Ficool

Chapter 5 - Mala suerte

4.

—Ah... Lían~ ... más despacio...

La voz de Yunli era un susurro entrecortado, la respiración cortada por el temblor en sus muslos.

Pero no paraba.

Estaba sentada sobre él, las piernas abiertas, los pies plantados firmes contra el suelo de madera mientras se empalaba una y otra vez con desesperación. Su coño devoraba el pene sin piedad, caliente, resbaloso, tragándose cada centímetro con un ruido viscoso. El sonido se mezclaba con sus gemidos, con el golpe húmedo de su carne contra la de él.

Lían no decía nada. Reposaba ligeramente inclinado, las manos adheridas a la cintura de la señorita.

—Mira hacia adelante

Dijo él con calma, voz aterciopelada, sin una sola gota de sudor en la frente—. No desperdicies la vista.

Yunli alzó la mirada.

Frente a ella, el espejo.

Se vio a sí misma: el cuerpo completamente desnudo, las caderas bajando hasta rebotar contra su pelvis, los senos marcados por los dedos que la habían sujetado minutos antes, la boca entreabierta en un jadeo que no podía controlar.

—Haha… —él chasqueó la lengua suavemente, inclinándose por fin hacia adelante, lamiendo su oreja—. Tan impaciente, Yuni.

Ella quiso decir algo, pero él ya la estaba tocando.

Una mano suya, firme, fue directo al punto entre sus piernas. Con su verga enterrada tan profundo que casi la hacía ver estrellas, deslizó dos dedos hasta su clítoris y empezó a frotar. Tan rápido que la chica entre sus piernas casi se viene.

—A-ah… —ella se arqueó sobre él, gimiendo, apretando con fuerza alrededor de su polla—...¡No ahí, no...!

—¿No ahí? —murmuró Yue Lían, bajando el tono con sonrisa paciente—. ¿Y por qué tiemblas si no es ahí?

Deslizó los dedos blancos hacia abajo, sin sacarlos de su cuerpo. Los hundió dentro del coño ya ocupado, metiéndolos junto a su verga, sintiendo la carne temblar. Yunli sintió que la abría sin esfuerzo como si su cuerpo no tuviera voluntad propia.

—Estás... muy llena

Beso su cuello dejando un chupón.

—¡Cállate…! —ella lo golpeó en el pecho, pero nunca dejó de moverse. Estaba cabalgando más fuerte, con lágrimas amenazando los bordes de sus ojos, el cuerpo hecho un desastre.

Lían la sostuvo con una mano en la nuca. Apretando con fuerza, como si quisiera matarla. Las embestidas empezaron a ser más rápidas, sin dejarle tiempo de respirar.

—¿Te da vergüenza? —preguntó mientras la hacía mirarse—. Entonces mírate más.

Ella gimió fuerte. Las piernas le fallaban. Se vio reflejada con los dedos de él metidos hasta el fondo, su propio cuerpo sudado y moviéndose como una puta sobre su polla, el fluido bajándole entre las piernas, manchando su vientre.

—¿Ya vas a correrte? Pero no te he dado permiso.

—¡Ahhhh~....! — gritó ella, con la espalda arqueada y la cadera bajando tan hondo que se estremeció entera

Yue Lían sonrió afiladamente.

—Entonces córrete..

Él la lastimó brevemente. Yunli se vino con un grito apagado, los dedos clavados en sus muslos y el cuerpo sacudido por espasmos. Le chorreó hasta los huevos, convulsionando sobre su verga como una muñeca.

Yue Lían la había penetrado con tal profundidad que la muchacha se desmayó en su regazo. Él, con indiferencia casi metódica, la apartó como si fuera un trapo húmedo y desgastado, y acto seguido le aferró el cuello con ambas manos hasta dejarla al borde del colapso.

Ella —Yunli— había sido el objeto de su devoción en su vida anterior. La había amado con una intensidad enfermiza, irracional, hasta que descubrió su infidelidad: ya entonces compartía lecho con Bai Xun.

Ahora se vengaba de ese ultraje. Lo hacía mientras la follaba, decidido a matarla después y convertir su cadáver en un receptáculo espiritual sometido, una esclava sexual a su entera disposición. Frunció los labios con desdén y la arrojó al suelo con frialdad.

Sin mirar atrás, se dirigió a la sala de abluciones. Limpió minuciosamente cada vestigio de sudor, sangre y fluidos, purificando su cuerpo con agua cristalizada.

Había renacido en el mismo cuerpo unos meses atrás. Recordaba con exactitud cada evento venidero, cada humillación. Esta vez, no cometería los mismos errores que su antiguo yo. No le concedería a Bai Xun ni una sola victoria, lo mataría antes de eso.

...

Las túnicas se alzaban con violencia, agitadas por el ritmo acelerado del joven. El color rojo de las gotas invertidas bordadas en el dobladillo centelleaba a la luz de las lámparas, como si cada una guardara un presagio. Su respiración era espesa, áspera, casi sólida; el aliento le salía como si arrastrara ceniza en la garganta.

Avanzó sin freno por el pasillo principal del pabellón, con los pies golpeando la piedra pulida sin respeto por el silencio. Al llegar, no se molestó en anunciarse: empujó la puerta con un golpe seco, desgarrando la quietud ceremonial del lugar.

Lían, que sostenía una taza de té entre los dedos, se sobresaltó. Su mirada vacía se alzó lentamente.

—¡Maestro, maestro! ¡Es… es…!

Yue Lían entrecerró los ojos, sin levantarse todavía del cojín donde permanecía sentado. El vapor del té aún flotaba a su alrededor, denso, perfumado con raíz de loto y crisantemo seco. Sus párpados temblaron apenas.

—¿Mm?

El muchacho, rojo del esfuerzo, el pánico, tragó saliva con dificultad antes de escupir las palabras:

—Bai Xun… su hermanastro… está… muerto.

Muerto.

Muerto.

La taza, que ya había perdido su calor, cayó de entre los dedos del joven. Golpeó la piedra y se quebró en tres partes limpias. El líquido oscuro que contenía se derramó sobre el suelo bruñido, y, al entrar en contacto con el grabado espiritual de contención térmica, chispeó. Se elevó un hilo de vapor denso que devoró el aire.

Yue Lían seguía inmóvil.

Las yemas de sus dedos presionaban la tela sobre su rodilla con una fuerza tan brutal que los nudillos palidecieron.

El discípulo no se atrevió a respirar.

________

La voz de Bai Xun resonó dentro de su cráneo como un eco residual arrastrado desde otra dimensión.

'—Ah Luo… sálvame.'

Ye Luo palideció de inmediato, como si le hubieran vaciado la sangre en un solo tirón. Su pecho se contrajo, y una bocanada espesa y carmesí brotó de su garganta, salpicando el aire. El sabor metálico lo devolvió bruscamente a la conciencia. Sus párpados temblaron antes de abrirse con un espasmo.

La visión le bailaba, empañada por líneas de niebla, pero aún así distinguió tres figuras acercándose. Eran jóvenes, de piel traslúcida, blanca como la leche más pura. Lo observaban con una mezcla de curiosidad.

—¡Oh! ¡Oh! El muchacho está despierto, rápido, avísale a Nian Li —exclamó Tang Mo, su voz emocionada mientras dirigía una mirada urgente a su compañero. Cada uno de ellos parecía esculpido por una divinidad indulgente: facciones nítidas, ojos serenos, gestos armoniosos. Belleza celestial con una presencia etérea.

Ye Luo sintió un peso extraño en el pecho. Le brotaron lágrimas internamente.

—¿Dónde…? — Pero su garganta estaba áspera.

Un cuarto joven, con una expresión afilada y sonrisa solemne, se acercó con mesura y le tomó la muñeca con dos dedos. Palpó su pulso verificando que su energía corriera continuamente.

—Está a salvo. Ha tenido muchísima suerte, joven.

Abrió los ojos como platos, de golpe, como si hubiera tragado un relámpago. El recuerdo cayó sobre él como un cubo de agua helada: estaba salvando al perro villano hace un rato.

Su respiración se aceleró al instante, y sus pupilas se dilataron mientras sus ojos recorrían el lugar con urgencia.

—¿¡Dónde está Bai Xun?! —exclamó, con la voz quebrada y la garganta seca.

No obtuvo respuesta. Solo el eco amortiguado de su propia voz en el recinto.

Oh, los dioses realmente lo detestaban.

No solo lo habían arrojado dentro de una novela de cultivación, sino que ahora lo rodeaban más personajes preciosos que probablemente también eran importantes.

Él solo quería pasar desapercibido. Comer dos veces al día. Cultivar plantas y comer papas..

Y sin embargo, ahora desconocía si había salvado al villano.

¿Debería preocuparse?

El más joven de los tres, con un rostro apenas endurecido por la edad y ojos tan límpidos como la nieve derretida, notó de inmediato la urgencia en la voz de Ye Luo. Dudó por un instante.

—Él está muerto… Murió después de la desviación. A ti te encontramos al lado de él. Fan Rou no quiso dar ninguna información sobre lo ocurrido, así que… tuvimos que encerrarla.

La frase cayó como agua helada.

Ye Luo se quedó inmóvil, sintiendo el pulso en las sienes como un tambor.

¿Muerto? ¿Bai Xun… muerto?

—¡Tú! —soltó uno de los mayores, dándole un golpe seco en el codo al muchacho que había abierto la boca. Lo suficientemente claro como para cortarle la respiración.

El joven se encogió de inmediato.

La culpa le subió al rostro, que ahora evitaba mirar a Ye Luo. Apretó los labios y se giró hacia otro lado, evidentemente consciente de que acababa de divulgar información confidencial.

Los tres jóvenes lo rodeaban con la distancia precisa para observarlo sin generar roce. Cada uno representaba una estructura distinta dentro de la secta, lo que se notaba en el modo en que hablaban y se ubicaban. Tang Mo, el más joven, aún no sabía modular sus reacciones. Abrió la boca primero de nuevo.

—No encontramos registros de ti en la secta. ¿Tú quién eres?

Ye Luo no respondió de inmediato. No podía afirmar con certeza. Lo que sabía de él mismo lo había escuchado de la boca de Fan Rou, que en ese momento estaba encerrada por negarse a declarar. Casi llora otra vez.

—Ye Luo, mi nombre. No tengo transmisión oficial. Bai Xun me tomó como lotud property … o algo así. No recuerdo mucho de mí. Me duele la cabeza.

Tang Mo frunció el ceño. A su derecha, Bai Zhi apretó el abanico que sostenía con la diestra.

—¿Qué significa "lotus property"? ¿Sirviente? ¿Discípulo externo sin contrato?

Ye Luo negó con lentitud.

—Bai Xun me salvó. No recuerdo de dónde. Ni cuándo. Todo lo que tengo es lo que Fan Rou me dijo. La cabeza me sigue ardiendo.

Qian Nuo, que había permanecido en silencio, giró apenas el rostro hacia él.

—Eso no es legal. Bai Xun te retuvo cuántos años. Además, rompió la regulación al usar las cabañas de infiltramiento. Solo el maestro Yue Feng tiene acceso a ese terreno. Y su hijo, Yue Lían.

La mención del nombre produjo un estremecimiemto en Ye Luo porque el mismo sabía que ese era el protagonista. .

Bai Zhi intentaba unir todo.

—Eso queda fuera del dominio regular de la secta. Desde que se disolvió la guardia que regulaba esas áreas, nadie rinde cuentas sobre ellas. Ni siquiera el anciano responsable.

—Y aun así, Bai Xun te llevó hasta allí —concluyó Qian Nuo.

El silencio fue prolongado.

—Eres un mago, ¿verdad? —preguntó Tang Mo.

Ye Luo se llevó una mano a la nuca y mantuvo el tono liviano.

— Creo que sí. No recuerdo mucho. Después del accidente me diagnosticaron amnesia. Me acuerdo de cosas sueltas..

Los tres observaron con detenimiento el largo cabello blanco del que estaba en la cama.

Tang Mo fue el primero en retomar.

—No entiendo. Cuando toqué tu mano antes, sentí una energía distinta. No era externa. Provenía de algo condensado dentro de ti. Tienes cuerpo de mago, pero el meridiano corresponde al de un cultivador de rama intermedia. Eso no es común.

Qian Nuo bajó la mirada por primera vez, pero solo para analizar los pies descalzos del albino en cama.

—Una pieza valiosa. Si combinas núcleo interno con capacidad de canalización vegetal, estás fuera del rango promedio. Probablemente por eso Bai Xun no te registró y te escondió.

Ye Luo sentía que estaba a punto de vomitar por la acumulación grotesca de información que apenas podía procesar. Nada encajaba con la historia original. Recordaba claramente que Ye Luo, en la novela, solo era un discípulo cualquiera, una nota al pie del protagonista, alguien que desaparecía del guion sin explicación. Que ahora fuera tratado como si tuviera peso narrativo real resultaba, como mínimo, una broma de mal gusto.

—Esto… —tragó saliva, se llevó una mano detrás de la cabeza e intentó sonar casual—. No creo que sea tan importante. Por favor, déjenme ir. De verdad. Solo soy un pedazo de carne más.

La sonrisa fue incómoda. Ninguno de los tres jóvenes respondió de inmediato. Lo observaron como se observa a un perro abandonado en el umbral de una sala ancestral.

Tang Mo entrecerró los ojos.

—Ah, eso es bastante lamentable, Shidi, porque ya informaron a Gōngzǐ Yue Lían sobre la muerte de Bai Xun. Según el informe, Bai Xun conspiró contra la secta colmillo blanco. Permitió que el sello rojo de el maestro Feng fuera robado durante una operación encubierta con el maestro Wei. Además... el Tamarindo fue encontrado en la cabaña. Y no solo eso.

Bai Zhi tomó la palabra interrumpiendolo.

—El Tamarindo está clasificado como planta espiritual de nivel nueve , categoría venenosa. Altamente reactiva con otros compuestos. El maestro Yue Feng fue envenenado hace seis días con una mezcla de raíces parecidas. El Gōngzǐ ya hizo las conexiones, no tienes oportunidad alguna.

El Maestro Yue Feng falleció. Oficialmente y se desconoce al culpable.Extraoficialmente, Gōngzǐ está convencido de que Xun recolectaba plantas tóxicas para entregárselas a esa secta, la del Valle de Loto Caído, y tú estabas ahí, con él y la sirvienta Fan Rou qué ya fue capturada.

Tang Mo volvió a hablar.

—Yue Lían no es un shīxiōng paciente desde hace un mes. La muerte del Zhǎnglǎo es su detonante. Rechaza todo y ejecuta sin deliberación. Lo más probable es que al enterarse de que tú eres el único testigo directo de Bai Xun junto con la chica… te elimine junto con ella.

Silencio.

Ye Luo sentía un peso estomacal ascenderle por la garganta. El Tamarindo, el Valle, el veneno, el cadáver, el sello.

Sus dedos se apretaron contra el dobladillo de la túnica.

¡Debió escapar y no ayudar al perro villano!

—Esto… ustedes, ¿quiénes son?

Ye Luo apenas podía sostener la mirada. No reconocía los uniformes, o más bien no los había registrado aún, pero en su cabeza seguía rondando la idea absurda de que aquellos tres habían venido a rescatarlo. Ignoraba por completo que las túnicas blancas bordadas con hilos plateados pertenecían a la secta Qianxu, a la rama directa del linaje de los Yue, y que los símbolos en sus cinturones indicaban rango intermedio.

Los tres jóvenes se miraron, como si se preguntaran quién de ellos debía dignarse a responder. Fue Tang Mo quien habló primero.

—Tang Mo. Segundo discípulo del Zhǎnglǎo Yue Feng. Encargado de transmisiones internas y estoy a cargo del pabellón de las Siete Verdades.

Bai Zhi alzó apenas el abanico que había sostenido desde su entrada,.

—Bai Zhi. Discípulo formal del mismo maestro. A cargo del registro interno del Salón de Formación Avanzada.

Qian Nuo fue el último en hablar. Era el más serio de los 3 y el mayor.

—Qian Nuo. Discípulo directo de Yue Feng. Encargado del registro de bienes espirituales y herencia de plantas núcleo. Somos los discípulos personales del Maestro Yue Feng, el padrastro difunto del Gōngzǐ Yue Lían.

Ye Luo sintió que la sangre se le concentraba en las sienes. El mareo llegó de nuevo y se desmayó por 3 vez en el día.

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