajo.
—No lo dudes, discípulo.
**
Y así, el vínculo entre un limo divino y un chico con sueños de grandeza creció, no entre batallas... sino entre migas de pan y masas aún por fermentar.
Porque el verdadero poder... a veces viene con un poco de levadura.