Ficool

Chapter 97 - Ecos de un Nombre Familiar

El amanecer era apenas una insinuación entre las nubes grises. Una luz pálida, moribunda, se arrastraba sobre la nieve congelada, tiñéndola de azul espectral. Entre las raíces de un viejo roble derrumbado, un fuego chisporroteaba débilmente, alimentado por ramas secas que Aiko y Volkhov habían recogido. Frente a ellos, Arkadi Rubaskoj se mantenía en silencio, como una estatua en ruinas. Su único ojo blanco reflejaba las llamas como si pudiera ver algo que los demás no.

No había hablado mucho desde que accedió a seguirlos, solo observaba. Escuchaba. Como si cada palabra que pensaba soltar pesara toneladas. Volkhov le había vendado el brazo perdido y la rodilla destrozada, utilizando suministros militares que Aiko había cargado. El mago aceptó el tratamiento con una resignación amarga.

Aiko rompió el silencio, su voz baja y cautelosa.

—Arkadi —dijo, ajustándose la bufanda que le cubría el rostro—. Dijiste que conocías a Ryuusei. ¿Cómo lo sabes? No parece que hayan cruzado caminos en este mundo.

El mago levantó la mirada lentamente. En sus facciones curtidas y sucio rostro se leía una vida de aislamiento voluntario, buscando escapar de lo que percibía. Pero sus palabras... eran algo más.

—Hay nombres que no necesitan ser pronunciados para ser oídos —dijo con voz ronca—. Se sienten. Como un latido más en la sangre que no es tuyo. Es una firma de resonancia.

Volkhov resopló, estaba limpiando su rifle, como lo hacía siempre que sentía que no tenía control sobre una situación.

—¿Eso es todo? ¿Una especie de "latido espiritual"? —preguntó con tono sarcástico, pero sin hostilidad.

Arkadi lo miró con desdén apenas disimulado, el fuego danzando en su ojo.

—Hay cosas que tú jamás entenderás, soldado. No porque seas tonto. Sino porque nunca tuviste que mirar más allá de la carne para ver lo que habita dentro. Eres un hombre de la vista y el toque, no de la resonancia.

Aiko entrecerró los ojos.

—¿Entonces no lo conoces de verdad? ¿Solo lo "sentiste" a través de alguna magia?

El mago sonrió, pero no fue un gesto cálido. Fue la sonrisa de alguien que había visto la podredumbre del universo.

—No lo necesito. Algunos, como él, son faros. Su existencia misma trastoca el tejido de la realidad. Son nexos de caos. Lo que Ryuusei toca... cambia. Y lo que cambia, grita. Esos gritos atraen a entidades que ustedes no pueden concebir, seres que se alimentan de la desesperación.

Volkhov lo observó en silencio por un momento. Luego, dijo algo inesperado que hizo que el aire helado se espesara:

—Yo también he oído esos gritos. No en el aire. En mis sueños. Desde que tengo la piedra en el pecho, son cada vez más claros.

Arkadi giró ligeramente la cabeza. Su único ojo parecía analizar cada célula del ex francotirador, buscando la verdad en la vibración de su cuerpo.

—Entonces ya estás marcado —susurró el mago.

Aiko se cruzó de brazos. Sentía el pequeño chip de traductor en su oreja y la fría piedra en su propio pecho, que latía silenciosamente.

—¿Marcado por qué? ¿Por Ryuusei o por su "utopía"?

Arkadi negó con la cabeza, su locura se mezclaba con una lúcida advertencia.

—Por el camino que eligieron. Hay entidades en movimiento, seres que vienen de fuera del velo. No las verán venir hasta que ya estén dentro de ustedes, susurrándoles sus nombres. Y cuando eso pase… querrán morir antes que resistirse.

La tensión se volvió densa y opresiva. El fuego crepitaba con el único sonido audible. La nieve seguía cayendo en silencio.

—Ryuusei no es una amenaza —dijo Aiko con firmeza—. Quiere crear algo nuevo. Algo mejor. Y vamos a ayudarlo, aunque tengamos que arrastrar a medio mundo con nosotros.

—Una utopía siempre empieza con buenas intenciones —murmuró Arkadi—. Y termina con un río de sangre. El Hijo del Yin y el Yang traerá equilibrio, sí. Pero un equilibrio entre dos fuerzas que destruirán el mundo conocido.

Caminaron en silencio el resto del día, hasta que el sol desapareció como una sombra detrás de los árboles congelados. Aiko no dejaba de pensar en lo que Arkadi había dicho. Y aunque no quería admitirlo, le daba miedo lo mucho que ese hombre sabía sin haber visto nada, solo por "sentir" las vibraciones de la realidad.

Más tarde, mientras acampaban en una cueva baja, Aiko se sentó cerca del fuego y miró a Volkhov, buscando alguna confirmación o consuelo.

—¿Tú también sueñas con cosas… raras? ¿El fuego y la gente sin rostro?

Volkhov tardó en responder. Estaba afilando un cuchillo, su mente concentrada en el metal. Luego, asintió.

—Desde que Ryuusei me puso esa piedra en el pecho, ya no sueño como antes. Ahora todo es fuego. Gente sin rostro. Voces que me llaman por nombres que no reconozco. Es como si la Piedra de la Regeneración actuara como una antena para algo más.

Aiko lo miró con cierta inquietud.

—¿Y tú qué crees que es? ¿La locura de Arkadi?

Volkhov levantó la vista hacia el techo de piedra, como si buscara una respuesta en las grietas.

—No lo sé. Pero si vamos a luchar contra algo así, contra entidades que rompen la realidad, prefiero estar con ustedes y con la piedra... que en contra, completamente solo. La locura es colectiva, supongo.

Ella sonrió. Solo un poco.

—Sabía que no eras tan frío como pareces.

—Y yo pensaba que tú no eras tan madura —replicó Volkhov, devolviendo la sonrisa—. Pero mira, ambos crecimos un poco.

Ambos se quedaron callados. El fuego seguía danzando entre ellos, y Arkadi, en la oscuridad, los observaba. Aunque no decía nada, una parte de él ya empezaba a cambiar. Ya no sentía el impulso de huir.

No por las palabras de Ryuusei, sino por los silencios que no sabía cómo romper, y por la conexión inesperada que estaba naciendo en esa tundra helada.

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