Ficool

Chapter 6 - CAPITULO 5

El mundo no se partía en tres.

Eso era lo que enseñaban en el castillo: Cielo, Tierra y Vacío. Pero desde donde estaba Liora, el mundo se partía en dos.

Antes de Escarlata Y después de Escarlata.

El silencio que los rodeaba mientras cruzaban el límite del Matadero no era real. Había mil sonidos: el crujir de la madera húmeda bajo sus botas, el murmullo de las hojas muertas empujadas por brisas sin origen, el lamento de los tendidos mágicos que se oxidaban más allá de los muros. Pero ninguno importaba.

Porque Escarlata no hablaba.

Y eso la estaba desgarrando.

No porque necesitara palabras.

Sino porque, cuando él callaba así… no era por elección. Era porque algo dentro de él estaba luchando por salir.

—¿Sabes qué hay más allá del Bosque de Huesos? —preguntó ella, su voz apenas un soplo.

Escarlata no la miró. Solo mantenía la mirada fija al frente, donde las colinas comenzaban a perder su color.

—He oído que el aire se vuelve espeso, que los pájaros vuelan en círculos y mueren sin razón, que las raíces se alimentan de sus almas.

—Y aun así caminamos hacia allí.

Él se detuvo. Por primera vez en horas.

La miró.

—¿Te arrepientes?

Liora sintió una oleada amarga subiéndole por la garganta. No era ira. Era miedo disfrazado de valentía.

—No me arrepiento de caminar contigo. Me arrepiento de no haberlo hecho antes.

Escarlata bajó la mirada, y en su sombra ella vio algo que no había notado antes: otro reflejo. Otro movimiento.

Como si su silueta ya no le perteneciera del todo.

—Estás cambiando —dijo ella, apenas audible.

—No sé si estoy cambiando… o si solo me estoy revelando.

El silencio volvió. Pero esta vez, fue compartido.

Caminaron hasta llegar a un claro extraño, donde los árboles estaban torcidos como si se hubieran doblado huyendo del cielo. Allí, Liora se sentó primero. Tiró la mochila al suelo y se quitó las botas, dejando que el musgo enrojecido le tocara la piel.

Escarlata no se sentó.

—¿Vas a quedarte de pie como estatua rota o vas a dejar que este momento exista?

Él obedeció con lentitud, apoyando el bastón cerca.

No lo miraba, pero ella sí lo miraba a él. Como si eso fuera todo lo que sabía hacer desde que lo conoció.

—¿Quieres saber por qué nunca te dije lo que sentía? —preguntó ella, sin esperar respuesta.

Escarlata levantó apenas una ceja.

—Porque tú no eras como los demás. Y no me refiero a tus sombras ni a tus malditos ojos tristes. Me refiero a la forma en que me escuchabas. Como si cada palabra fuera un secreto. Como si existiera para ser escuchada por ti.

Él no dijo nada. Pero su sombra tembló.

—¿Y sabes qué me da miedo ahora? Que eso que escuchaba… ya no seas tú. Que haya algo más detrás. Algo que… me mire con tus ojos, pero que no seas tú.

Escarlata respiró hondo. Cerró los ojos.

—Liora…

—No. No me digas que todo va a estar bien. No quiero promesas, ni frases limpias. Quiero saber si me vas a recordar cuando eso que hay dentro de ti se suelte.

Él la miró de frente, al fin. Y en sus ojos no había certeza. Solo una ternura rota.

—No puedo prometer que seguiré siendo el mismo. Pero puedo prometerte algo más difícil.

—¿Qué?

—Que si dejo de ser yo, tú serás quien me lo recuerde… o quien me destruya.

Las palabras no eran románticas. No eran poéticas.

Eran crueles. Reales. Como el mundo que habitaban.

Y sin embargo, ella entendió.

Lo abrazó. No con suavidad, sino con fuerza. Como si al sostenerlo pudiera anclarlo a este plano.

Él la rodeó con sus brazos, y por un momento, sus sombras se unieron en una sola.

Pero esa sombra... se movía.

Y no todas sus formas eran humanas.

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Durmieron allí. No profundamente, ni seguros. Pero juntos.

Y por primera vez en días, el Vacío no se acercó.

Porque lo que estaba dentro de Escarlata… se quedó quieto.

Escuchando.

Esperando.

Y sabiendo que, ahora, no estaba solo.

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