Ficool

Chapter 102 - Luces de Neón y Secretos de Bolsillo

Hong Kong los recibió con un contraste abrumador después del gélido silencio siberiano. El aire era pesado, cálido y húmedo, cargado con el olor acre a satay, frituras callejeras y el incienso dulzón de algún templo cercano. El zumbido constante del tráfico, el griterío de la multitud y los altavoces de los mercados creaban un muro de sonido que asaltó los sentidos de Volkhov y Arkadi con la fuerza de un ataque sónico. Las luces de neón pintaban el cielo nocturno con una miríada de colores estridentes: rojos, verdes, azules que se reflejaban en el rostro de cada peatón.

En el estrecho y maloliente callejón donde habían caído sobre el toldo destrozado, Aiko ayudó a Arkadi a incorporarse. El mago estaba pálido y sudoroso, con los ojos cerrados y la respiración superficial. La magia de transición, más que la caída, lo había devastado.

—Está agotado —murmuró Aiko, sintiendo el pulso débil en la muñeca de Arkadi—. El viaje intercontinental le costó caro. Tanta magia antigua de golpe…

Volkhov, que había llegado al callejón con una ligera cojera —la Piedra de la Regeneración ya había soldado la mayoría de sus fracturas, dejando solo un dolor muscular residual y la sensación de huesos que se reordenaban incómodamente—, examinó su entorno con cautela.

—Demasiada gente. Demasiado ruido. Necesitamos un lugar seguro, que no llame la atención de las autoridades locales. No queremos dar explicaciones sobre un helicóptero caído y una llegada desde el cielo.

Aiko asintió, su mirada recorriendo los edificios altos que se alzaban a su alrededor como monolitos de consumo.

—Un hotel. Necesitamos un hotel decente y discreto.

Volkhov frunció el ceño. —Un hotel en Hong Kong, en este distrito… ¿con qué dinero? No recuerdo que Ryuusei nos haya dado fondos para unas vacaciones de lujo. Nuestras raciones eran militares.

Aiko sonrió con suficiencia, rebuscando en el bolsillo interior de su abrigo. Sacó una tarjeta de crédito negra, elegante y sin nombre visible, un símbolo del poder silencioso de su maestro.

—Tranquilízate, Volkhov. ¿Olvidaste con quién trabajamos? Ryuusei siempre piensa en todo. Esta tarjeta… tiene su marca. Somos millonarios, o al menos, sus fondos lo son.

Volkhov la miró con una incredulidad apenas disimulada. —Una tarjeta de crédito… ¿a nombre de Ryuusei? ¿Y crees que esto no levantará alarmas?

—Desde que decidimos seguir a un hombre que planea cambiar el mundo, las alarmas ya están encendidas, Volkhov —respondió Aiko con un encogimiento de hombros—. Confía en mí, esta cosa funciona. La usé una vez para comprar un montón de videojuegos y ropa costosa en Moscú. Nadie preguntó nada. Es una distracción perfecta.

Con Arkadi aún semi-inconsciente, apoyado entre ellos como un bulto incómodo, Aiko y Volkhov salieron del callejón y se mezclaron con la marea humana. La habilidad innata de Aiko para moverse entre la gente sin llamar la atención era sorprendente, y Volkhov, a pesar de su cojera que ya disminuía, la seguía de cerca, su mirada alerta ante cualquier posible amenaza.

Encontraron un hotel de aspecto discreto pero elegante en un distrito bullicioso. Aiko, con una confianza que desmentía su edad, se acercó a la recepción y, con una sonrisa encantadora, solicitó una habitación grande. La tarjeta de Ryuusei funcionó sin problemas, y en pocos minutos estaban ayudando a Arkadi a subir por el ascensor hacia su habitación.

La habitación era espaciosa y lujosa, con grandes ventanales que ofrecían una vista impresionante de la ciudad. Aiko y Volkhov depositaron a Arkadi suavemente en una de las camas. El mago respiraba con dificultad, pero parecía estar sumido en un sueño profundo y curativo.

—Necesita descansar —dijo Aiko, observándolo con preocupación.

Volkhov asintió, apoyando su rifle contra la pared. —Yo vigilaré. Tú también deberías descansar. Estuviste inconsciente por un buen rato después del salto.

Aiko negó con la cabeza, mirando su ropa rasgada, cubierta de sangre coagulada de las sombras y hollín del helicóptero. —No estoy cansada. Pero… mi ropa está hecha un desastre. Y tú también estás un poco… andrajoso.

Sonrió con picardía. —Además, estamos en Hong Kong. ¿No crees que deberíamos explorar un poco? Ya sabes… ir de compras, ver las luces. La mejor manera de no ser notados es mezclarnos con los locales, ¿no es esa tu doctrina militar?

Volkhov dudó por un momento. La idea de ir de compras en una ciudad desconocida con Aiko era… inesperada. Pero su ropa apestaba a muerte y tundra, y la lógica de Aiko era irrebatible. Un poco de distracción y ropa limpia no les vendría mal.

—Supongo que no estaría de más —concedió finalmente Volkhov, una leve sonrisa asomando en su rostro. —Pero tú eliges, yo pago... con el dinero de Ryuusei.

Poco después, Aiko y Volkhov salieron del hotel, dejando a Arkadi durmiendo. Se sumergieron en el vibrante caos de las calles. Aiko, con una energía contagiosa, arrastró a Volkhov de tienda en tienda, probándose ropa extravagante y riéndose de las expresiones estoicas del ex soldado.

Encontraron una tienda de ropa táctica donde Volkhov pudo reemplazar su abrigo dañado y conseguir prendas más prácticas. Aiko, por su parte, se decantó por un conjunto más informal pero elegante, que le permitía moverse con libertad.

Mientras caminaban por un mercado nocturno lleno de vida, Aiko se detuvo frente a un puesto de armas. Sus ojos se posaron en una katana de hoja oscura que se ajustaba perfectamente a su mano.

—Siempre he preferido la katana —comentó Aiko, notando la mirada de Volkhov—. Es más ágil y precisa para mi estilo de combate. La espada pesada que me dio Ryuusei era para entrenamiento. Esta se siente… correcta.

Volkhov asintió. —Elige lo que te dé ventaja.

Continuaron paseando por la ciudad, probando dumplings y noodles callejeros, maravillándose con los rascacielos iluminados. Por un momento, olvidaron la peligrosa misión y se permitieron ser turistas.

Mientras caminaban por un parque tranquilo, Aiko se detuvo y se volvió hacia Volkhov.

—Gracias —dijo con una sonrisa sincera—. Por venir conmigo. Por… no enloquecer en la caída.

Volkhov la miró, sorprendido. —Siempre te cubriré las espaldas, Aiko. Ya lo sabes. Estamos juntos en esto, nos guste o no.

Se quedaron en silencio por un momento, la confianza entre ellos creciendo en el aire cálido. A pesar de la diferencia de edad y sus personalidades contrastantes, se habían convertido en un equipo sólido, unidos por su lealtad a Ryuusei y las peligrosas experiencias compartidas.

Al entrar en la habitación, encontraron a Arkadi aún dormido, su respiración tranquila. Aiko y Volkhov se miraron, el breve respiro había terminado. Mañana comenzaría la verdadera búsqueda de Amber Lee, y debían estar listos.

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