Ficool

Chapter 60 - Capítulo 59: La Sombra del Recuerdo

Aleph avanzaba tranquilamente, el disco en sus manos titilaba débilmente bajo la luz del Momento Dorado.

No muy lejos, Cocona lo esperaba encogida en un banco cercano a la estatua de Relojito, aún con los ojos enrojecidos.

Antes de llegar hasta ella, un tic-tac fuerte lo obligó a mirar hacia abajo. Una diminuta figura lo observaba con ojos brillantes.

"¡Aleph!" Llamó Relojito, agitando los brazos. "Ven conmigo un momento."

"La chica con la que estabas antes… tiene algo extraño." Dijo Relojito con una voz seria. "Su corazón se siente vacío."

"¿Vacío?" Aleph frunció el ceño, sin entenderlo del todo.

"Déjame explicarte. Ese es mi poder especial, el Truco Reloj." Alzó su pecho con orgullo. "Con él, usando los engranajes emocionales, puedo modificar los sentimientos de las personas."

Aleph murmuró en voz baja.

"Suena más al superpoder de un villano que de héroe…"

Relojito se cruzó de brazos con un puchero.

"¡No! Es el poder del héroe de Villa Ensueño."

Aleph suspiró y levantó las manos.

"Está bien, tienes razón."

Relojito asintió satisfecho. Entonces Aleph se agachó y le tendió la mano.

"Vamos."

"¿Eh?"

Sin esperar su respuesta, Aleph lo subió a su hombro.

"Préstame tu ayuda para comprobar lo que le pasa a Cocona."

"¡Por supuesto! ¡Me encanta ayudar! Pero dime, ¿por qué quieres ayudarla?"

Aleph guardó silencio por unos segundos.

"Porque algo en ella… me recuerda mucho a una persona patetica que conocía." Murmuro con una voz más suave de lo habitual.

Caminaron juntos, y durante el trayecto Relojito le enseñó lo básico del Truco Reloj.

"No debes abusarlo. Funciona mejor cerca de personas con emociones intensas. Esas emociones se convierten en engranajes de colores azul es tristeza, amarillo es alegría, verde es calma y rojo es ira. Con ellos puedes reparar el dial emocional de alguien o cambiar sus emociones."

"¿Y de dónde los consigo para Cocona?" Preguntó Aleph. "¿Y cómo sé qué engranaje necesita?"

Relojito soltó una risita y señaló al propio Aleph.

"¡Tú mismo tienes de sobra!"

Frente a sus ojos en las manos de Relojito aparecieron varios engranajes de distintos colores casi diez en total.

......

Finalmente, llegaron hasta Cocona. Ella levantó el rostro de entre sus rodillas y, limpiándose con el mismo pañuelo que él le había dado, tomó el disco con manos temblorosas.

"Gracias…" Murmuró.

Relojito dio un brinco sobre su hombro.

"¡Ahora! Usa el Truco Reloj."

Aleph obedeció. En un instante, el mundo se volvió de un dorado etéreo. Cocona quedó congelada en medio del tiempo, y en su pecho apareció un dial brillante.

"¿Puedes bajarme, Aleph?" Pidió Relojito.

Aleph lo dejó sobre el suelo, y el pequeño giró la manivela invisible del dial. El interior se abrió mostrando engranajes desordenados que chocaban violentamente entre sí, lanzando chispas.

Relojito se tensó.

"Esto… pocas veces lo he visto. Es muy malo."

Pidió a Aleph que colocara un engranaje de tristeza y otro de calma. Cuando Aleph los insertó, los mecanismos comenzaron a girar con un ritmo más armonioso.

"Prepárate, Aleph."

"¿Prepararme para qué?"

Tic, tac. Tic, tac.

"Vamos a entrar en su espacio emocional."

.....

Un reflector iluminó la oscuridad.

En medio de la luz, Cocona estaba sentada frente a un piano junto a un hombre mayor. Él rio con amabilidad.

"Me has impresionado. Realmente tienes un talento poco común para el canto."

Ella parecía feliz, aunque el brillo de la duda no abandonaba sus ojos.

"Pronto terminarás tus estudios. No sabes qué camino seguir, ¿cierto?"

Ella asintió débilmente.

"Hice uso de mis conexiones para conseguirte una oportunidad. Será tu primera presentación. No es mucho, pero es perfecto para empezar."

Limpió sus lentes y sonrió.

"Estoy ansioso por verte en escena."

Cocona lo miró conmovida.

"Gracias…"

Se despidió, y él le recordó que pensara bien en su oferta.

.....

La luz del reflector cambió otra vez.

Cocona ahora estaba con sus amigas. Todas hablaban de sus sueños y de los pasos que daban para alcanzarlos.

"¿Y tú?" Le preguntaron.

Cocona dudó. Entonces una de ellas la elogió.

"Tienes una gran voz. ¿Por qué no intentas cantar?"

Ella recordó la oferta del profesor y, tras un breve momento, asintió.

"Tal vez… debería intentarlo."

Sus amigas la animaron y le desearon suerte. Días después, varias de ellas partieron de Penacony a perseguir sus metas.

Cantó como parte del coro de una banda principiante. El concierto fue un éxito, y la felicidad llenó su rostro.

Cocona sintió por primera vez la emoción pura de alcanzar algo propio.

....

De regreso en su casa, entró corriendo, deseosa de contarles a sus padres.

"¡Lo logré!" Dijo con entusiasmo.

Esperaba orgullo, felicitaciones.

En cambio...

Su padre ni siquiera la miró.

"No pierdas el tiempo con sueños inútiles."

Recibió frialdad.

Su madre rió con desprecio.

"¿De verdad creíste esas palabras? No tienes talento. Ese profesor sólo quiere aprovecharse de ti. Una joven como tú… ¿qué crees que te pedirá después?"

"¿Qué…?" Cocona retrocedió sorprendida.

"Con tu apariencia y voz atraerás a un hombre acaudalado." Continuó su padre con indiferencia. "Eso bastará para sacar adelante a la familia."

"¿De qué hablas?" Preguntó ella, confundida.

"Una amiga mía tiene una tienda en el Momento Dorado." Dijo su madre con crueldad. "Le ofrecí tu currículum. Trabajarás allí."

El corazón de Cocona se encogió.

"Pero.. yo quiero trabajar allí."

"Nos debes todo." Respondieron al unísono. "Tu deber como hija es pagar con intereses lo que invertimos en ti desde niña."

"No te preocupes por el dinero, nosotros nos encargaremos de administrarlo todo para que no lo gastes en idioteces." Dijo su madre.

"Sólo concéntrate en trabajar y aprovechar todas las oportunidades posibles de ascender."

"Vaya, esto es más de lo que pensaba ¿Tu que crees... Aleph?" Relojito parecía confundido al ver su mirada un tanto distante.

Fue entonces cuando Relojito lo notó.

El dial emocional de Aleph estaba en un estado incluso peor que el de Cocona.

Era algo antinatural, como si los materiales de dos relojes distintos hubieran sido forzados a encajar en un solo lugar y se anularán mutuamente.

La escena frente a ellos cambió.

Cocona apareció en una tienda de ropa del Momento Dorado. Sonreía a los clientes, trabajaba con diligencia y, en poco tiempo, incluso logró ganar el aprecio de una mujer acaudalada conocida por su carácter estricto. Con ella, sin embargo, era amable y cortés, hasta el punto de invitarla a almorzar en varias ocasiones.

Pero la luz de ese éxito despertó sombras en los demás.

Las otras empleadas murmuraban a sus espaldas, alimentadas por sus malos sentimientos.

Murmuraban que no era su ética ni su simpatía lo que la hacía brillar, sino el abuso de su atractivo físico.

Un día, Cocona las enfrentó.

Ellas se rieron, descartando sus palabras.

"Deja de fingir que eres una santa."

"Todos saben que pronto serás gerente porque te metiste en la cama con el marido de la dueña."

Una grieta atravesó el corazón de Cocona.

.....

Con el tiempo, el hijo de la acaudalada mujer comenzó a visitarla junto a su madre.

El era bastante amable y atento por lo que pronto se hicieron amigos, su madre sonreía en silencio, complacida al verlos acercarse.

....

Las quejas de las empleadas finalmente llegaron a oídos de la dueña. No le importaba si los rumores eran ciertos o no; lo que le incomodaba era lo que ella percibía como arrogancia en Cocona.

"Tu madre es mi amiga, por lo que cuando te recomendó te di cierto margen de maniobra y un pequeño trato especial, pero ¿quien diría que resultaste ser tan problemática?"

"¡Pero yo no hice nada!"

"¿Y te atreves a levantarme la voz a pesar de todo lo que hice por ti?… pero qué chica tan pomposa y presumida resultaste ser."

Aumentó su carga de trabajo. El título de gerente no vino con un mejor sueldo, solo con más presión.

La amenazó con despedirla si las ventas caían de cierto punto, y la obligó a mentir a los clientes, describiendo telas baratas como materiales importados.

Otra grieta se marcó en el corazón de Cocona.

La integridad que solía enorgullecerla tuvo que tragársela. Hacía lo que debía para conservar un empleo cuyo salario, al final, sus padres controlarían.

Aquella noche lloró hasta quedarse dormida.

Y a la mañana siguiente, regresó a la tienda con una sonrisa falsa, a la que ya se había acostumbrado.

Todos sufren, se repetía. Tu dolor no es nada, es pequeño comparado con el de muchos otros. No eres especial. Nadie se preocupa por ti.

Contuvo sus lágrimas, apretando los dientes esforzándose por mantener la sonrisa falsa en su rostro.

.....

Un oasis apareció en medio de su desierto la compañía del joven y el cariño sincero de su madre. El romance floreció, y por un tiempo conoció una felicidad verdadera.

Pero nada bueno está destinado a durar para siempre.

La mujer murió, vencida por la vejez y una enfermedad cardíaca congénita. dejando a Cocona y a su hijo sumidos en tristeza. La situación en casa y en el trabajo nunca mejoró.

...…

Animada por su novio, Cocona volvió a cantar.

Grabó una canción original en un disco.

Lo llamó "Imagina una rosa floreciendo."

Él la abrazó y le propuso escapar juntos de Penacony, casarse y comenzar una nueva vida en otro lugar.

Le mostró incluso los boletos. Cocona lo rodeó con un abrazo emocionado.

Antes de marcharse, él le pidió que fueran a encontrarse a la hora acordada. La invitó a presenciar la carrera en la que participaría, pero Cocona se rehusó; la sola idea de verlo arriesgarse en esas máquinas la aterraba.

"Nos vemos luego."

Partió con una sonrisa confiada.

.....

Las horas pasaron. La sonrisa se borró lentamente de su rostro. Él seguía sin aparecer.

En su lugar llegó Wilburg, un amigo de su novio. Apareció con el ceño fruncido, rascándose la cabeza. Evitó mirarla a los ojos, suspiró, y le entregó una nota junto con una pequeña bolsa de boletos viejos de un concierto.

Cocona leyó, y sus manos comenzaron a temblar.

En la nota, su novio le confesaba que había apostado todos sus ahorros y un préstamo enorme de la Corporación. Había confiado en su victoria… pero un novato extranjero lo derrotó tomando el primer lugar. Ahora estaba hundido en deudas impagables.

En la carta se disculpaba, lamentando no poder verla una última vez.

Y así, el corazón de Cocona terminó rompiéndose por completo.

.....

"Lo comprendo bastante bien…" Murmuró Aleph mientras veía todo con una expresión bastante oscura. Sentía un fuerte apretón en su pecho, como si alguien hubiera introducido una mano en su interior y lo hubiera apretado con fuerza.

Ya no podía mirar más, pronto comenzó a caminar hacía Cocona.

Relojito lo miró con confusión.

Lejos del estado de ánimo anterior parecía haber decaído en gran medida.

Frente a ellos, Cocona estaba… discutiendo consigo misma.

Una apretaba los puños con obstinación; la otra sostenía un cuchillo con manos temblorosas.

Una era la conciencia y la otra, el ego.

"Basta… por favor, ya basta." Suplicó la consciencia con una voz quebrada.

"Todavía puedes volver atrás. No destruyas lo bueno que queda en ti."

Pero el ego no escuchó. Creía que, si asesinaba a la consciencia, si arrancaba toda esperanza, todo sueño, todo deseo… el dolor se apagaría. Podría sobrevivir un día más con esa sonrisa vacía que tanto había practicado.

Aleph avanzó intentando detenerla, pero llegó demasiado tarde. El cuchillo se hundió en el pecho de la consciencia.

Con sus últimas palabras le susurró al ego.

"Siempre quedará una astilla de mí en ti…"

Bajo la mirada de Aleph, incontables recuerdos desfilaron como relámpagos.

Días monótonos y vacíos, que a medida que pasaban la hacían preguntarse.

¿Realmente valía la pena levantarse cada día?

Aleph solto un suspiro.

"¡Aleph!" Llamó Relojito, alarmado.

Pero él ya estaba lejos. Las chispas de su dial se intensificaban.

El mecanismo, dañado y defectuoso, se forzaba a girar como si fuera normal.

......

Aleph avanzo entre imágenes cada vez más pesadas. Frases cortas flotaban en el aire.

Montones de frases se elevaron.

¿Por que no sucumbes de una vez?

Rindete.

No hay lugar para ti aquí.

Ignorandolas, Aleph continuó avanzando.

Todo lo que haces es inútil.

Sin importar lo que intentes tu único final es aquel donde fallas.

A lo lejos, pudo verla subir a un edificio.

...

Relojito corrió tras él, y al hacerlo, se topó con un fenómeno extraño.

Las chispas intensificadas del dial de Aleph aumentaron y recuerdos surgieron de ellas.

"… ¿En serio esta tan mal?"

Pudo escuchar una voz joven preguntándose eso.

Por favor.

Suplicó otra voz, esta se sentía mucho más similar a la de Aleph. Sonaba tan absolutamente desesperado que era difícil de conectar con la del chico que la mayor parte del tiempo suena animado o enérgico.

"Querer aunque sea una mínima…"

Tan suave y solitario era el sentimiento que transmitía esa joven voz, que Relojito no pudo evitar sentir un poco de pena.

No me dejen.

Innumerables rostros parpadearon. Desde una joven con cabello rubio miel y ojos verdes hasta un joven de cabello blanco y ojos azules.

"Pequeña…"

Tengo miedo.

Innumerables momentos parpadearon, ya sea delante de adultos de apariencia poco fiable y monstruos deformes, hasta un extraño ser cubierto de máscaras y artículos de fiesta.

"E insignificante…"

El auto desprecio que sentía cargado en esas palabras era tan grande...

Esta tan oscuro…

"…Muestra de afectó."

Tengo tanto frío.

Todos los rostros de las personas que perdió o lo abandonaron pasaron rápidamente. Ya sean su madre, su hermana o su padre.

De una forma u otra todos dejaban su lado.

"¿Es realmente malo querer que alguien me ame?"

¿Qué puedo hacer sin ustedes?

Las imágenes se difuminaban.

Un joven de cabello negro alternaba su apariencia entre la suya y la de uno de cabello gris.

Una joven de cabello rosa corto alternaba la suya entre otra mujer similar a ella pero de figura mucho más madura.

"¿Y amarlo a cambio?"

Colmarlo con todo mi afecto y cariño.

La imagen de una chica de cabello gris llegó y se esfumó con la misma velocidad.

"¿Este deseo mío… es realmente tan egoísta?"

Una imagen se mostró ante Relojito, un chico de baja estatura con ojos naranjas como el ambar y de cabello castaño miraba el cielo en silencio.

Alguien tan insignificante como yo… ¿merece seguir existiendo?

El niño permaneció en silencio esperando la muerte o el nuevo día, sin importarle cual llegaría primero.

Una sola imagen permaneció en su mente.

La sonrisa dulce y brillante de su mejor amigo.

"¡Ya vendrán días mejores, }@#73!"

"...Ojalá así fuera, Kevin."

Relojito no pudo evitar preguntarse.

¿Es esto parte de lo que cargaba el corazón de Aleph?

.......

Finalmente, en la cima del edificio, Aleph alcanzó a Cocona. Ella estaba de pie al borde, con el viento agitando su cabello.

Aleph logró tomar su mano a tiempo.

Ella lo miró, con el rostro teñido de tristeza.

"¿Por qué no me sueltas?" Preguntó.

Aleph no apartó los ojos de los suyos.

Finalmente comprendió que era ese sentimiento tan familiar.

"No te dejaré caer." Apretó con más fuerza su mano.

Por su mente cruzó aquel recuerdo.

"Ni siquiera somos amigos mucho menos conocidos. ¿Por qué te preocuparías por mí?... ¿Por qué? ¿Por qué tú... cuando nadie más quiso?"

Un destello pasó por su mente.

Un atardecer, un cielo tormentoso y un tonto que se paró al borde listo para saltar.

Aleph repitió con firmeza.

"No te dejaré caer."

Fue salvado por un idiota de cabello blanco y ojos azules.

Alrededor de Cocona flotaban frases como sombras.

¿Por qué confiar en ti?

¿No lo haces simplemente por qué deseas algo a cambio?

Vete, sueltame y deja que termine con todo.

No existe la amabilidad, todos quieren algo de alguien cuando ayudan.

¿Que es lo que quieres tú?

Pero escondida entre ellas, una diminuta palabra se escondía.

Por favor... salvame.

Y eso bastó para que Aleph no quisiera soltar su mano.

Cocona mordió sus labios mientras intentaba contener sus lágrimas.

Aleph le sonrió al sentir cómo ella apretaba su mano con fuerza. Poco a poco la jaló hacia su lado.

"¿Me soltarías la mano?" Preguntó ella en voz baja.

"No lo haré."

Cocona lo miró fijamente, dudando.

"¿De verdad… no la soltarías?"

"No."

"¿Y si empieza a sudar?"

"No pienso soltarla."

"¿Y si aprieto fuerte, no te dolerá?"

"Je. Créeme, no me pasará nada." Aleph la miró con una expresión tranquila, pero resuelta. "No importa cuántas veces lo preguntes, la respuesta no va a cambiar."

Unas risas se escaparon de Cocona mientras se limpiaba las lágrimas con su mano libre.

"Eres terco… pero gracias."

Para cuando Relojito llegó, el espacio emocional de Cocona comenzaba a colapsar.

"¡Aleph!" Lo saludó con energía.

El chico asintió.

"Ya es hora, ¿cierto?"

Relojito giró sus manecillas con un alegre tic-tac.

"Volvamos al Momento Dorado."

.......

Una vez afuera, con el efecto de Truco Reloj terminado, todo volvió a la normalidad.

"¿Por qué estoy sonriendo…?" Cocona parpadeó con desconcierto al sentir sus labios levantarse en una sonrisa.

Sus mejillas se encendieron al ver a Aleph frente a ella.

"Vamos, arriba."

Él le extendió la mano, y ella la tomó instintivamente para levantarse de la banca en la que había estado sentada.

"¿Qué fue lo que pasó?"

"No tengo la más mínima idea." Respondió Aleph mientras se encogia de hombros.

Cocona lo observó con dudas, pero esa simple respuesta bastó para tranquilizarla.

"Me siento… ligera. Es raro, pero agradable."

Aleph asintió con una sonrisa bastante suave.

"Eso es lo importante."

Ella con más energía, sacó su teléfono de su bolsillo y lo puso delante de su rostro.

"¿Me darías tu número?" Preguntó. Antes de sonreír con las manos en sus caderas. "No me pienso ir sin él."

Aleph se rasco la nuca con algo de vergüenza antes de dárselo.

"¡Perfecto!" Cocona lo guardó con rapidez. "Entonces hablamos pronto, ¿eh?"

Mientras se iba, lo saludó con bastante energía, realmente parecía una persona completamente diferente a como era antes.

Relojito saltó sobre la banca y levantó su pulgar mientras sonreía.

"¿Qué tal se siente usar el poder de Truco Reloj para ayudar a los demás?"

Aleph cerró los ojos por un pequeño instante.

"Fue increíblemente molesto, agotador y un tanto duro… Además de que hizo que recordará cosas que prefiero olvidar."

Luego abrió los ojos y sonrió de lado.

"…pero, fue innegablemente satisfactorio."

Relojito rió con un alegre tic-tac.

"Así es como se siente ser un héroe."

*********

En el bar cercano al vestíbulo, Himeko, Marzo y Stelle se despidieron de Topaz.

"Si necesitan ayuda en algo, no duden en pedírmela." Dijo ella antes de marcharse.

Pronto se enfocaron en su siguiente objetivo. Según lo que había dicho Alley, si querían información más precisa que la que ella podía ofrecerles, debían hablar con un miembro de alto rango de la Familia Sabueso.

"¿Recuerdan a ese Gallagher del que les hable? Podríamos intentar hablar con él. Seguro que podemos convencerlo."

Marzo la miró con curiosidad.

"¿Y cómo piensas hacerlo?"

Stelle infló el pecho con arrogancia.

"Al fin y al cabo, ¿quién podría resistirse a la petición de tres hermosas mujeres?"

Marzo alzó el puño al aire, por mucho que quisiera negarlo...

¡Las palabras de Stelle tenían bastante sentido!

"¡Sí, tienes razón!"

Himeko suspiró, llevándose una mano a la frente.

"Por favor…"

.......

Mientras caminaban en busca de los miembros de la Familia Sabueso, Stelle chasqueó los dedos mientras sus ojos brillaban, una idea, una brillante idea había aparecido en su mente.

"Tengo una idea." Dijo mientras las miraba. Golpeó su palma con el puño, convencida. "Podríamos causar un escándalo. Eso los obligaría a aparecer."

"Ni se te ocurra." Respondió Himeko con seriedad.

Stelle se desinfló y miró con ojos suplicantes a su mejor amiga.

Siempre podía contar con Marzo.

"Sí, no." Añadió Marzo, moviendo la cabeza de lado a lado mientras hacía una X con sus brazos.

"... 'Las puñaladas por la espalda siempre llegan por donde menos te lo esperas' quien lo diría, las películas estaban en lo cierto." Murmuro ligeramente abatida.

Stelle se cruzó de brazos, haciendo un puchero.

"Bah, aguafiestas…"

Un instante después, sus ojos recuperaron su brillo al recordar algo.

"¡Claro! Los empleados de la Corporación estaban bebiendo y cantando como locos. Si hago una queja, seguro que mandan a los miembros de la familia sabueso."

Una sonrisa ligeramente maliciosa apareció en su rostro.

Por supuesto, esta vez no les diría nada a Marzo y a Himeko para que no la detuvieran.

....

"Trabajan rápido…"

Pensó Stelle al ver a Topaz disculpándose con un miembro de la Familia Sabueso por el escándalo de sus subordinados.

Himeko aprovechó para acercarse a la compañera del Sabueso.

"Disculpa, ¿sabrías dónde podemos encontrar a un hombre llamado Gallagher?"

La mujer dudó unos momentos, pero finalmente asintió, aunque pronto fruncio el ceño.

"¿Y para qué quieren saber su ubicación?"

Sus compañeros se tensaron mientras sus ojos se enfocaban en ellos, atentos a cualquier posible signo de hostilidad.

Antes de que Stelle pudiera abrir la boca, Marzo le tapó la cara con ambas manos.

"¡Mmmph!" Protestó mientras sacudía sus brazos en el aire.

Himeko dio un paso al frente, sonriendo con calma.

"Tenemos un asunto pendiente con él, pero nada que deba preocuparles." Señalando a Stelle que todavía foforcejeaba en los brazos de Marzo, Himeko hilo su historia. "Verán, ella fue salvada por el Sr Gallagher, y quería agradecérselo personalmente."

La mujer no parecía muy convencida, o al menos así fue hasta uno de sus compañeros rápidamente corroboró la veracidad de la información.

"Así que ella fue confundida con una polizona ¿eh?" La mujer soltó un suspiro y se pasó un mano por la cabeza como si sintiera los inicios de una jaqueca. "... Ahora entiendo por qué el Capitán estaba tan fastidiado."

La mujer los observó unos segundos más, luego se relajó y asintió.

"Lo vi dirigiéndose hacia la frontera de los sueños. El límite final de todos los paisajes oníricos de Penacony. Perdón por las molestias, estimada huésped."

Tras terminar de hablar fruncio el ceño mientras hacía señas a sus compañeros para que se retiren.

Himeko suspiró aliviada.

"Deberíamos partir ya."

"¿Ahora? ¡Pero tengo hambre!" Se quejó Marzo.

"Yo también." Añadió Stelle con ojos suplicantes.

Himeko las miró con exasperación mientras ambas le lanzaban miradas de cachorro.

"Está bien, primero comeremos algo…"

*********

Mientras tanto, en el centro comercial principal del Momento Dorado, Welt y Acheron charlaban.

"Con todas las escalofriantes tragedias que han pasado, este sueño sigue manteniéndose sin esfuerzo." Comentó Welt con serenidad. "No puedo imaginarme a otra fuerza además de La Familia logrando sostener algo de tal magnitud."

Acheron asintió.

"La Familia en si funciona como un constructo enorme y perfecto. Cada individuo, por pequeño que sea, cumple un rol específico. Sus tareas son calculadas al detalle. Como células, órganos, músculos… unidos en un solo ser."

Welt asintió, intrigado.

"Es una analogía interesante. Tal vez por eso el dulce sueño de Penacony ha podido sostenerse por tanto tiempo."

Los ojos de Acheron se posaron en el suelo.

"Pero un cuerpo, ya sea divino o mortal, siempre tiene sus límites."

"Ese no es el tipo de comentario que esperaría de ti."

Welt la observó con calma mientras ajustaba sus lentes.

Acheron ladeó la cabeza con cierta confusión.

"¿Qué quieres decir? Solo estoy señalando hechos. Tú, de todas las personas, deberías comprender mejor lo que implica lo que acabo de decir."

Welt suspiró.

"¿Y qué te hace decirlo con tanta certeza?"

Ella alzó la mirada hacia el cielo del Momento Dorado.

"El dulce sueño de Penacony está colapsando. Y la razón no es un Aeon, una facción o un huésped en particular. Es su fin natural, algo que La Familia se niega a aceptar o reconocer."

Su voz era firme, sin dramatismos, como si hablara de una verdad inevitable.

"Este sueño se ha mantenido tanto tiempo que los cimientos forjados por quienes lo fundaron han desaparecido. Lo que queda es un cascarón degenerado, convertido en un catalizador." Su mano acarició ligeramente la funda de su Katana. "Cada vez más almas se hunden en él, atraídas por un mundo onírico donde las consecuencias y el dolor son reemplazados por placer y júbilo. Y a medida que se aferran a esa ilusión, se acercan más y más a la necrosis."

Welt no la interrumpió.

"No importa cuánta dicha encuentren… la muerte sigue siendo el final inevitable. Y sin control, esta necrosis se expandirá como una enfermedad, contaminándolo todo. ¿Qué pasará cuando no solo atrape a los invitados, sino a los propios miembros de La Familia? ¿Qué ocurrirá cuando las piezas de ese constructo perfecto dejen de funcionar?"

Bajó la mirada con indiferencia.

"Al igual que un edificio sin bases… se derrumbará. Y esos dulces sueños, nacidos del deseo de libertad, se convertirán en una jaula que aprisionará a todos."

Sacudió la cabeza, como si hallara todo aquello lamentable.

"Alguien me dijo una vez que Penacony no era así, y que tampoco debería serlo." Comentó. "He viajado por la realidad y todos los paisajes oníricos del planeta de las celebraciones. He visto desesperación, ambición, locura… espíritus de pobres y ricos hundirse por igual en una espiral que siempre conduce al mismo final. Y aun sabiendo eso, continúan, como si no supieran vivir de otra manera. Por eso creo que el colapso de este sueño es inevitable."

"Quizá aún exista una forma de salvar todo." Dijo Welt.

"No." Ella negó con la cabeza y se giró para mirarlo directamente a los ojos.

"¿Salvarlo? Este resultado es lo que la gente de este mundo desea. Es lo que ellos mismos trajeron sobre sí. Si los vivos eligen hundirse en este sueño… ¿tenemos realmente el derecho de cambiarlo?"

Welt se quitó los lentes y los limpió con un pañuelo.

"Entonces, supongo que es mi turno de hablar."

Acheron lo observó en silencio con una mirada diciéndole que continúe.

"Conocí a dos hombres hace mucho tiempo, en mi mundo natal. Dos tontos, cada uno con sus razones, cada uno con sus propósitos. Y sin embargo, ambos perseguían el bien, aunque lo hicieran de formas distintas."

Un destello de curiosidad apareció en los ojos de Acheron antes de desvanecerse.

"¿No crees que sería bueno darles un nombre? A la larga creo que ayudaría a contar mejor tu relato."

Welt lo pensó por unos segundos, y luego asintió.

"Supongo que podríamos llamarlos... Orpheus e Ícaro."

***********

En la frontera de los sueños, Himeko, Stelle y Marzo caminaban entre la multitud.

Los miembros de la Familia Sabueso que patrullaban la zona parecían reconocer el puesto y que él Capitán estaba descansando allí antes de volver al trabajo, pero cada vez que se les preguntaba sobre Gallagher, sus expresiones se tornaban desconcertadas. Algunos incluso se miraban entre ellos, preguntándose si realmente existía alguien con ese nombre dentro de la organización.

"Capitán Gallagher…" Repitió una mujer de uniforme, con un rostro confundido. "¿Estás segura de que ese es nombre?"

"Sí, muy segura." Respondió Stelle.

Himeko frunció el ceño.

Algo no encajaba aquí, había algún detalle que se le estaba escapando.

"... ¿Pero qué?" Murmuro en voz baja.

Fue entonces que Aleph apareció en la esquina, saludándolas con la mano.

"¿Qué hacen ustedes aquí?"

"¿Tú qué haces aquí?" Preguntó Stelle bastante sorprendida.

Aleph se rascó la cabeza con cierta vergüenza.

"Es una larga historia…"

Marzo puso las manos en la cintura, adoptando un aire autoritario.

"Resúmela en menos de veinte palabras."

Aleph suspiró.

"Me perdí después de terminar unos asuntos en el Momento Dorado."

"Eso fueron once." Replicó Marzo, inflando las mejillas.

....

Con Aleph ahora unido a ellas, continuaron caminando por la frontera de los sueños.

Stelle de repente señaló hacia una esquina.

"¡Lo vi! Estoy segura de que Gallagher pasó por ahí."

Corrieron hacia el lugar, pero un guardia de la Familia Sabueso bloqueaba el paso.

"Les pido disculpas, huéspedes." Dijo con un tono cordial. "Esta área está restringida. Solo es accesible para el personal de La Familia."

Al decir esto, sus ojos se posaron en Aleph y se abrieron con bastante sorpresa.

"Un momento… tú."

Se acercó entrecerrando los ojos.

"¿Ya nos hemos visto antes?"

Aleph con una sonrisa nerviosa se rasco la mejilla desvió la mirada.

"No lo creo…"

El Sabueso abrió los ojos de par en par y lo señaló con el dedo.

"¡Eres ese tipo raro que andaba gritando un no sé qué de la amistad Truco Reloj mientras me golpeaba junto con ese tipo raro de cabello azul y una niña de cabello negro!"

El sudor frío recorrió la frente de Aleph mientras recibía las miradas inexpresivas de Himeko y Marzo.

"…"

Stelle infló las mejillas indignada.

"¡Oye! ¿Y por qué él sí puede causar desastres y golpear gente mientras que a mí siempre me detienen?"

Aleph se cubrió el rostro con una mano.

"No puede ser…"

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