Escuché voces.
Al asomarme por un pequeño hueco, vi a un grupo de niños; seguramente los nietos de los ancianos que vivían allí. Era señal de que había más gente, aunque el calor y el sol los mantenían dentro de las casas.
Como siempre, los niños ignoraban los peligros.
Me tumbé, escuchando sus risas y juegos.
Eso me trajo viejos recuerdos: cazando con mi padre y mi hermano mayor.
---
En nuestra segunda cacería encontramos a un niño encadenado al suelo de un sótano.
Habíamos imitado los sonidos de lobos y dejado rastros como si animales salvajes hubieran entrado y devorado al dueño de la casa.
Encontramos al niño aterrado, claramente golpeado.
Nuestro padre, aún arriba, no sabía lo que habíamos hallado. Mi hermano y yo pensamos que quizás había creído que el hombre nos había enviado… o tal vez fue por vernos cubiertos de sangre. Nunca llegué a preguntarle.
---
Mi hermano se sentó frente al niño y comenzó a hablarle. Poco a poco se tranquilizó.
Nos contó que sus propios padres lo habían entregado a ese hombre para saldar una deuda. El pueblo era pequeño y pobre, pero sus padres, a pesar de tener algo más que el resto, no querían pagar. Así que dieron a su hijo como moneda de cambio.
Era horrible. Me sentía sucia de solo escucharlo.
El rostro de mi hermano mostraba el mismo asco… pero en sus ojos vi un brillo, ese brillo que siempre presagiaba problemas.
---
Subimos para contarle a nuestro padre lo ocurrido.
Bueno, más bien Luc se lo contó, mientras yo buscaba una llave para quitarle las cadenas sin lastimarlo.
No quería hacerle más daño; ya había pasado por demasiado.
Cuando regresé al sótano, vi la mirada de mi padre: fría, aterradora, con las venas de los ojos inyectadas en sangre.
No solía ponerse así, pero con lo que nos había contado el niño, lo entendí.
---
Lo liberamos.
Hablamos con él, aunque no era muy comunicativo: apenas respondía con un “sí” o un “no”.
Papá comenzó a enseñarle nuestras tradiciones familiares junto a nosotros: la casa ancestral, el ritual de mayoría de edad —cazar a una persona a plena luz del día sin levantar sospechas—, y las costumbres, como permitir que las mujeres tuvieran más de una pareja.
Eso me parecía extraño, pues normalmente veía a las mujeres con un solo hombre.
Sabía que no éramos de la misma raza, pero no esperaba diferencias tan grandes.
---
Pasaron varios meses hasta que el chico nos dijo su nombre: Mark.
Recuerdo cuando casi se nos pierde en el lago: papá estuvo veinte minutos bajo el agua buscándolo, pensando que se ahogaba, y luego apareció entre unos arbustos diciendo que había encontrado bayas silvestres.
Nos reímos todo el día.
Esas pequeñas cosas hacían especial estar juntos.
---
Tiempo después, Luc tuvo la idea de vengarse de los padres de Mark.
Al principio me pareció una mala idea; podríamos salir heridos.
Pero Mark sentía que necesitaban una lección. Además, aunque no soportaba a sus padres, tenía dos hermanos pequeños, una niña y un niño, y no quería que ellos pasaran por algo parecido.
Le parecía bien que hiciéramos algo contra ellos.
Ojalá hubiera sabido la locura que se desataría.
La habría evitado.