Ficool

Chapter 3 - La Trampa de la Niebla y la Mentira Táctica

La lluvia de Amegakure tiene una cualidad única: no limpia mas que todo oculta. Para Akira, que acababa de marcar su protector con la línea del traidor, esa lluvia era ahora su único manto. Se movía por la periferia industrial del Sector Norte, saltando entre cintas transportadoras oxidadas y tuberías que silbaban vapor caliente.

No corría a ciegas. Su mente, entrenada en la lógica de las trampas, trazaba una ruta que maximizaba el ruido ambiental para enmascarar sus pasos. Sin embargo, la sensación de peligro no disminuía. Era un picor eléctrico en la base del cráneo, la manifestación física de la intención asesina de alguien que lo estaba cazando.

El mercenario de la niebla no se había rendido.

Al llegar al Eje de Drenaje 4, una inmensa caverna artificial donde las aguas residuales de la aldea convergían antes de ser expulsadas a los ríos exteriores, Akira se detuvo. El ruido aquí era ensordecedor. Cascadas de agua negra caían desde cincuenta metros de altura.

—Es aquí —murmuró. Sabía que si seguía corriendo, moriría cansado. Tenía que cambiar la dinámica de la persecución.

Se giró, plantando sus pies sobre una pasarela de rejilla metálica. Sacó tres kunais, pero no los lanzó. Esperó.

La niebla comenzó a formarse. No era vapor natural; era densa, de un color violeta pálido y olía a ozono y lavanda podrida.

—Dejaste de correr, Chūnin —la voz del mercenario resonó en todas direcciones, rebotando en las paredes metálicas—. 

Una decisión valiente. O estúpida.

Una figura emergió de la bruma al otro extremo de la pasarela. El mercenario de Takigakure caminaba con calma, sus manos relajadas. Llevaba su máscara de porcelana inclinada ligeramente.

—Entrégame los diarios de Tateshina —dijo el cazador, levantando una mano. El agua de la lluvia que caía a su alrededor se detuvo en el aire, formando agujas líquidas—. Y te permitiré morir rápido, sin que la neurotoxina de mi niebla disuelva tus pulmones.

...

Akira sabía que no podía ganar en un combate de Ninjutsu. Su reserva de chakra era media, y el enemigo era claramente un rango Jōnin o superior, especializado en asesinato silencioso.

—No puedo darte lo que ya no tengo —mintió Akira, buscando ganar tiempo mientras su mano izquierda se movía imperceptiblemente hacia su bolsa trasera.

—Mientes. Tu ritmo cardíaco se aceleró.

El mercenario hizo un solo sello de mano.

—Suiton: Lluvia de Agujas Negras.

Las gotas de agua suspendidas se dispararon como balas. Akira se lanzó hacia un lado, rodando sobre el metal frío. Las agujas perforaron la rejilla donde había estado parado segundos antes, derritiendo el acero con un siseo ácido.

Acero ácido. Es un Kekkei Genkai o una técnica secreta de alta pureza, analizó Akira mientras se cubría detrás de una turbina.

No podía salir al descubierto. Necesitaba una ventaja injusta.

Akira sacó un frasco de aceite de motor (robado del almacén anterior) y dos esferas negras: sus Cargas de Electrólisis.

—Si tú controlas el agua, yo controlaré la conducción.

Lanzó el frasco de aceite al aire y lo detonó con un shuriken. El aceite cubrió la pasarela frente a él. Luego, lanzó las cargas eléctricas, no al enemigo, sino al agua estancada bajo la rejilla metálica.

—¡Ahora!

Akira pateó la turbina para impulsarse hacia atrás justo cuando el mercenario aterrizaba en la zona aceitosa. El asesino resbaló. Fue un error minúsculo, una pérdida de equilibrio de milisegundos, pero suficiente.

Akira activó las cargas. ¡ZAP!

Un arco voltaico azul subió desde el agua, usando la pasarela mojada como conductor. El mercenario, empapado por su propio jutsu, recibió la descarga completa. Su cuerpo se convulsionó, el chakra de agua se dispersó y cayó de rodillas, gritando.

...

Akira no intentó rematarlo. Sabía que un ninja de ese nivel se recuperaría en segundos. En su lugar, corrió hacia él, no con un arma, sino con una palabra.

Se detuvo a cinco metros, jadeando, sosteniendo un sello explosivo en alto.

—¡La fórmula está incompleta sin el sujeto! —gritó Akira sobre el estruendo del agua—. ¡Si me matas, nunca encontrarás a Kitsune!

El mercenario se congeló. La descarga eléctrica había parado, pero la parálisis ahora era psicológica.

—¿Qué has dicho? —gruñó el asesino, intentando levantarse, con humo saliendo de su ropa mojada.

—Leí los diarios —Akira soltó la mentira con la convicción de un actor—. El Sello Cero necesita un catalizador biológico. Un sujeto de prueba llamado Kitsune que escapó de los laboratorios de Kirigakure. 

Yo sé dónde está. 

Tú no.

 Si me matas, tu misión fracasa y Akatsuki te despellejará vivo.

La mención del nombre clave "Kitsune" (que Akira había leído en el Diario 2) fue un golpe maestro. El mercenario dudó. Su misión era recuperar el poder, no solo matar al mensajero. Esa duda creó una ventana de oportunidad.

Akira aprovechó la vacilación.

—Arte Ninja: Cortina de Humo de Polvo de Hierro.

Lanzó todo lo que le quedaba al suelo. Una explosión de humo denso y partículas metálicas llenó el puente, bloqueando la visión y los sensores del enemigo.

Akira se giró y saltó al vacío, hacia el canal de desagüe principal que conducía fuera de la aldea. Cayó cuarenta metros hacia el agua turbulenta, protegiendo los diarios con su cuerpo.

Mientras la corriente lo arrastraba hacia la oscuridad del túnel de salida, escuchó el grito de frustración del mercenario a sus espaldas. 

Había sobrevivido. 

Por ahora.

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