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Chapter 101 - El Portal

Las criaturas oscuras que emergieron del bosque eran más horribles de lo que Aiko había imaginado. Sus cuerpos retorcidos parecían formados de sombras solidificadas, con una textura gomosa y fría, y sus ojos rojos brillaban con una malicia ancestral. Eran rápidas y feroces, abalanzándose sobre ellos con garras afiladas y un hambre voraz. La nieve a su alrededor se derretía, no por calor, sino por la anti naturalidad de su presencia.

Volkhov disparó ráfagas precisas con su rifle, la munición perforando las formas oscuras. Varias criaturas se desintegraron con un sonido seco, pero parecían multiplicarse en la oscuridad, atraídas por la firma de la Piedra de la Regeneración y la energía mágica de Arkadi. Aiko se movía como un torbellino de acero negro, su espada cortando las sombras con cada golpe. La hoja, forjada en la oscuridad, dejaba tras de sí un rastro de un líquido oscuro y fétido, como bilis cósmica, que se evaporaba en el aire frío.

Arkadi, a pesar de su reciente herida en el pecho y el brazo amputado, se irguió con una determinación sorprendente. Su único ojo blanco brillaba con una luz intensa, y sus manos huesudas comenzaron a moverse en el aire, trazando símbolos invisibles y complejos.

—¡Suficiente! —rugió Arkadi, su voz resonando con una autoridad mágica que hizo retroceder a las criaturas por un instante.

Extendió sus brazos, y la nieve a su alrededor comenzó a derretirse, revelando la tierra oscura debajo. Con movimientos rápidos, casi desesperados, Arkadi comenzó a dibujar símbolos complejos en el suelo con sus dedos. La tierra pareció arder brevemente con una luz púrpura oscura mientras los trazos se completaban. Los símbolos se entrelazaban, formando un círculo intrincado que palpitaba con una energía palpable.

—¡Amber Lee! —exclamó Arkadi, su voz ahora cargada de poder y desesperación logística—. China. Hong Kong. Ese es nuestro próximo destino.

Aiko, jadeando por el esfuerzo del combate, asintió, su rostro cubierto de sudor frío y hollín. —Vamos por Amber Lee.

Arkadi no les quitó la vista a las criaturas, que ahora rodeaban el círculo mágico con cautela, sus garras golpeando el aire. —Aiko, Volkhov. Entren al círculo. Ahora.

Aiko y Volkhov intercambiaron una mirada de entendimiento y obedecieron, colocándose en el centro del círculo de símbolos que ahora brillaba con una luz azul intensa. Las criaturas oscuras intentaron acercarse, pero una barrera invisible parecía detenerlas, haciéndolas chillar de frustración ante la magia arcaica.

Arkadi levantó sus manos hacia el cielo nocturno, su cuerpo temblando con la energía mágica que fluía a través de él.

—Este portal… nos llevará lejos. A través del espacio y la distancia, no del tiempo. Es rápido… pero puede ser… turbulento. Es magia de transición pura. Aiko, niña del fuego, tu cuerpo puede que no soporte el tránsito. Puede que te desmayes. Agárrate a lo que puedas.

Aiko asintió, apretando con fuerza la empuñadura de su katana, lista para lo que viniera. Volkhov se mantuvo en alerta máxima, su rifle listo para disparar a cualquier criatura que intentara interrumpir el conjuro.

—Prepárense —advirtió Arkadi, su voz ahora un murmullo cargado de poder—. El viaje comienza.

Los símbolos en el suelo comenzaron a girar más rápido, la luz azul se intensificó hasta volverse cegadora, y el aire a su alrededor vibró con una energía creciente y un zumbido ensordecedor. Las criaturas oscuras chillaron y retrocedieron, como si la propia magia las quemara.

De repente, una columna de luz blanca surge del centro del círculo, envolviendo a Aiko, Volkhov y Arkadi. La sensación fue instantánea y abrumadora. Aiko sintió como si cada célula de su cuerpo se desgarrara y se volviera a ensamblar a una velocidad vertiginosa. Su visión se nubló, y el zumbido se convirtió en un rugido sordo.

Volkhov apretó los dientes, luchando contra la sensación de ser estirado y comprimido a la vez, como si su propia masa se estuviera deformando. El mundo a su alrededor se convirtió en un torbellino de colores y formas distorsionadas. Intentó mantener la conciencia, pero la fuerza del portal era demasiado grande. La advertencia de Arkadi sobre el factor "turbulento" se había quedado corta.

Y entonces, tan rápido como comenzó, la sensación cesó. La luz blanca desapareció, y el silencio volvió, aunque un zumbido persistente aún resonaba en los oídos de Volkhov.

Volkhov abrió los ojos, desorientado. El cielo nocturno sobre él era diferente, ya no el negro limpio de Siberia, sino un lienzo contaminado por la luz anaranjada y azulada de una gran ciudad. Y la sensación de vacío en su estómago le indicó que ya no estaba en tierra firme.

Miró hacia abajo y sintió un escalofrío recorrer su espalda. Estaban cayendo. La ciudad de Hong Kong se extendía debajo como un mar de luces brillantes, un laberinto vertical. Estaban a una altura considerable, y la velocidad de su descenso aumentaba rápidamente.

A su lado, Aiko estaba cayendo semi-inconsciente, su cuerpo inerte por el shock del tránsito. Justo a su lado, Arkadi también caía, su rostro pálido y sudoroso.

Aiko, a pesar de estar casi desvanecida, reaccionó por instinto. Vio a Arkadi cayendo a su lado y, con un esfuerzo desesperado que solo la adrenalina y la Piedra de la Regeneración permitían, extendió su brazo y lo agarró por la túnica. Su agarre fue firme, evitando que el mago se precipitara hacia una muerte segura.

Volkhov, sin embargo, no tuvo la misma suerte. Estaba demasiado lejos de Aiko y Arkadi, y la sorpresa de la repentina aparición en el cielo lo había tomado desprevenido. Cayó en picado hacia la ciudad, el viento silbando en sus oídos mientras intentaba inútilmente usar su cuerpo para planear.

El impacto contra el tejado de un edificio fue brutal. Volkhov sintió un dolor agudo y explosivo recorrer su cuerpo. Sus huesos crujieron, y supo al instante que se había roto varias costillas y posiblemente la tibia. El golpe lo dejó sin aliento por un momento, pero la adrenalina y la rápida acción de la Piedra de la Regeneración comenzaron a hacer efecto de inmediato. Sintió cómo sus huesos se realineaban y el dolor disminuía gradualmente, aunque con la sensación de ser quemado por dentro.

Mientras tanto, Aiko, aún cayendo pero ahora con Arkadi firmemente agarrado, buscó desesperadamente un lugar donde aterrizar. Vio un toldo grande y maltrecho sobresaliendo de un edificio cercano y dirigió su caída hacia él, usando su cuerpo como un escudo para proteger a Arkadi.

El impacto contra el toldo fue fuerte, una explosión de tela rota y metal crujiente, pero logró amortiguar la caída. Aiko jadeó por el golpe, pero se mantuvo consciente, aferrándose a Arkadi con todas sus fuerzas.

Abajo, en el tejado donde Volkhov había aterrizado, el ex soldado se levantó con dificultad, gimiendo por el dolor residual. Su pierna aún le dolía, pero podía apoyarse en ella. La regeneración estaba funcionando, aunque no era instantánea.

Miró hacia arriba y vio a Aiko y Arkadi cayendo hacia la siguiente azotea, saltando del toldo. Suspiró aliviado. Al menos estaban relativamente a salvo.

Ahora, dispersos en medio de una ciudad desconocida, después de un viaje intercontinental caótico y una caída libre desde el cielo, Aiko, Volkhov y Arkadi se enfrentaban a su siguiente desafío: reagruparse y encontrar a Amber Lee en la laberíntica metrópolis de Hong Kong. Y esta vez, habían llegado con un aterrizaje… forzoso, sin vehículo de escape y con un nuevo enemigo en el horizonte.

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