Ficool

Chapter 13 - Pasos en Terreno Frágil

El amanecer llegó con una claridad que parecía burlarse de su insomnio. Kenji se había pasado gran parte de la noche sentado frente al piano, tocando fragmentos que no llevaban a ninguna parte, como si las teclas pudieran darle respuestas. Cuando finalmente se levantó, los primeros rayos de sol se colaban por la ventana, tiñendo la habitación de tonos dorados.

Bajó las escaleras con movimientos lentos, intentando preparar las palabras que sabía que tendría que decir. En la cocina, Yuriko terminaba de preparar el desayuno, mientras Kyoko estaba sentada con el celular entre las manos, el ceño fruncido y los labios apretados. Kenji saludó con un tono suave.

—Buenos días.

Kyoko levantó la vista apenas un segundo antes de volver a su pantalla. Su silencio era más elocuente que cualquier reproche. Yuriko, en cambio, sonrió con esa serenidad que parecía sostener la casa incluso en medio de una tormenta.

—Desayunen antes de que se enfríe —dijo simplemente.

Kenji se sentó frente a Kyoko, pero esta no lo miró en ningún momento. Cada segundo que pasaba, el peso del silencio aumentaba. Finalmente, fue él quien lo rompió.

—Kyoko… ¿podemos hablar?

Ella dejó el celular sobre la mesa con un golpe seco.

—¿Hablar? ¿Ahora quieres hablar?

—Quiero arreglar las cosas. No quiero que sigas pensando que… que no me importa.

Kyoko lo miró por primera vez desde la noche anterior, y en sus ojos había algo distinto: no solo enojo, sino una tristeza profunda.

—¿Sabes qué pienso, Kenji? Que no tienes idea del lío en el que te metiste. Y peor aún, creo que ni siquiera sabes quién eres ahora.

Él apretó los labios, sintiendo cómo cada palabra se clavaba.

—Por eso quiero cambiar. No puedo seguir así.

Kyoko lo observó unos segundos más antes de suspirar.

—Si de verdad quieres cambiar, empieza por ser honesto. No solo con ellas, sino contigo. Y… no vuelvas a hacerme sentir que eres un extraño.

Se levantó, tomó su bolso y salió rumbo a la escuela sin esperar respuesta. Kenji se quedó sentado, procesando esas palabras. Yuriko, que había escuchado todo en silencio, se acercó y le posó una mano en el hombro.

—Lo que vale la pena duele, Kenji. No te rindas.

El camino al instituto se sintió más largo que nunca. Cada paso lo acercaba a la primera de las conversaciones que había decidido enfrentar. Sakura. Sabía dónde encontrarla: la azotea. Desde que la conocía, ese había sido su refugio en los momentos difíciles.

Subió las escaleras con el corazón latiendo en la garganta. Cuando abrió la puerta, la vio sentada junto a la barandilla, con el cabello meciéndose suavemente por el viento. Tenía el cuaderno en las manos, pero no escribía. Se limitaba a mirar el cielo como si buscara respuestas en él.

Kenji caminó despacio, procurando no asustarla.

—Sakura…

Ella giró la cabeza, y la sorpresa en su mirada fue reemplazada al instante por algo más frío. Bajó la vista hacia el cuaderno sin decir nada.

—Sé que no quieres verme —continuó él, deteniéndose a un par de metros—, pero tenía que hablar contigo.

Sakura cerró el cuaderno con suavidad y lo abrazó contra el pecho, como si fuera un escudo.

—¿Qué quieres decir, Kenji? ¿Que no fue tu intención? ¿Que todo fue un malentendido? —su voz era tranquila, pero había una grieta en ella que lo desgarró.

—Quiero decir que lo siento —respondió él con sinceridad—. Que no manejé las cosas como debía. Que nunca quise lastimarte… ni a ella.

Sakura lo miró entonces, y en sus ojos había lágrimas contenidas.

—No sabes lo difícil que fue para mí decir lo que sentía —murmuró—. Y en lugar de una respuesta… obtuve silencio.

Kenji dio un paso adelante, pero se detuvo cuando ella se apartó apenas.

—No podía elegir, Sakura. Porque no sería justo elegir sin entender lo que siento de verdad.

Un silencio tenso se extendió entre ambos. Finalmente, ella respiró hondo y bajó la mirada.

—Necesito tiempo. No para olvidarte… pero sí para volver a ser yo misma.

Kenji asintió, sintiendo cómo el aire se volvía más pesado en sus pulmones.

—Tómalo. Yo… esperaré.

Se alejó sin mirar atrás, porque si lo hacía, tal vez no tendría fuerzas para irse.

El resto del día lo pasó buscando a Sawada. La encontró al final de la jornada, en la cancha vacía, lanzando balones con furia. Se acercó sin hacer ruido, pero ella lo oyó.

—¿Vienes a darme otro discurso? —preguntó sin mirarlo, encestando un tiro perfecto.

—Vengo a disculparme.

—¿Disculparte? —Sawada soltó una risa seca y giró hacia él, con el cabello pegado a la frente por el sudor—. ¿Sabes lo patético que suena eso después de lo que hiciste?

Kenji sostuvo su mirada, firme.

—No sé si suena patético, pero es lo único honesto que puedo decirte. No quise hacerte daño.

Sawada lo observó en silencio unos segundos antes de dejar caer el balón.

—¿Sabes qué es lo peor? —preguntó, caminando hacia él hasta quedar a pocos centímetros—. Que todavía me gustas, idiota.

Las palabras lo golpearon como un puño. Quiso responder, pero ella lo empujó con fuerza en el pecho antes de darse media vuelta y marcharse, dejándolo solo en medio de la cancha.

Cuando llegó a casa esa noche, la tensión seguía instalada como una sombra. Yuriko no dijo nada, pero sus ojos parecían preguntar si había logrado reparar algo. Kenji se limitó a sonreír con cansancio antes de subir a su habitación.

Pero la calma duró poco. Apenas se dejó caer en la cama, recibió un mensaje de Marin: "¡Gran noticia! Te necesito mañana para algo increíble. Confía en mí ;)"

Kenji suspiró. Sabía que con Marin, "algo increíble" significaba caos asegurado. Pero tal vez… también era lo que necesitaba para escapar, aunque fuera por un momento, del peso que lo asfixiaba.

Esa noche, mientras la ciudad dormía, Kenji tomó una decisión: no iba a seguir persiguiendo la perfección. No porque se rindiera, sino porque entendió que la perfección nunca había sido el objetivo. Lo importante era ser real. Aunque doliera. Aunque se equivocara.

Y mientras escribía una nueva melodía en la libreta —no perfecta, no pulida, solo sincera—, sintió que, por primera vez en mucho tiempo, podía respirar.

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