Ficool

Chapter 59 - Capítulo 58: Ardiente

Aventurino se puso de pie con calma, soltando un bostezo, se estiró como si aquello fuese una simple charla de sobremesa.

"Por supuesto… sé que es imposible que me crean solo con mi palabra."

Los observó con ojos brillantes, el gesto burlón nunca borrado de su rostro.

"Déjenme contarles algo. ¿Han oído hablar de la Banda de la Erradicación? Aquellos devotos de la Destrucción, un grupete que su Aeon detesta tanto que jamás les concede su mirada. ¿Si? Bueno, ellos también fueron invitados al banquete del Festival Carismonia. Pero nunca llegaron. ¿Y su líder, Ifrit, el Duque del Infierno? Dicen que cayó muerto en el camino."

De su bolsillo sacó una carpeta y se la arrojó a Aleph. Este la atrapó con un leve chasquido de molestia. Al abrirla, lo primero que vio fueron decenas de fotos que se desplegaron como un mazo terminado de cuerpos despedazados, fuego devorando la cubierta de una nave, sangre y acero mezclados en un mismo cuadro.

"La suerte fue que mi ayudante se retrasó en el trayecto a Penacony." Comentó como si fuera una anécdota trivial. "Su nave pasó cerca. Todo lo que ves aquí fue capturado por uno de sus drones."

Sacó un pequeño dispositivo y lo activó.

Una proyección luminosa se desplegó en medio de la sala. El video no tenía audio, pero lo que mostraba era aún más brutal que las fotos.

Allí se veía a Acheron atravesando con su katana a miembros de la Banda, incluso al propio Ifrit, que cayó sin gloria en un charco de su propia sangre.

"Con esto, nuestra transacción termina." comentó Black Swan, cruzándose de brazos.

Aventurino le regaló una inclinación de cabeza, casi caballerosa.

"Gracias por tu cooperación, Memokeeper."

Luego se volvió hacia el trío del Expreso.

Stelle y Marzo lo siguieron con recelo. Aleph permaneció allí, mirando en silencio las fotos en sus manos.

Sintió entonces un abrazo suave en su espalda. Black Swan, apoyada contra él, se alzó de puntitas hasta su oído.

"No me extrañes demasiado, tesoro… pronto volveremos a vernos."

Un escalofrío recorrió la espalda de Aleph. Cuando se giró, ella ya se había desvanecido como humo en el aire.

Frunciendo el ceño, apresuró su paso para alcanzar a los demás.

*********

Aventurino dirigió el camino mientras tarareaba una canción infantil sobre apuestas jugando con una moneda entre sus dedos.

"Pueden elegir." Dijo. "Seguirme… o marcharse y fingir que nada de esto ocurrió."

Sus ojos los escrutaron de reojo, esperando alguna señal de duda. Pero ninguno retrocedió. Aleph, Stelle y Marzo siguieron su andar en silencio.

El hombre soltó un suspiró con satisfacción.

"¿Deberia decir, como se esperaría de un Anónimo? Hmm supongo que no es un halago vacío decir que hay que ser temerario para poder formar parte de su tripulación."

Marzo se inclinó hacia Aleph y Stelle.

"Este tipo me da escalofríos…" Murmuro mientras Stelle asentia y Aleph se encogia de hombros con indiferencia.

Finalmente llegaron a una habitación cerrada. Aventurino abrió la puerta con un gesto teatral.

"Veanlo con sus propios ojos..."

El aire dentro estaba impregnado de un frío extraño. Marzo jadeó, llevándose las manos a la boca. El rostro de Stelle se oscureció, y Aleph fruncio el ceño.

En una tina translúcida reposaba el cuerpo de Robin con un agujero perfecto atravesando su pecho, idéntico al de Firefly.

.....

"Mis razones para mostrarles esto son bastante simples." Aventurino se apoyó contra la pared, cruzando los brazos. "La Corporación busca recuperar algo en Penacony. Algo que la Familia guarda con celo. Por eso buscamos la cooperación de los Anónimos. Juntos, podremos encontrar la verdad y usarla como moneda de cambio."

Sacó un papel con un número escrito y lo colocó en la mano de Aleph.

"Este es mi número personal. No se lo doy a cualquiera, no lo descartes tan fácilmente."

Luego se encaminó a la salida como si nada.

Marzo, todavía temblando, sacó su teléfono y empezó a escribir frenéticamente en el chat del Expreso Astral, relatando lo ocurrido y pidiendo una reunión en la realidad para discutirlo.

Mientras tanto, Aleph recibió un par de mensajes de Dan Heng.

[Dan Heng: "Recogí a Corruid. Parece que está bien."]

Una foto acompañaba el mensaje.

Dan Heng con la pequeña lagartija durmiendo sobre su cabeza.

Otro mensaje llegó enseguida.

[Dan Heng: "Ah, y Cupcake se lleva sorprendentemente bien con Pom-Pom. No sé si eso es bueno o malo."]

Adjunto al mensaje se encontraba una foto de Pom-Pom dándole la mano a Cupcake, el mapache de Stelle.

**********

Mientras tanto, en el vestíbulo…

El lugar estaba completamente destrozado, llamas yacían entre los escombros. SAM, imponente, parecía dispuesto a continuar la batalla.

Acheron bajó su katana.

"¿Por qué lo hiciste?" SAM parecía desconcertado por sus palabras, por lo que ella continuó. "Tus movimientos nunca tuvieron intenciones de hacerle daño a Aleph o Stelle. Solo era un mero teatro."

SAM permaneció en silencio.

"¿Lo notaste?" La voz grave resonó desde la armadura.

"Sí. He visto innumerables disfraces que pueden ocultar la apariencia, pero nunca han podido esconder de mis ojos quien está debajo, tu no eres la excepción." Los ojos de Acheron no titubearon permaneciendo igual de indiferentes. "Firefly."

"¿Es acaso este el designio del Esclavo del Destino?"

SAM se quedó quieto por unos instantes, antes de finalmente suspirar.

"Mi único objetivo es seguir el guion de Elio. Ahora… debo guiar a los Anónimos hacia la búsqueda del legado del Relojero."

"¿Y no has ignorado ya alguna que otra línea de ese guion?" Acheron ladeó la cabeza.

El silencio se prolongo. SAM —no, Firefly— chasqueó la lengua.

"Aun si cambio un poco las cosas… mientras el resultado sea el mismo, no importa."

"¿Por qué hacerlo entonces?" Insistió Acheron sonando genuinamente curiosa.

Pero no obtuvo una respuesta.

Al final, Firefly habló con dureza.

"Eso no es asunto tuyo."

Acheron soltó la empuñadura de su katana y negó con la cabeza.

"No es tu momento aún..."

Dio media vuelta y se alejó en silencio dejando a Firefly allí, inmóvil, observando las brasas extinguirse.

"¿'Mi momento'?"

Una sensación extraña floreció en su pecho.

El silencio del vestíbulo la envolvió de nuevo, junto con las brasas agonizantes.

¿No era ella misma tan similar a aquellas llamas? No importa cuan fuerte pudieran arder en este momento...

Todavía se apagarian pronto.

Un recuerdo la golpeó sin previo aviso.

Caelus, sonriendo, le había pedido matrimonio en broma. Stelle lo había reprendido con un fuerte golpe en la cabeza, diciéndole que debería controlar mejor lo que dice.

La armadura tembló un segundo. Dentro, Firefly murmuró con suavidad.

"Caelus... No, Aleph." Había cierta amargura en su tono. "¿Cuan egoísta puedo llegar a ser? Queriendo monopolizar tus pensamientos…"

Volviendo a ver aquellas llamas ahora tenues un solo pensamiento rondó por su cabeza.

"Si el destino es absoluto..."

"Si el final es inevitable..."

"¿Esta mal querer que que me recuerdes…? que aunque desaparezca, siga viva eternamente en tus recuerdos."

**********

En lugar de reunirse en la realidad, Himeko había propuesto hacerlo en el Momento Dorado, en la plaza frente a la estatua de Relojito.

Allí, rodeados del resplandor del lugar, comenzaron a compartir la información.

"El personal de La Familia nos pidió la colaboraramos con la investigación." Explicó Himeko con los brazos cruzados. "Lo que ocurrió con Firefly, según ellos, es un hecho aislado. Pero…"

Guardó silencio por un momento.

"…nunca mencionaron otra víctima. Lo de Robin, está claro que buscan encubrirlo."

Welt ajustó sus gafas.

"Cuando intenté presionar con cuidado, lo único que recibí fueron respuestas evasivas y frases vagas, parece que tendremos que proseguir con cuidado a partir de ahora."

Aleph y Stelle intercambiaron una mirada sombría.

"Escuchen… no es momento de perderse en la tristeza." Dijo Himeko.

"Todavía hay algo que podemos hacer por Robin y por Firefly." Añadió Welt.

Aleph lo miró en silencio, y Stelle alzó lentamente los ojos.

"¿Qué cosa?" Preguntó Marzo.

"Encontrar al asesino."

Las palabras tuvieron el peso suficiente para apartar el abatimiento de Aleph y Stelle.

Hablaron entonces de Aventurino, de lo que había revelado y de su sospecha hacia Acheron.

"Ya casi terminé de descifrar el mensaje oculto en la invitación." Comentó Himeko. "No negaré que la información que nos dio Aventurino es valiosa. Pero no bajen la guardia. La Corporación nunca actúa sin intereses ocultos."

Levantó la vista con seriedad.

"A estas alturas, los únicos en los que podemos confiar… somos nosotros mismos."

"¿Qué opinas de Aventurino, Welt?" Preguntó de pronto, mirando a Welt.

Welt lo meditó por un corto instante.

"Oculta sus cartas desde el principio. Ha intentado ganarse su favor apelando tanto a la razón como a la emoción, buscando arrastrarnos a su ritmo. Pero no se engañen…" Sus ojos se entornaron tras los lentes. "En el momento oportuno nos apuñalará por la espalda. Debemos usar esa conexión solo lo justo, vigilando siempre nuestras espaldas. Lo mismo con La Familia. Así, si alguno de los dos bandos nos traiciona, tendremos una salida."

Himeko asintió lentamente.

Marzo soltó un quejido, masajeándose la cabeza.

"Demasiadas palabras complicadas en tan poco tiempo…"

Stelle, de pie junto a ella, miraba hacia el horizonte con una lánguida sonrisa.

"¿Lo entendiste al menos?" Preguntó Marzo.

Stelle levantó el pulgar, sin cambiar su expresión.

"Dejé de seguir el hilo desde que Himeko empezó a hablar de La Familia."

Marzo abrió los ojos como platos.

"¡¿Desde el principio?!"

La tensión se suavizó por un momento con sus exclamaciones, pero pronto se disipó.

Welt notó que Aleph estaba algo distraído mirando a su alrededor.

"Necesito un momento a solas."

Stelle dio un paso tras él, pero Aleph la detuvo con un gesto.

"Déjame solo un rato."

Marzo puso una mano en el hombro de Stelle.

Stelle hizo un puchero, queriendo insistir.

Marzo puso una mano en su hombro.

"Trata de entenderlo. Todo esto se está moviendo demasiado rápido… incluso para él."

Con eso, ella y Himeko se alejaron junto con Stelle para buscar más información. Antes de partir, le dijeron a Welt que se mantendrían en contacto y que les avisara si necesitaba apoyo.

El silencio volvió a la plaza. Welt acomodó sus lentes y levantó levemente el bastón. Su voz se volvió cortante, aunque no perdió la educación.

"Has estado observando todo este tiempo desde las sombras, estimada huésped." Comentó con un ligero matiz de sarcasmo. "Muéstrate, a menos que quieras que actúe."

Las pisadas de unas botas resonaron sobre el suelo. Frente a él apareció Acheron con una expresión impasible.

"Tranquilízate." Dijo sin inmutarse. "No he venido a pelear."

La hostilidad en la mirada de Welt no disminuyó en lo absoluto.

"Hasta yo me sentiría avergonzada si me miran de esa manera." Añadió con suavidad.

El ceño de Welt se frunció.

"Que recurra a hostilidades o no… dependerá de lo que digas. Y de si es la verdad."

"¿Qué quieres saber?" Comentó mientras ladeaba la cabeza.

La interrogó sobre la Banda de la Erradicación. Al principio, Acheron pareció confundida, hasta que mencionó a Ifrit.

"Ese duque…" Sus ojos se entrecerraron. "Sacrificó lo poco que quedaba de su cuerpo en llamas como un mártir. Lo hizo para que sus niños escaparan. Alguien así no debería ser tratado como un villano de segunda."

Cruzó los brazos y lo miró con firmeza.

"Dime, Anónimo del Expreso Astral. Con tantos invitados aquí ocultando sus verdaderas intenciones y colores. ¿De verdad crees... que una simple katana es más peligrosa que ese agujero negro que tú empuñas?"

Welt entrecerró los ojos.

"Veo que tienes buenos ojos. Ni siquiera la Familia ha percibido lo que realmente oculta este bastón. Entonces deberías entender lo que significa mirar demasiado cerca a un agujero negro."

Acheron suspiró.

"Si eso ayuda a que estén menos a la defensiva, no tengo problema en hablar claro. 'Acheron, la Guardiana de la Galaxia' es la identidad con la que camino ahora." Comentó. "Y mi único objetivo… es cumplir una promesa, un 'último deseo' podría decirse. E ir tras el legado del Reldeseo... y ya, creo que esa es suficiente sinceridad."

"¿Sigues sin revelar tu verdadera identidad?" Recalcó Welt.

Acheron cerró sus ojos mientras sacudía lentamente su cabeza.

"No es que no quiera decirlo, eso sólo que he llegado tan lejos que es difícil resumirlo todo en unas pocas palabras. Todos tenemos un pasado que no queremos mostrar. El mío… es una historia larga. Muy larga."

Se inclinó ligeramente hacia él con sus ojos fríos clavados en los suyos.

"Así como yo tampoco preguntaré por qué el Expreso Astral viaja con un Stellaron…" Dijo mientras mirada un instante hacia la ya lejana Stelle. "Y con esa cosa."

"... ¿A que te refieres?"

"¿Él no les ha hablado de eso? Entonces no es mi lugar revelarlo." Un pequeño matiz de preocupación brilló en sus ojos impasibles antes de desvanecerse. "¿Se encuentra bien? Esa Memokeeper... ¿Le ha hecho algo?"

Welt soltó un suspiro mientras se pasaba una mano por la frente.

"Se alejó hace un buen tiempo." Dijo Welt con calma, sin apartar sus ojos de Acheron. "Y se veía bastante bien. ¿Por qué te interesa saber eso?"

La mujer de la katana guardó silencio, manteniendo una expresión inmutable. El filo invisible en su mirada se sostuvo un instante más antes de apartarse.

"He recorrido cada paisaje onírico de Penacony buscando el legado del Relojero." Su voz era serena, pero para Welt era bastante obvio que sólo quería cambiar de tema. "Tras mi propia investigación, he llegado a una conclusión. Ese legado está ligado a Akivili, el Trazacaminos. Por eso vine a buscar la ayuda de los Anónimos."

Welt arqueó una ceja, escuchando con atención.

"Todo esto —los asesinatos, los encubrimientos, incluso los paisajes que se desmoronan— está conectado con La Familia de principio a fin." La mirada de Acheron se endureció. "Necesito pruebas que respalden lo que afirmo. Y para encontrarlas, necesito tu ayuda."

"¿Que te hace creer que gustosamente te ofrecere mi ayuda?"

"Después de todo, tú ya deberías haber llegado a la misma conclusión." Comentó como si fuera obvio.

Welt no afirmó ni negó nada. Ajustó sus gafas con un dedo y habló con calma.

"Por el momento, te daré el beneficio de la duda. No te trataré como una amenaza." Con un tono más grave añadió. "Pero escucha. Comparte tus descubrimientos conmigo, no con los demás. No intentes alterar sus juicios con conjeturas. No hasta que tengas pruebas que respalden tus palabras."

Su mano se extendió hacia ella.

"Welt Yang. Anónimo del Expreso Astral."

Acheron parpadeó ligeramente confundida, como si aquel gesto le resultara raro. Aunque al final, tomó su mano en un apretón breve.

"Entonces prepárate." Su mirada no vaciló. "Porque esta conversación será interminable."

Un instante después, dejó caer una botella envuelta en papel fino entre ellos.

"Podríamos empezar con una bebida."

*********

Mientras tanto, en otra parte del paisaje onírico, Aleph caminaba con tranquilidad por las calles del Momento Dorado entre la muchedumbre apiñada. Cada tanto revisaba la dirección indicada en su teléfono, cuando sintió una mano aferrarse a la suya.

Ese toque… se sintió demasiado familiar.

Al final optó por no resistirse y dejarse llevar.

Atravesaron calles hasta llegar a un local discreto en los límites del Momento Dorado. Allí, el brillo de una pantalla portátil iluminaba el rostro de Silver Wolf, mascando chicle con una expresión perezosa.

Al verlo entrar, pausó momentáneamente el juego y lo miró con fastidio.

"Se tardaron bastante."

Kafka rió suavemente a su lado, mientras se llevaba una mano a la boca.

"No pudo evitarse. Cierta personita decidió ser impuntual."

Aleph se rascó la cabeza algo incómodo.

"Eh…"

Silver Wolf negó con un bufido y volvió al juego.

"Típico. Bueno, dime… ¿qué pasó esta vez, Caelus? ¿Te peleaste con un animal por comida? ¿O hiciste algo ilegal y ahora la ley te persigue?"

"¿Quién crees que soy?" Replicó Aleph con falsa indignación.

Silver Wolf levantó la vista, arqueando una ceja con sarcasmo.

"¿Quieres una respuesta honesta?"

Aleph suspiró, levantando sus manos en señal de rendición.

"Paso."

"Hmph." Ella sonrió con satisfacción. "Aún eres demasiado joven para superar a tu hermana mayor."

El comentario lo hizo murmurar entre dientes.

"Muy loli para que te llamen así…"

La mirada de Silver Wolf se endureció al instante mientras le dirigía una mirada neutra.

"¿Qué acabas de decir?"

"Nada, nada." Aleph sonrió forzadamente mientras sacudía su mano con indiferencia.

"Más te vale." La hacker sacó una pequeña memoria extraíble de su bolsillo y la hizo girar entre los dedos. Aleph la reconoció al instante.

Era la de la vieja computadora de Caelus.

Pero... ¿No se suponía que había sido destruida en ese accidente causado por Stelle jugando al Voleibol con SAM?

"¿Quieres que le muestre a Kafka lo que hay aquí? Podría ser bastante divertido."

"Oh~" Kafka ladeó la cabeza, sus palabras habían atraído su atención. "Eso suena interesante."

"¡No es necesario!" Aleph agitó las manos, con una risa nerviosa. Internamente maldijo a Caelus y sus extraños fetiches.

...

Tras la breve tormenta, Aleph los miró con más calma.

"Entonces… ¿qué hacen aquí?"

Kafka respondió sin soltar su sonrisa.

"No hay guion para nosotras por ahora. Así que, hasta que Elio decida, somos libres. Y yo quise aprovechar para darles una visita a ti y a Stelle."

Kafka sonrió, acomodándose junto a él en el sofá en el que se había sentado junto a Silver Wolf. Apoyó su cuerpo contra el suyo y le rodeó el brazo.

Silver Wolf soltó un suspiro. .

"¿Y por qué siempre tengo que dejar que esta mujer con complejo de Genji me arrastre a sus locuras?" Comentó con fastidio. "Ahora mismo podría estar haciendo algo mucho más productivo en Pier Point hackeando a la Corporación por banearme una cuenta a la que le dediqué meses..."

Kafka la miró de reojo con fingida confusión.

"¿No eras tú quien se preguntó como estaban esos dos, y que también mencionó que quería saber si sus habilidades habían mejorado?"

Silver Wolf cerró la boca con un puchero y desvío la mirada.

Aleph las observó a ambas y, por un instante, sintió una cálida paz.

Esto era lo que necesitaba.

Por supuesto, no había olvidado sus preocupaciones —el monstruo que mató a Firefly y Robin, los enigmas de Black Swan y Acheron—, pero ahora al menos su estado de ánimo era mucho más sereno que antes.

Sin previo aviso, liberó su brazo del abrazo de Kafka y pasó sus manos por las cinturas de ambas, rodeándolas en un abrazo que las dejó desconcertadas.

Silver Wolf gruño y lo golpeó suavemente en la cabeza.

"Me hiciste perder la partida, idiota…" Pero a pesar de sus palabras no se apartó. Kafka, en silencio, correspondió al abrazo.

El contacto lo alivió más de lo que esperaba.

Recordando una vez más, se preguntó donde había empezado esta tendencia suya, su hermana mayor también disfrutaba mucho de los abrazos y por lo que empezaba a recordar parecía que Caelus también.

Kafka acarició su cabello mientras lo veía perdido en sus pensamientos, inclinándose hasta susurrar en su oído.

"¿Estás comenzando a recordar más?" Dijo mientras por su mente pasaba el juego que habían jugado en el Luofu, y como ni siquiera parecía reconocerla del todo.

Aleph rió suavemente mientras cerraba momentáneamente sus ojos.

"Sí… y me alegra mucho hacerlo. Son momentos preciosos. Los que viví con todos ustedes."

El silencio se apoderó de las dos mujeres. Al final, ambas lo abrazaron con más fuerza.

Silver Wolf murmuró en voz baja.

"Sería perfecto si Stelle también estuviera aquí…"

*********

En la realidad, la habitación de Aleph permanecío en silencio. Burbujas ascendían lentamente desde la bañera donde su cuerpo reposaba inmóvil sumergido en las aguas oníricas.

Frente a él, sentada mientras mientras lo miraba en silencio Black Swan extendió una mano. Sus dedos rozaron el aire, dibujando un patrón que se iluminó con runas de un azul brillante.

"Veamos qué secretos guardas, Acheron…" Murmuró, con una voz teñida de curiosidad.

El catalizador que había escogido descansaba en sus manos, una cajita musical dorada, exquisitamente labrada, hallada en la nave de la Banda de la Erradicación.

Sobre su tapa brillaba un símbolo inconfundible una torre envuelta en bruma.

Giró la manivela con un chasquido. Una melodía escalofriante inundó la habitación y, a su alrededor, los recuerdos cristalizados se manifestaron.

Ifrit, el Duque del Infierno, se erguía alto y resplandeciente, rodeado de los "niños" que habían seguido su estela de llamas. Su silueta brillaba en tonos rojos y naranjas, envuelta en fuego.

Y sin embargo, faltaba alguien.

Black Swan entrecerró los ojos al notar la grieta en la proyección. Un contorno se formaba y se deshacía, como una imagen mal renderizada en la estática de un televisor antiguo. El eco se distorsionaba con líneas que parpadeaban, sus palabras eran poco más que un murmullo irreconocible. Como si alguien hubiera arrancado esa memoria de raíz o borrado cada huella de su existencia en ese suceso.

"¿Borrada…?" Murmuró, sorprendida.

El recuerdo no debería mentirle, y sin embargo, alguien había borrado —o bloqueado— a Acheron de aquella escena.

Pero el desconcierto no se detuvo allí. De entre los niños de Ifrit surgió una presencia distinta... una mujer de piel mortalmente pálida, con un corto vestido blanco cuyo dobladillo sostenía con delicadeza. Sobre su cabeza reposaba un sombrero a juego que parecía casi de muñeca. Su cabello negro como la tinta caía como una cascada, sus ojos eran de púrpura ardiente, rodeados por llamas fantasmagóricas del mismo tono.

Se inclinó con teatralidad frente a Black Swan, cuidando que su sombrero no se deslizara.

Black Swan se tensó al instante.

"¿Quién eres…?" Preguntó con cautela.

"Qué falta de cortesía, ¿no crees?" Su voz era juguetona, cargada de burla. "Una mujer con mi porte y belleza debería traer alegría donde sea que se presente."

La extraña rio burlonamente.

"Constanza la Dalia. Y si no soy bienvenida aquí, entonces permíteme al menos obsequiar una ofrenda… una gloriosa profecía de Destrucción."

Black Swan entrecerró los ojos con una sensación ominosa. Pero Constanza simplemente la recorrió con la mirada de arriba abajo, y sonrió con aprobación.

"Eres una mujer de gran calidad. No me sorprende que seas la pareja destinada de él."

La mirada de Black Swan se enfrió al instante.

"Explícate."

Constanza mostró los dientes en una sonrisa torcida.

"Padre puede estar muerto. El Imperfecto puede negarnos. Pero aun así, perseguiremos nuestro glorioso propósito. Y tú…"

Su voz bajó hasta convertirse en un susurro venenoso que erizó los cabellos de la Memokeeper.

"Tal y como la Puta de Babilonia, Trumpeter y el difunto Rey Fiend predijeron…" Su expresión transmitía una alegría genuina. "Tú, la Memokeeper que se hace llamar Black Swan, nos guiarás hacia aquel que porta el Contrato Ancestral con el Rey anterior. Juntos sembrarán la semilla de 'Concepción'… y harán realidad el deseo del Imperfecto."

Los ojos de Black Swan se abrieron de par en par, por la revelación.

Constanza soltó una carcajada antes de desvanecerse en humo púrpura. La cajita musical ardió en llamas fantasmagóricas de un color púrpura brillante, reduciéndose a cenizas en sus manos.

Black Swan respiró hondo, con el corazón acelerado. Su mano temblorosa buscó consuelo sosteniendo la de Aleph.

"…}@#+3…" Murmuró su nombre con suavidad mientras intentaba recuperar su compostura.

**********

Dentro del Momento Dorado, Aleph ignoraba todo lo que había ocurrido en la realidad.

Caminando tranquilamente por la zona de compras, Tras despedirse de Silver Wolf y Kafka, buscaba distraerse entre los escaparates iluminados.

Entre tiendas resplandecientes y comerciantes ansiosos, una voz femenina lo detuvo.

"Disculpe, ¿le interesa probar ropa nueva?"

Se volvió y encontró a una joven vendedora de cabello oscuro hasta los hombros, y una piel bronceada que contrastaba con sus ojos de un rojo cálido.

Después de pensarlo por un momento decidió que quizás un pequeño cambio le sentaría bien.

"Supongo que no me haría daño probar algo... Erm" Aleph entrecerro sus ojos intentando su gafete.

"Cocona, señor."

********

En la realidad, en el vestíbulo del hotel, Himeko, Stelle y Marzo estaban reunidas frente al mostrador. Alley, la recepcionista, revisaba unos registros en la terminal con un gesto impasible.

"No hay señales de ninguna artista llamada 'Firefly' en los registros sobre los empleados y miembros de la Familia Iris." Confirmó al cabo de unos segundos.

Himeko asintió lentamente sin parecer sorprendida.

"Como temía…"

"Entonces…" Stelle se inclinó hacia adelante, se veía un tanto frustrada. "¿Ella nunca existió? ¿Fue una ilusión mía y de Aleph?"

"Al menos en nuestros archivos, si. Ella jamás existió." Alley negó con la cabeza.

Himeko entrecerró los ojos y formuló otra pregunta.

"¿Qué clase de huella deja alguien al entrar en el sueño? ¿Existe alguna especie de patrón o registro residual?"

Alley permanecío con una expresión un tanto incómoda mientras navegaba en la terminal.

"Lo único que instalamos en cada bañera onírica es un sistema de monitoreo especial." Explicó con calma. "Registra los signos vitales y el estado del huésped, para despertarlo de inmediato en caso de problemas."

Alzó la vista hacia Himeko, Stelle y Marzo.

"Más allá de eso, no tengo acceso a otra información. Si desean algo más detallado… deberán dirigirse a un miembro de alto rango de la Familia Sabueso."

Himeko suspiro, no había creído que obtener respuestas sería fácil, pero aún así había tenido ciertas esperanzas al respecto.

"Por mucho que Firefly fuera una polizona, aún tendría que existir algún tipo de registro, aunque fuese falso. Y aquí no hay nada." Murmuró con un dejo de frustración.

Suspiró y se dio la vuelta, instando a las chicas a seguirla. Apenas habían dado unos pasos cuando una voz conocida las detuvo.

"Vaya, vaya… qué gusto verlas de nuevo."

Topaz apareció con Conti en sus brazos, saludándolas con una sonrisa algo cansada.

"¡Topaz!" Exclamó Marzo, levantando la mano con entusiasmo. "¿Qué haces aquí?"

Ella suspiró, abrazando al Chanchito Dimensional con fuerza.

"Vine como refuerzo para Aventurino. Pero sólo había una invitación para entrar en el sueño, y él ya la tomó. Así que me toca quedarme esperando en la realidad."

Himeko arqueó una ceja, pero no dijo nada.

Topaz las condujo a una mesa cercana, y uno de sus subordinados se apresuró a pedir bebidas.

En pocos minutos, el ambiente se llenó de risas y canciones improvisadas. Los empleados, algo ebrios, empezaron a entonar melodías con una sorprendente coordinación.

"¡Vaya, tienen buena voz!" Aplaudió Marzo, riendo de buena gana.

Topaz hundió la frente en la mesa, visiblemente avergonzada.

"Maldita sea, Aventurino…" Masculló entre dientes.

En medio del jolgorio, Stelle estiró la mano hacia una copa que acababan de servir. Pero antes de que sus dedos rozaran el vaso, la firme mano de Himeko la detuvo.

"No."

Stelle la miró con fastidio.

"¡Oh, vamos! ¡Sólo un sorbo!"

"Después de ver lo que pasó la última vez que Aleph bebió, no pienso arriesgarme contigo." Respondió Himeko con seriedad.

"¡Anciana cascarrabias!" Gritó Stelle.

Marzo palideció de inmediato.

"¡Stelle, huye!"

La joven de cabello plateado abrió los ojos como platos al darse cuenta de lo que había dicho y, tapándose la boca con ambas manos, retrocedió unos pasos. Himeko sonreía suavemente… pero sus cejas temblorosas, y sus ojos ardíentes contaban otra historia.

"Ven conmigo." Dijo, tomándola firmemente del brazo. "Te enseñaré modales."

"¡Marzo, ayúdame!" Suplicó Stelle con lágrimas en los ojos.

Pero Marzo desvió la mirada mientras se deleitaba con un postre de chocolate.

"Lo siento, lo siento…" Murmuró con la boca llena, fingiendo no escuchar.

Le gustaba tener su vida intacta.

*******

Mientras tanto, en el Momento Dorado, Aleph observaba su reflejo en el espejo de la tienda. La ropa nueva se ajustaba bien, si tan sólo tuviera un reloj de oro podría parecer un clásico apostador de los que salen en las películas.

Mientras se preparaba para pagar, notó la expresión de Cocona. La vendedora evitaba mirarlo a los ojos, su postura también era bastante rígida.

Sus ojos se cruzaron por un instante, y Cocona apartó la vista con brusquedad.

Aleph frunció el ceño.

"¿Estás bien?" Preguntó al ver su rostro cada vez más pálido.

No obtuvo respuesta. El temblor en sus hombros se hizo más notorio, como si estuviera a punto de colapsar.

Sin pensarlo dos veces, Aleph salió a la calle y preguntó a un transeúnte por un médico cercano.

Minutos después, se encargó de guiar a Cocona, que apenas podía caminar, hasta un pequeño consultorio atendido por una enfermera Intelitron.

Ella apenas les dio una mirada.

"Es una visitante habitual. No necesita nada más que esto." Dijo, entregándole a Aleph una lata que decía Felizalma – edición especial.

Aleph sostuvo la bebida, mientras ayudaba a Cocona a sentarse.

"Tómala."

"...No quiero." Dijo en voz baja mientras abrazaba sus hombros, el temblor de su cuerpo se intensificó mientras comenzaba a llorar.

"Lo perdí…"

Aleph la observó con atención.

"¿Qué perdiste?"

"El disco…" Respondió con un sollozo.

Aleph respiró hondo, evitando presionarla demasiado.

"¿Dónde?"

Ella dudó. Entre lágrimas y vergüenza, se limpió la nariz con el pañuelo que él le tendió.

"Perdí un objeto importante, de camino al Momento Dorado…" Dijo mientras se sentaba en posición fetal. "Soy bastante ridícula, ¿verdad?"

"Tan patética que hasta un desconocido se preocupa por mí." Murmuro mientras abrazaba con fuerza sus rodillas.

Aleph sonrió suavemente, extendiendo su mano hacia ella.

"Aleph Avesta."

Ella parpadeó, sorprendida, y tomó su mano más por reflejo que por otra cosa.

"Cocona… Cocona Shepard."

"Mucho gusto. ¿Ves? ya no somos desconocidos." Comentó con una sonrisa. "Ahora, dime dónde lo perdiste."

Tras un momento de vacilación, finalmente respondió.

"En la zona donde ahora viven los memes de la Compañía de los Terrores…"

Aleph alzó una ceja.

"¿Compañía de los Terrores?"

Al ver su confusión le dio una explicación simple.

"Antes fueron artistas de la Compañía Dulces Sueños. Pero… tras tener ciertos problemas se degeneraron en monstruos violentos."

Él asintió lentamente.

"Entendido."

Aleph golpeó su pecho y la miró con firmeza.

"Te prometo que traeré ese disco de vuelta."

Cocona lo miró con incredulidad, como si no supiera cómo reaccionar. Al final, sólo bajó la vista, murmurando en voz baja.

"Entonces… buena suerte."

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