En un mundo de magia y dragones, Lyra, la líder del gremio, demuestra su poder de forma inesperada. Cuando la drogan, en lugar de dejarse dominar, toma el control y somete a los hombres. ¿Podrá Owen aceptar su sumisión ante su dominante esposa?
En un mundo donde la magia fluía como ríos y los dragones surcaban los cielos, Owen abrió los ojos a una realidad distinta a la suya. Su memoria era fragmentaria, pero algo estaba claro: era el esposo de una mujer extraordinaria. Se llamaba Lyra, líder de gremio con cabello rubio dorado y una presencia que llenaba cualquier habitación. Su cuerpo era una mezcla de fuerza y sensualidad, con músculos definidos que contrastaban con sus grandes pechos, siempre parcialmente cubiertos por su ajustado uniforme de capitán.
La taberna del gremio bullía esa noche. Miembros del gremio, hombres y mujeres por igual, celebraban una reciente victoria contra un dragón de escamas negras. Lyra, en el centro de todo, reía con una jarra de cerveza en la mano. Su risa era contagiosa, y Owen, sentado a su lado, no pudo evitar sentirse orgulloso de ser su esposo, aunque su rol fuera el de sumiso en esta dinámica.
Lyra bebía tranquilamente, con la camisa desabrochada lo justo para que sus pechos se movieran ligeramente con cada movimiento. Owen notó que las miradas de los hombres de la taberna se dirigían hacia ella, llenas de deseo y respeto. Entre ellos estaba Garret, el jefe de la guardia, un hombre de mirada intensa y complexión atlética. Mientras Lyra hablaba con un grupo de aventureros, Garret se acercó sigilosamente a su jarra y vertió un líquido incoloro en su bebida. Owen, aunque recién llegado a este mundo, sintió un escalofrío de desconfianza, pero antes de que pudiera reaccionar, Lyra ya había levantado la jarra y bebido a raudales.
El efecto fue inmediato. Lyra se llevó una mano a la cabeza, su risa se apagó y sus ojos se pusieron vidriosos. Garret sonrió con satisfacción, pero Owen sabía que algo andaba mal. Se levantó rápidamente, pero Lyra lo detuvo con un gesto.
—No te preocupes, cariño —dijo con voz ronca, aunque sus palabras eran claras—. Solo necesito... un poco de diversión.
Antes de que Owen pudiera protestar, Lyra se levantó y se acercó a Garret y a otro guardia, un hombre llamado Thorne. Ambos la miraron sorprendidos, pero ella los agarró por las solapas de sus uniformes y los llevó a una sala privada al fondo de la taberna. Owen intentó seguirla, pero un grupo de aventureras lo detuvo, riéndose y diciéndole que Lyra sabía lo que hacía.
Dentro de la habitación, Lyra cerró la puerta con un golpe. Garret y Thorne la miraron con una mezcla de deseo y nerviosismo. Ella sonrió, una sonrisa que era tanto seductora como peligrosa.
—¿Creíste que podrías drogarme y salarte con la tuya, Garret? —preguntó, su voz baja y ronca.
Garret intentó balbucear una excusa, pero Lyra no le dio tiempo. Con un movimiento rápido, lo empujó contra la pared, sus manos firmes en su pecho. Thorne intentó intervenir, pero Lyra lo miró con tal intensidad que se quedó paralizado.
—¿Crees que puedes manejar a una mujer como yo? —preguntó, su aliento caliente en el oído de Garret.
Sin esperar respuesta, Lyra se arrodilló frente a ambos hombres. Sus manos fueron directamente a sus cinturones, desabrochándolos con una habilidad que solo una mujer con experiencia podría tener. Las pollas de Garret y Thorne salieron al aire, duras y palpitantes. Lyra sonrió, sus labios húmedos mientras se inclinaba hacia adelante.
—Vamos a ver quién es el débil aquí —murmuró, antes de tomar ambas pollas en sus manos.
Sus labios envolvieron la polla de Garret primero, su boca caliente y húmeda mientras su lengua jugaba con la punta. Thorne jadeó, su polla palpitando en la mano de Lyra mientras ella lo miraba con ojos desafiantes.
—¿Te gusta eso, débil? —preguntó, antes de cambiar de objetivo y tomar la polla de Thorne en su boca.
Lyra los alternaba, sus labios y lengua trabajando con una destreza que dejaba a ambos hombres al borde del colapso. Sus manos no estaban quietas, masajeando sus bolas y acariciando sus muslos. Garret intentó hablar, pero solo pudo emitir un gemido ahogado mientras Lyra lo miraba con una sonrisa triunfante.
—¿Quién es el dominante ahora? —preguntó, antes de profundizar su mamada, tragando sus pollas hasta la garganta.
Los hombres no duraron mucho más. Con un grito ahogado, Garret se corrió, su semen llenando la boca de Lyra. Ella lo tragó sin dudar, sus ojos nunca dejando los de Garret. Thorne siguió poco después, su polla palpitando mientras Lyra lo vaciaba por completo.
Cuando terminó, Lyra se levantó, limpiándose la boca con el dorso de la mano. Los hombres estaban exhaustos, apoyados contra la pared mientras intentaban recuperar el aliento. Lyra los miró con desdén.
—Débiles —dijo, antes de salir de la habitación, dejando a los hombres en un estado de humillación total.
Afuera, Owen la esperaba, su corazón latiendo con fuerza. Lyra lo vio y sonrió, caminando hacia él con una confianza que lo hizo sentir pequeño.
—Cariño —dijo, abrazándolo con fuerza—, es hora de que te muestre quién manda aquí.
Lyra lo llevó a una habitación privada, cerrando la puerta detrás de ellos. Lo empujó suavemente contra la cama, sus manos explorando su cuerpo con una familiaridad que lo hizo temblar.
—Eres mío, Owen —murmuró, sus labios rozando los suyos—. Y voy a recordarte quién es la dominante aquí.
Con manos expertas, Lyra lo desnudó, trazando con sus dedos patrones en su piel que lo hacían arquearse de placer. Su pene estaba duro y palpitante, y Lyra sonrió al verlo.
"Tan lindo y sumiso", dijo, antes de arrodillarse frente a él.
Su boca rodeó su pene, su lengua jugueteando con la punta mientras sus manos le masajeaban los testículos. Owen jadeó, echando la cabeza hacia atrás mientras Lyra lo chupaba con una intensidad que lo llevó al borde del orgasmo.
"Todavía no", dijo, deteniéndose justo antes de llegar al final.
Lyra se levantó, y su vestido cayó al suelo mientras se quitaba el resto de la ropa. Su cuerpo era una obra de arte, con músculos definidos y curvas seductoras que lo dejaban sin aliento. Le puso un condón en la polla, sin apartar la mirada de él.
—Ahora —dijo ella, guiándolo hacia la cama—, es mi turno.
Lyra se colocó sobre él, su coño húmedo y palpitante se alineó con su pene. Con un movimiento lento y pausado, se acomodó sobre él, envolviéndolo por completo con su calor. Owen gimió, aferrándose a sus caderas mientras ella comenzaba a moverse.
—¿Te gusta eso, sumiso? —preguntó con voz ronca y llena de deseo.
Owen solo pudo asentir, con su pene palpitando dentro de ella mientras Lyra lo montaba con una fuerza que lo dejaba sin aliento. Sus pechos rebotaban con cada movimiento, sus pezones duros y rosados rozando su pecho.
—Dime quién está al mando —ordenó con voz firme.
—Tú eres el jefe —jadeó Owen, con la voz llena de sumisión.
Lyra sonrió, acelerando el ritmo. Sus caderas se movían con una ferocidad que lo llevó al límite. Con un grito ahogado, Owen se corrió, su semen llenando el condón mientras Lyra lo montaba con una intensidad que lo dejó exhausto.
Ella se desplomó sobre él, con la respiración agitada mientras lo abrazaba con fuerza.
—Eres mía —murmuró, rozando su oreja con los labios—. Y siempre lo serás.
Owen sonrió, con el corazón lleno de amor y sumisión por la mujer que lo dominaba por completo. Pero mientras se acurrucaba en sus brazos, no pudo evitar preguntarse qué otros desafíos les aguardaban en este mundo de mujeres fuertes y magia ancestral. La noche estaba lejos de terminar, y Lyra, su dominante esposa, siempre estaba lista para afrontar lo que viniera.