Ficool

Chapter 8 - Para ser más fuerte

Las horas pasaron rápidamente y la luz del día empezaba a colarse por la ventana de la habitación. Haber pasado la noche en una cama decente había sido lo mejor que Kenji pudo recibir en tres días de sufrimiento desde su llegada.

—¿Ya amaneció?... Me quedé dormido sin darme cuenta —murmuró para sí mismo mientras abría los ojos.

—Veo que ya despertaste —dijo Elise desde la entrada de la habitación—. ¿Lograste descansar?

—Sí… Muchas gracias —respondió Kenji mientras hacía una reverencia.

—No te preocupes por eso. Me gustaría dejarte descansar más, pero el tiempo es oro. Así que, come el desayuno que está en el comedor y prepárate.

—Comenzaremos el entrenamiento tan pronto como termines. Espero que te sientas preparado.

—...

—Ah, una cosa más. En el cobertizo del patio encontrarás ropa. Toma un par y cámbiate. Te esperaré afuera —añadió Elise antes de retirarse de la habitación.

—Haa…

Kenji suspiró al mirar su cuerpo, notando que seguía usando las mismas prendas con las que llegó: en mal estado, manchadas de sangre y desgarradas.

Luego de tomar el desayuno y cambiarse, Kenji salió de la casa para encontrarse con Elise. La primera imagen que vio fue a ella sentada en el suelo, meditando en compañía de Sofía.

—Señorita Elise…

—Kenji… ¿Sabías que el cuerpo humano puede volverse hasta diez veces más fuerte de lo que es?

—El cuerpo tiene una capacidad asombrosa para adaptarse y fortalecerse, pero también tiene límites…

—Límites que nosotros podemos romper fácilmente gracias a nuestro poder. Un poder que nos hace diferentes de los seres humanos normales. Ese poder es…

—La energía elemental.

Al terminar de decir eso, Elise se levantó lentamente y fijó su mirada en Kenji.

—Controlar la energía elemental, sumada al entrenamiento físico, te convertirá en alguien muy fuerte. Así que dividiré tu entrenamiento en tres partes: estado físico, hábitos de lucha y, por último… dominio elemental.

—En la mejora de tu estado físico nos enfocaremos en: fuerza muscular, resistencia, resistencia a fuerzas extremas, regeneración y adaptación al espacio.

—Así que… manos a la obra.

—¡Sí! —exclamó Kenji con entusiasmo.

Por más increíble que pareciera, los primeros días de entrenamiento solo consistieron en ejercicios generales: planchas, abdominales, dominadas… Fortalecer el tren inferior y superior fueron los puntos clave al comenzar. Cumplir con las sesiones desde el principio no fue tarea fácil para Kenji; los errores y caídas eran frecuentes.

—No pierdas el tiempo ahí tirado… Levántate y continúa.

Estas eran las palabras de Elise. Aunque podía parecer amable por fuera, su verdadera naturaleza era la de una guerrera determinada. Cuando se trataba de entrenamiento, no había piedad hacia Kenji. Para él, era evidente por qué era una de los capitanes más fuertes del reino.

Había pasado un mes desde que comenzó el entrenamiento de fuerza muscular, y los músculos en el cuerpo de Kenji ya eran mucho más notorios.

—Parece que hasta ahora el entrenamiento te ha venido bien —mencionó Elise al observar su progreso—. Sin embargo, no te duermas… esto es solo el comienzo.

—A partir de ahora comenzaremos el entrenamiento de resistencia y resistencia a fuerzas extremas.

—Correrás todos los días, hasta recorrer un kilómetro diario durante la primera semana. Una vez termines, podrás descansar y prepararte para el siguiente día.

Así, Kenji corrió todos los días por una semana, sin saber que lo peor estaba por venir.

—Maldición… no siento las piernas —murmuró mientras se quitaba los zapatos.

El agotamiento y las consecuencias físicas eran evidentes. Sus pies estaban llenos de heridas. Vendarse y seguir era la única opción.

—Agh…

—Listo —dijo al terminar de amarrar las vendas—. Haa… Esto es una locura. El entrenamiento se vuelve más y más difícil. El dolor en mi cuerpo por el esfuerzo es insoportable. Ni siquiera puedo tener un respiro…

—Pero… solo debo continuar. Este es el único camino para ser más fuerte. No puedo rendirme ahora —se dijo a sí mismo, apretando su puño con fuerza.

Al despertar a la mañana siguiente, el dolor punzante en sus pies vendados era un recordatorio constante del precio que estaba pagando. Pero la imagen de su impotencia pasada ardía más que cualquier dolor físico. Respiró hondo y se levantó.

Justo entonces, la puerta de la habitación se abrió. Elise entró con una mirada penetrante, evaluándolo de pies a cabeza. No había calidez en sus ojos, solo la fría determinación de una maestra forjando a su alumno.

—Veo que estás listo para continuar.

—La primera semana fue solo para acostumbrar tu cuerpo al movimiento constante. Ahora, aumentaremos la intensidad y comenzaremos a trabajar la resistencia a fuerzas externas.

Kenji asintió en silencio, mentalizándose.

Ya afuera, Elise se acercó a un rincón del patio donde reposaba un objeto que Kenji no había notado antes: un chaleco pesado, hecho de un material oscuro y denso.

—Póntelo —ordenó Elise.

Kenji obedeció. El peso lo sorprendió; era mucho mayor de lo que aparentaba. Al ajustárselo, sintió cómo lo presionaba hacia abajo, como si llevara encima a otra persona.

—La distancia aumenta a partir de hoy. Serán dos kilómetros —indicó Elise, ignorando el esfuerzo en el rostro de Kenji—. Y los harás con ese chaleco puesto. Cada paso requerirá más fuerza. Tu cuerpo debe aprender a moverse bajo una carga constante.

Correr un kilómetro ya había sido agotador. Dos, con un chaleco así, parecía imposible.

—Dicho eso, no hay tiempo que perder. Empieza —ordenó, señalando el camino.

El primer paso fue una sacudida. El chaleco magnificaba el impacto en sus pies doloridos. Cada músculo protestaba. Respirar era aún más difícil que antes.

Para Kenji, correr se convirtió en una lucha brutal. El sudor empapaba su ropa, y el chaleco se sentía como un horno sobre su espalda. Varias veces tropezó, pero las palabras de Elise resonaban:

—No pierdas el tiempo ahí tirado… Levántate y continúa.

Se forzaba a seguir. Elise aparecía en puntos estratégicos del recorrido, observando con los brazos cruzados y una expresión impasible. No ofrecía palabras de ánimo, solo una presión silenciosa.

Los días se convirtieron en una rutina agotadora. Pero lentamente, su cuerpo comenzó a adaptarse.

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Una tarde, tras terminar el recorrido y desplomarse en el suelo del patio, Elise se acercó.

—Mañana —dijo rompiendo el silencio—, añadiremos pesas en los tobillos y aumentaremos la distancia a tres kilómetros.

Kenji la miró con desesperación… pero también con determinación.

—Sí, señorita Elise —logró responder entre respiraciones.

El camino para volverse más fuerte era, efectivamente, un infierno. Pero Kenji estaba decidido a atravesarlo.

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Un mes de esfuerzo después, Kenji ya estaba listo para pasar al siguiente nivel. Se le permitió tomar un descanso. Sin embargo, decidió seguir entrenando solo en el bosque hasta que el entrenamiento volviera a comenzar. Fue entonces cuando Sofía lo descubrió, observándolo desde lo alto de un árbol.

—¿No crees que se esfuerza demasiado? —preguntó Elise, apareciendo a su lado sin hacer ruido.

—¡Ah!... Eres tú, sensei.

—No me digas sensei —aclaró Elise mientras le daba un leve golpe en la cabeza.

—Es extraño… Después de todo ese esfuerzo, y aunque le dije que descansara, él sigue entrenando como si nada más importara.

—Sé que he sido un poco rigurosa con su preparación, pero hago lo mejor que puedo para prepararlo de cara al futuro. Su poder, tarde o temprano, le traerá dolor y sufrimiento. Solo quiero mitigar esas consecuencias lo mejor posible. Por alguna razón, veo algo muy especial en él.

—Sí —agregó Sofía con suavidad.

—Es raro que estés de acuerdo conmigo en esto… Ahora que lo pienso, ¿qué haces espiándolo en este lugar? —preguntó Elise con una sonrisa traviesa.

—¡Yo… eh…! —Sofía se sobresaltó y un ligero rubor cubrió sus mejillas mientras apartaba la mirada del claro donde Kenji entrenaba—. ¡No lo estaba espiando! Solo… sentí curiosidad. Después de lo que dijo sobre descansar, quería ver si realmente se detendría.

Elise arqueó una ceja, divertida.

—¿Curiosidad, eh? Una curiosidad muy… concentrada, diría yo —comentó colocando una mano sobre su hombro.

—Está bien, Sofía. No tienes que darme excusas.

Sofía bajó la mirada, jugando con el borde de su túnica.

—Es que… es como dijiste, capitana. Hay algo en él. Verlo esforzarse así, incluso cuando nadie lo obliga… es… intenso. —Hizo una pausa, buscando las palabras—. Por eso estuve de acuerdo contigo. Su determinación es casi aterradora. Como si realmente estuviera corriendo hacia algo, sin importar el costo.

Elise asintió lentamente, su expresión se tornó seria nuevamente mientras ambas observaban a Kenji. Él estaba en medio de una serie de flexiones, con los músculos brillando por el sudor bajo la luz filtrada del bosque. Terminó la serie y, sin apenas descanso, comenzó a practicar movimientos de golpeo y esquiva contra un árbol robusto. No había técnica aún, solo fuerza bruta y una voluntad indomable.

—Exactamente —murmuró Elise.

—Esa intensidad es su mayor fortaleza… y potencialmente su mayor debilidad. La fuerza física y la resistencia que ha ganado son solo la base. Sin control, sin técnica, es solo un martillo buscando un clavo: peligroso e ineficiente.

—Pronto comenzaremos con los ‘hábitos de lucha’. Para él no se trata solo de aprender a golpear. Es aprender a leer al oponente, moverse con propósito. Convertir esa fuerza bruta en algo preciso y letal, si es necesario… o defensivo, si la situación lo demanda.

Mientras hablaban, Kenji estaba ahora sentado en el suelo, con la respiración agitada pero los ojos cerrados. Parecía buscar algo más allá del esfuerzo físico. Tal vez, de forma instintiva, ya intentaba conectar con esa otra fuente de poder que Elise le había mencionado.

—Y después de eso —continuó Elise— viene el verdadero desafío: el dominio elemental. Ese poder que nos hace especiales, y que también podría atraerle ese dolor y sufrimiento. Controlarlo, integrarlo con su cuerpo y su espíritu… esa será su mayor prueba.

—Será un camino largo y difícil para él.

—Lo será —confirmó Elise—. Pero si alguien tiene la voluntad de hierro para recorrerlo… creo que es él.

Entonces miró de reojo a Sofía, con una chispa en los ojos.

—Y tal vez… tener a alguien observando su progreso de vez en cuando —le guiñó un ojo— no sea del todo malo para mantenerlo motivado, ¿no crees?

Sofía se sonrojó otra vez, pero esta vez una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios.

—Quizás, capitana… quizás.

Mientras tanto, en el claro, Kenji abrió los ojos. El dolor era familiar, pero bajo él, sentía una nueva conciencia sobre su cuerpo. Sabía que lo que venía sería aún más duro. Pero también sabía que estaba listo.

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