Ficool

Chapter 2 - Incendio

1.

"Tus ojos bajo mi sello"

Shen Lían nació producto de una relación ilegítima entre una mujer de alto rango dentro del clan y un demonio, un hecho que no solo ensució su linaje sino que selló su destino desde el primer día, pues ni bien abrió los ojos ya estaba condenado al desprecio, al aislamiento y al juicio público de todos los que, sin conocerlo, lo etiquetaron como escoria inútil.

Sus capacidades desmentían cada palabra, porque todo lo que observaba lo comprendía con precisión, dominaba las técnicas sin esfuerzo, y su control espiritual se desarrollaba con una rapidez que ni los cultivadores veteranos podían entender, pero a pesar de eso, jamás tuvo un aliado entre sus iguales, ni una sola relación genuina más allá de su padrastro, quien, aún sabiendo que no era su hijo de sangre, lo trató con cierta decencia y llegó a decirle en voz baja que no era culpable por los actos de su madre y que no debía cargar con lo que no eligió, aunque ambos sabían que esas palabras no cambiaban nada dentro de la secta.

Cuando su madre murió, Shen Lían tenía diecisiete años, y con su muerte el equilibrio que había contenido desde niño comenzó a descomponerse sin pausa, hasta que el núcleo espiritual dentro de su cuerpo reveló lo que había estado oculto: una composición híbrida que no era completamente humana ni del todo demoníaca, y que a partir de ese momento empezó a generar mutaciones físicas visibles que no podía detener, pues cada vez que sentía hambre sus pupilas se teñían de un rojo intenso, su piel cambiaba de temperatura, los músculos se contraían involuntariamente, y bajo los ojos aparecían líneas brillantes como si algo incandescente intentara abrirse paso desde el interior.

Mientras su cuerpo empezaba a reaccionar con hostilidad ante la proximidad de carne humana, como si su instinto estuviera diseñado para cazar, aun así no cruzó el límite. Nunca devoró a nadie, y se mantuvo obedeciendo todas las normas del clan Qianxu, incluso cuando el acoso no cesaba y los discípulos seguían viéndolo como una aberración que debía ser expulsada.

La única excepción fue Bai Xun, un cultivador ocho años mayor que él, que desde el principio se posicionó como su protector y lo defendió del resto con naturalidad, hasta convertirse en su único apoyo, el único que lo trataba como si no fuera un parásito, aunque años más tarde Shen Lían descubriría que eran hermanastros por parte de padre, lo que explicaba ciertos silencios y contradicciones en las actitudes de Bai Xun, quien nunca se lo confesó directamente, pero tampoco lo negó cuando se enfrentaron por primera vez fuera del pabellón de la secta, en una conversación que no terminó bien porque, aunque fingía neutralidad, Bai Xun también deseaba a la joven cultivadora que más tarde se convertiría en la esposa de Shen Lían, y aunque nunca dijo nada ni reclamó abiertamente, dejó de tratarlo como antes y se volvió una figura fría, difícil de leer, hasta que con el paso del tiempo sus actos lo confirmaron todo.

La situación se deterioró con rapidez cuando Bai Xun envenenó a su propio padre, no por venganza ni por conflictos ideológicos, sino por una envidia acumulada durante años, porque sabía que, incluso con su estatus intacto y su sangre limpia, no podía igualar las habilidades de Shen Lían. El favoritismo de su padre hacia él fue la gota que derramó el vaso.

Al eliminar a su progenitor tomó el control completo de la secta, consolidando un poder que usó de inmediato para rebajar a Shen Lían a la categoría de esclavo espiritual mediante un contrato forzado que lo ató al servicio, lo separó de su esposa, anuló su matrimonio, y colocó a la mujer al lado de Bai Xun como una más dentro del harén que construyó con lentitud.

Shen Lían yacía encerrado, vigilado y torturado durante años, sin saber que el núcleo demoníaco que dormía dentro de él se estaba alimentando de cada humillación, fortaleciéndose sin ruido y preparando su propia ruptura.

Lo que finalmente lo liberó no fue un acto de misericordia ni una estrategia racional, sino la descomposición completa del núcleo espiritual, que en algún punto dejó de obedecer las estructuras humanas del qi y se entregó por completo al hambre demoníaca, rompiendo los sellos internos y desatando una violencia que no respondió a órdenes ni a lógica cultivadora, sino a la necesidad de destruir todo lo que lo había mantenido sometido, y fue así como Shen Lían escapó, con el cuerpo alterado, la energía distorsionada, la conciencia entrecortada y la capacidad de matar sin rituales, y uno por uno eliminó a los que lo habían despreciado, incluyendo a los ancianos del salón interno, los discípulos que lo golpeaban por placer y todos los que se habían reído de él cuando sangraba, hasta que llegó a Bai Xun y lo destrozó con las manos, rasgándole la garganta, devorando su carne y tragándose los huesos sin dejar nada.

Después de eso fue por su ex esposa, la mujer que había fingido amarlo, y la mató.

No quedaba nadie que pudiera oponérsele, así que se quedó con el harén, reconstruyendo la secta y siendo el más poderoso de todos.

Pasaron años.

Shen Lían, que no necesitaba compañía ni buscaba redención, conoció a una joven que no retrocedió al verlo, que no lo cuestionó ni intentó entenderlo, solo se quedó, y en su presencia, por primera vez desde que tenía memoria, se enamoró.

Fin.

'' '

Después de cerrar el libro, su hermana permaneció inmóvil por un instante, observando con atención el rostro inexpresivo de su hermano, esperando algún comentario que justificara la insistencia con la que le había pedido que leyera ese volumen, pero al no obtener reacción alguna, lo tiró sin delicadeza sobre el futón y bufó con fingida indignación.

—¡No está tan mal! Y además tu libro ese de La descendencia humana es insufrible, con decir que me dormí antes de terminar la sinopsis.

Xiao no se molestó en levantar la vista; tenía el libro aún entre las manos, hojeándolo con cierta desesperanza, como si esperara encontrar, en una segunda lectura accidental, algo que redimiera el sin sentido general de esa novela, pero no lo encontró, y en cambio dejó escapar una exhalación seca mientras leía en voz baja algunos pasajes subrayados, sin entender cómo era posible que eso estuviera publicado.

—No tiene lógica —murmuró, más para sí que para ella—. Si el protagonista ya sabía desde el capítulo tres que el líder del pico oeste estaba detrás del veneno, ¿por qué regresa a su secta con absoluta confianza en el capítulo ocho? Ni siquiera tenía el poder suficiente en ese momento. ¿Y cómo es posible que todos crean que Yue Qing es malvado solo porque frunció el ceño una vez? ¿Dónde están las pruebas, el juicio, la memoria básica?

Su hermana, que ya había perdido el interés en discutir, se había tirado en la cama con los auriculares puestos, pero él siguió hablando.

—Y ese otro tipo, el maestro que desaparece por treinta capítulos y luego aparece salvando a todos como si nada, ¿no era el mismo que había masacrado a su propia familia por "un error"? ¿Nadie recuerda eso? ¿Tienen amnesia colectiva? —cerró el libro de golpe—. ¿Y Yue Qing? ¿Muere... por una tortuga espiritual? ¿Cómo puede alguien morir por eso? ¿No podía moverse dos pasos a la izquierda?

Su hermana fingió no escucharlo y cerró los ojos, murmurando algo ininteligible antes de quedarse dormida. Xiao, frustrado por la incoherencia narrativa y aún más por la indiferencia de su hermana, dejó el libro sobre el escritorio con resignación y volvió a sus apuntes, revisando el contenido que debía preparar para la clase de historia que impartiría al día siguiente en la universidad.

Mientras completaba una tabla cronológica, levantó la voz sin volverse:

—Apaga el gas, por favor. Está oliendo raro.

Pero ella no respondió. Había salido al balcón, hablaba por teléfono con su novio y encendía un cigarrillo. Cuando terminó la llamada, en un gesto distraído y completamente irresponsable, arrojó el encendedor usado hacia la cocina a través de la puerta entreabierta. El objeto golpeó el suelo con fuerza, se partió, y la chispa liberada fue absorbida al instante por el gas acumulado en el ambiente.

Xiao no percibió el peligro. Tenía la nariz congestionada desde hacía días por una rinitis que ignoraba y su concentración estaba fija en las fechas, los nombres, las líneas de sucesión.

No tuvo tiempo de entender por qué, de pronto, toda la habitación estaba en llamas.

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