Ficool

Chapter 1 - Bajo la Sombra de la Lluvia

El aire en la Aldea Oculta de la Lluvia (Amegakure) olía eternamente a óxido y desesperanza. La lluvia caía con la tenacidad de una maldición, un murmullo constante que había cubierto los gritos de la guerra civil de Pain y Hanzo. No era la lluvia revitalizante del País del Fuego; era un goteo gris que drenaba el color de la vida.

Akira se movía como una sombra entre los altos rascacielos metálicos y corroídos de la aldea. Su protector de frente, con la insignia de Amegakure raspada por un solo corte horizontal, brillaba débilmente bajo la luz enfermiza de un poste roto. Tenía veintidós años, la edad en la que un ninja de una gran nación ya es un Jōnin consumado. Él era solo un Chūnin , uno de los pocos estrategas que quedaban, pero su ambición era una brasa caliente en el estómago vacío de su aldea.

Habían pasado meses desde que la influencia de Akatsuki se desmoronó, y Amegakure se había convertido en un estado de vacío peligroso. Las Grandes Naciones no enviaban ayuda, solo espías.

-No podemos esperar a que Konoha o Suna nos ofrezcan migajas de su "paz". La próxima guerra nos borrará del mapa si no tenemos algo que ofrecer, o algo que temer.-

Ese pensamiento era el de Akira. Había dedicado su vida a desmantelar los remanentes de la infraestructura de Pain, buscando no solo seguridad, sino poder. Su objetivo actual: el Sector Delta - 9, un búnker olvidado bajo una de las alas centrales de la antigua base de operaciones de Yahiko.

Descendió por un conducto de ventilación que apestaba a moho y humedad metálica. Sus manos enguantadas se aferraban a las barras oxidadas. Al tocar el suelo, encendió un pequeño cristal de chakra que emitía una luz tenue y azul, lo suficiente para revelar un túnel estrecho.

El túnel no era una construcción de Amegakure. La arquitectura era limpia, fría y con sellos rudimentarios de contención alrededor de las puertas. Era inconfundible: una extensión secreta de los antiguos laboratorios de Orochimaru, probablemente usados por él o sus asociados en la región.

Akira se detuvo ante una puerta de seguridad gruesa. Desactivar un sello de protección requería chakra y habilidad en Fūinjutsu, pero él había desarrollado una alternativa. Sacó de su bolsa una pequeña carga explosiva envuelta en papel con un diseño complejo. No era un explosivo común.

—Jutsu de Trampas: Estallido Silencioso —susurró.

Colocó la carga y tejió un sello de mano. La explosión no fue un estruendo, sino un pulso sordo. El sello no destruyó la puerta, sino que dislocó molecularmente los puntos de anclaje, haciéndola caer con un chirrido metálico. Era la marca de Akira: la fuerza usada con precisión estratégica.

...

El aire dentro del búnker golpeó su rostro; era pesado, enrarecido y sin el olor a lluvia. La habitación estaba sumergida en agua estancada hasta los tobillos. Lo que quedaba era un laboratorio de campo. Estanterías volcadas, frascos de vidrio rotos y mesas de acero cubiertas de cieno.

Akira avanzó con cautela. Su objetivo no eran los restos tecnológicos, sino el papeleo. El verdadero poder en el mundo ninja siempre residía en la información sellada.

Junto a una pared, parcialmente cubierto por un mueble caído, encontró lo que buscaba. No era un pergamino, sino un pequeño cofre de metal sellado con barro. Al romper el sello de barro, encontró una serie de diarios de tapa dura envueltos en tela de seda tratada.

Eran las notas del científico renegado que había trabajado en la región, un nombre menor en el círculo de ayudantes de Orochimaru. Akira comenzó a hojear el primer diario, el papel resistiendo milagrosamente la humedad.

...El Hokage se equivocó. Su Mokuton era primitivo, un regalo biológico. Nosotros, a través del sacrificio genético, alcanzaremos el verdadero propósito del Elemento Madera. No dar vida; tomarla.

La mención del Mokuton hizo que Akira contuviera la respiración. Era la línea de sangre más codiciada y temida, el poder que había fundado la aldea más grande.

Pasó las páginas. Los dibujos eran diagramas biológicos y de Fūinjutsu, mezclando la ciencia ninja y la manipulación de chakra. El científico detallaba la inestabilidad de los experimentos de Orochimaru, y luego introducía su propio proyecto:

Proyecto [CERO]. El Mokuton Cero. No es la vida, es la ausencia. Una raíz que absorbe la vida. Un sello que borra el concepto de 'chakra' de la zona. El antídoto a toda guerra... o la herramienta para esclavizar a todas las naciones.

Akira sintió un escalofrío que no tenía nada que ver con la humedad. Esto no era un arma para ganar una guerra; era un arma para terminar la guerra y reescribir el mundo. La supervivencia de Amegakure ya no sería un deseo, sino una certeza.

...

En ese instante, el murmullo de la lluvia exterior se interrumpió. El silencio fue más aterrador que cualquier grito.

Akira, entrenado en la tensión constante de una aldea bajo asedio, se agachó instintivamente, deslizando los diarios bajo su chaqueta.

—Demasiado tarde —una voz fría y hueca resonó desde el túnel de ventilación que él había usado.

No era la voz de un ninja de Konoha, Suna o Iwa. Era la voz de alguien habituado a operar en las sombras, de alguien con una disciplina mortal.

Un hombre alto y delgado aterrizó en el charco donde la puerta había caído. Llevaba el uniforme estándar de un espía, pero su rostro estaba cubierto por un pañuelo negro y sus ojos emitían una concentración glaciar. Su banda era la de Takigakure (Aldea Oculta de la Cascada), pero con el mismo corte renegado. Era un agente de Akatsuki, o al menos, un mercenario que había estado rastreando el rastro del científico.

—El Pergamino Muerto debe ser asegurado. El amo ya no puede tolerar los cabos sueltos de ese tonto. Suéltalo, Chūnin.

Akira no dudó. El conocimiento del Mokuton Cero era demasiado valioso para entregarlo.

—Si viniste por el pergamino, te equivocaste de persona. Si vienes a por mi vida, tendrás que trabajar para ganártela —respondió, con la voz baja y firme.

El espía sonrió bajo su máscara. De su cinturón sacó dos pequeñas esferas metálicas.

—No necesito tu vida. Solo los secretos que te quitan el sueño.

El mercenario arrojó las esferas. No explotaron. En cambio, emitieron una densa niebla púrpura. Akira, experto en venenos y gases tóxicos, supo de inmediato que no era solo una cortina de humo.

—Jutsu de Niebla: Desorientación —masculló el espía, desapareciendo en el vapor.

La niebla era un distractor, pero también un arma. Akira sintió cómo su chakra se volvía perezoso, como si el aire mismo se negara a permitir su flujo.

Rápidamente, Akira se tapó la boca y la nariz con una sección de su bufanda y activó el modo de batalla. Sacó tres sellos explosivos comunes, los programó con una secuencia temporal que solo él podría calcular y los lanzó a ciegas hacia tres puntos diferentes de la habitación, esperando que el impacto revelara la posición del enemigo.

La primera explosión detonó, y el mercenario no apareció. La segunda detonó, y solo se oyó un ligero sonido de agua al ser salpicada.

El tercer explosivo detonó. ¡BAM! En lugar del impacto esperado, la explosión reveló la silueta del espía sobre el techo metálico. Había usado el vapor y el sonido como cubierta para saltar a la parte superior, esperando el momento justo para un ataque aéreo.

El espía descendió en picado, con un Kunai en cada mano.

Akira, sin poder usar un jutsu fuerte debido a la niebla, se arrojó hacia adelante. Con una maniobra desesperada de Taijutsu basada en el impulso y el equilibrio, logró esquivar el corte letal.

Mientras rodaba, su mano tocó la bolsa de su muslo. Sacó su última esperanza: un pequeño puñado de bombas de humo concentrado mezcladas con polvo de hierro.

—Si quieres niebla, te daré una tormenta —gruñó Akira, lanzando las bombas contra el suelo.

La explosión de humo fue más densa y oscura que la del mercenario. El polvo de hierro suspendido interfirió con la detección de chakra. El mercenario se detuvo, confundido.

Ese segundo de confusión fue todo lo que Akira necesitaba.

Corrió por el túnel abierto, aferrándose a los diarios. Detrás de él, escuchó el jutsu de viento del espía intentando disipar la niebla, seguido por un grito de frustración.

Akira no miró atrás. Ya era un objetivo. Pero en sus manos, no tenía solo unos diarios, sino el conocimiento para cambiar el destino de Amegakure, o el poder para destruir el mundo ninja antes de que la Cuarta Gran Guerra pudiera siquiera comenzar. El Mokuton Cero había despertado...

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