Ficool

Chapter 242 - Capítulo 86: El Bosque Hambriento

El eco de la masacre de Matt todavía flotaba en el aire. La sangre cubría el asfalto. Pero en lo profundo de los rincones del pueblo, el sonido de la masacre no había pasado desapercibido. Otros oídos lo habían escuchado. Y para ellos, era un llamado a la acción. Los compañeros de Matt, los otros Depps, aquellos que compartían su misma naturaleza, habían escuchado los gritos de Strovel, los disparos de la policía y, finalmente, el último, el grito desesperado de su amigo al ser masacrado.

Supieron al instante dónde estaba su objetivo. Y el olor de la sangre de los Valmorth, una fragancia prohibida y excitante, flotaba en el aire. Corrieron, sus cuerpos humanoides moviéndose con una agilidad brutal, sus narices temblando, sus ojos fijos en el rastro. El "Pino Solitario" era el punto de partida. Y ahora la presa estaba cerca.

Hitomi descendió lentamente, sus pies tocando el suelo con una suavidad de pluma. La luz de la luna llena la bañaba, pero el resplandor de sus lanzas se había desvanecido, una a una, hasta que solo la Lanza de la Aurora, una luz tenue en su mano, permaneció. La adrenalina de la batalla había cesado, y el peso de lo que había hecho, el peso de las vidas que había tomado, se posó sobre ella.

La excitación, la furia, el control, el éxtasis que había sentido al desatar su poder se había desvanecido, dejando un vacío inmenso. No sabía cómo reaccionar. No sabía qué sentir. El asco, el miedo, la rabia, la desesperación, todo se mezcló en un cóctel tóxico que la hizo tambalear. Se sentó en el asfalto, su cuerpo temblando, sus manos cubiertas de la sangre de Matt. No había llorado.

No había gritado, solo se quedó ahí, en silencio, en medio de la masacre, su mente un torbellino de emociones, la única sobreviviente de un baño de sangre que había causado. Cerró los ojos, intentando encontrar un momento de paz en el caos. Pero el destino no estaba de su lado. El descanso no era una opción.

Pasó media hora. La policía había sido aniquilada, el héroe estaba muerto, el hotel era una morgue, y Hitomi, agotada, estaba en un estado de semi-consciencia, sus lanzas apagadas, su cuerpo sin defensas. Fue entonces cuando un golpe brutal en su barriga la hizo despertar de golpe, su cuerpo se encogió en un grito de dolor. Abrió los ojos y vio rostros horribles, rostros con narices de perros, con ojos inyectados en sangre, con dientes afilados como los de un lobo. Eran los compañeros de Matt.

La rodearon, sus cuerpos se movían con una agilidad brutal, sus manos, más bien garras, la golpeaban y la mordían por todo su cuerpo, un ataque vicioso que la hizo gritar de dolor, su cuerpo se contrajo en un espasmo, y vomitó sangre. La armadura de la Lanza de la Aurora, que había sido su única protección, se había desvanecido. No había sentido el peligro. Había estado tan cansada, tan agotada, que sus sentidos habían fallado.

—¡¡¡Aaaaaaaaaaaahhh!!! —gritó Hitomi, con una voz desgarrada por el dolor.

El líder de los atacantes, un hombre corpulento y feo, con una sonrisa demente en su rostro, la levantó del suelo por el cuello, sus ojos fijos en los de ella, llenos de un odio salvaje.

—Así que eres tú. La perra que mató a Matt —dijo el líder, su voz un gruñido—. Tu madre nos mandó a buscarte. Nos dijo que eres su hija . Y que debemos traerte a salvo. Pero me muero de ganas de matarte.

Las palabras del líder cayeron sobre Hitomi como una losa. "Su madre". El veneno se escurrió por su garganta, una rabia que no había sentido antes se encendió en su interior. Ya no era la furia de su linaje. Era su propia furia.

—¡Qué se joda mi madre! —gritó Hitomi, su voz un eco de furia impotente.

El rostro del líder se contrajo en una mueca de asombro. La rabia de Hitomi era palpable, y de repente, las ocho lanzas ancestrales de Hitomi volvieron a aparecer, una a una, una luz brillante que las rodeaba, una luz que iluminó el pasillo, revelando la carnicería que Matt había causado, y la luz de la luna llena brilló sobre ellas, como si estuvieran esperando el momento para desatar su poder.

—¿Qué? ¿Tú también tienes un poder? —preguntó el líder, con una voz llena de sorpresa y miedo, su agarre se aflojó, y Hitomi, que había estado de rodillas, se levantó, sus ojos fijos en él.

—Tú eres un cazador. Pero yo, un monstruo, te supero —dijo Hitomi, su voz un susurro de pura maldad.

Las ocho lanzas se movieron. En un abrir y cerrar de ojos, la masacre comenzó. Las lanzas se lanzaron contra los Depps, una a una, perforando sus cuerpos, cortándolos en pedazos, sus gritos de agonía se ahogaron en el aire, su sangre, un río de vida, se derramó por el suelo, un charco de muerte que se extendió por el pasillo.

La masacre fue rápida y brutal. Una lanza le cortó la cabeza a uno, el cuerpo se desplomó contra el suelo, la cabeza rodó por el asfalto. Otra lanza le cortó los brazos a otro, todavía en la misma posición, cayeron al suelo con un golpe sordo. Otra lanza le atravesó el corazón a otro.

Y la última, con una velocidad sobrehumana, le cortó la cabeza al líder de los Depps. La cabeza, con una mueca de horror en su rostro, cayó al suelo, rodando hasta los pies de Hitomi.

Hitomi, con todo su cuerpo lleno de la sangre de sus víctimas, su ropa desgarrada, sus manos temblando, se agarró la cara, una sonrisa demente se dibujó en sus labios, una risa histérica escapó de su garganta. La adrenalina de la batalla, el éxtasis del poder, el placer de la masacre, se apoderó de ella.

—¡¡¡Aaaaaaaaaaaahhh!!! Esto… esto… ¡Esto me excita! —gritó, su voz un murmullo de pura excitación. Se lamió los labios, la sangre de sus víctimas un sabor amargo en su boca.

Justo en ese momento, una bala de una pistola, que se había deslizado de la mano de un Depp muerto, se incrustó en su hombro. El dolor, un aguijón insoportable, la hizo despertar de su trance. Se volteó y vio a un Depp, que se había escondido detrás de una pila de cuerpos, apuntando una pistola hacia ella. Un disparo más. El dolor. Otro disparo. El dolor se extendió por su cuerpo. Otro disparo. Otro. Hitomi se dio cuenta.

Había subestimado a sus oponentes. Eran animales. Pero eran animales con cerebro. Los dos Depps restantes, con una mirada de puro odio, le disparaban sin parar. Hitomi, que no había esperado que tuvieran armas, se movió, intentando esquivar los disparos, pero era demasiado tarde. El dolor la abrumó, su cuerpo se debilitó, su visión se volvió borrosa. Sus lanzas, que habían matado a sus víctimas, se habían desvanecido. No tenía fuerzas. Tenía que huir.

Con un esfuerzo sobrehumano, se dio la vuelta y corrió. Corrió hacia el bosque, el dolor en su cuerpo un aguijón que la hacía seguir, la sangre goteando de sus heridas, los Depps siguiéndola, sus voces, un grito de venganza, un aullido de furia. Corrió, su corazón latiendo con un ritmo desesperado, pero su cuerpo no podía soportar más. La adrenalina se había desvanecido, dejando un cuerpo agotado y herido.

La visión se volvió borrosa. Se rompió el tobillo, y con un grito de agonía, su cuerpo voló por el aire, chocando contra un tronco filoso que le perforó el pecho, un sonido húmedo que se escuchó en el silencio del bosque. La sangre brotó de su pecho, un chorro de vida que se derramó por el suelo. Se desplomó, sus ojos se cerraron, la vida se le escapaba lentamente, su cuerpo convulsionando en el suelo.

Los cazadores, que se habían detenido, la miraron, sus rostros llenos de diversión.

—Es una perra. Pensé que su regeneración era más rápida —dijo uno de ellos, con una voz llena de burla, mientras la pateaba en las costillas. Hitomi tosió sangre, su cuerpo se sacudió. El dolor era insoportable. No podía regenerarse. No podía sanarse. No sabía cómo.

—No puede hacerlo. La puta de su madre le contó sobre el poder de los Valmorth. Pero no le contó cómo activarlo. No es su culpa. Es culpa de la vieja bruja —dijo el otro, con una sonrisa de burla. La agarraron del pelo, la levantaron del suelo, y la arrojaron sobre la hierba, una masa de carne y hueso. Estaban a punto de noquearla y llevársela.

—Mírala. Tan hermosa. Tan poderosa. Pero al final del día, es solo una puta, como el resto de los Valmorth —dijo otro, con una sonrisa de pura maldad. Se rieron, su risa ruidosa y desquiciada resonando en el bosque, mientras la golpeaban sin piedad.

Justo en ese momento, una rama afilada, que había estado escondida en la oscuridad del bosque, se lanzó contra uno de los Depps, perforándolo en el corazón, la punta salió por su espalda, un sonido húmedo que se escuchó en el silencio del bosque. Otro árbol, una rama afilada, se lanzó contra el otro, perforándolo en el estómago, un chorro de sangre se derramó. Los dos Depps cayeron al suelo, sus ojos se abrieron de par en par, sus cuerpos convulsionando.

El bosque, que había estado en silencio, se movió. Las ramas de los árboles se agitaron, como si fueran brazos que salían de la oscuridad. Hitomi, con los ojos cerrados, apenas consciente, escuchó un susurro, una voz que no era de un humano. La voz de su salvador.

—Ayuda —susurró Hitomi, sus ojos se abrieron, sus manos temblaban, la vida se le escapaba, y por primera vez en toda su vida, pidió ayuda.

More Chapters