Los meses que siguieron fueron un torbellino de actividad febril en la Capsule Corporation. Bulma, con una determinación que rivalizaba con la mía, supervisó la construcción de dos de las máquinas más complejas que el mundo jamás había visto.
La nave Namekiana, a la que Bulma bautizó jocosamente como "Esperanza Azul", tomó forma rápidamente. Era un diseño aerodinámico y compacto, muy diferente de las naves bulbosas del pasado. Su casco era de un material ligero y resistente, capaz de soportar las tensiones del viaje intergaláctico. Bulma había integrado un sistema de propulsión de plasma invertida de última generación, prometiendo una velocidad que superaría cualquier cosa que la Tierra hubiera producido. Lo que más me fascinaba era el sistema de camuflaje óptico: con solo presionar un botón, la nave podía volverse virtualmente invisible al ojo y a los radares, una característica que sería vital para un viaje que no sabíamos si sería pacífico.
Mientras la "Esperanza Azul" se ensamblaba pieza a pieza, el otro proyecto de Bulma, la máquina del tiempo, avanzaba con una lentitud exasperante. Era una hazaña de ingeniería, un delicado equilibrio de ciencia y teoría de cuerdas. Requería materiales raros y una fuente de energía que apenas podíamos replicar. Bulma trabajaba sin descanso, consultando viejos diagramas de su padre y creando nuevas teorías sobre la manipulación del espacio-tiempo. Entendí que este no era un vehículo para el presente, sino una puerta a un futuro alternativo si las cosas salían mal en la otra línea de tiempo. Era la garantía de que el sacrificio de Trunks, el otro Trunks, no sería en vano.
El día de mi partida llegó con una mezcla de solemnidad y expectación. La "Esperanza Azul" brillaba bajo el sol de la mañana, lista para el despegue. Bulma, con sus ojos cansados pero llenos de orgullo, me dio las últimas instrucciones.
"Todo está configurado, Gohan", dijo, entregándome una tableta con los controles y las coordenadas. "El viaje durará aproximadamente tres semanas. Tendrás suficiente comida y agua, y los sistemas de soporte vital son de primera categoría. Hemos mapeado la ruta más segura posible."
Trunks, ahora un joven alto y fuerte, me dio un abrazo. "Vuelve a salvo, Gohan. Y trae a papá de vuelta. Y a Piccolo." La esperanza en su voz era palpable, casi una súplica.
Asentí, poniendo una mano en su hombro. "Lo haré, Trunks. Tú quédate aquí y sigue protegiendo este mundo. Ya no estás solo."
Videl también estaba allí, con su uniforme de oficial. Sus ojos azules mostraban una mezcla de preocupación y respeto. "Buena suerte, Gohan. Con suerte, la próxima vez que nos veamos, el mundo estará un paso más cerca de ser lo que recordabas."
Me volví hacia la nave. El peso de esta misión era inmenso. No solo buscaba un Kami, sino una redención para los que habían caído. Un nuevo comienzo para todos.
Subí a la cabina. Los controles eran intuitivos, diseñados por Bulma con su habitual brillantez. Cerré la escotilla, y la nave cobró vida con un suave zumbido. Me abroché el cinturón, hice una última mirada a Bulma, Trunks y Videl, que me saludaban desde la plataforma de despegue.
Con un rugido controlado y una vibración que recorrió todo el chasis, la "Esperanza Azul" se elevó lentamente, perforando el cielo azul. La Tierra, mi hogar renacido, se encogía bajo mí, sus cicatrices aún visibles, pero también sus nuevos brotes de vida. La atmósfera se volvió más delgada, el azul profundo del cielo dio paso al negro infinito del espacio.
Mientras la Tierra se convertía en un pequeño mármol azul y blanco detrás de mí, me adentré en la vastedad del cosmos. El viaje a Namek, a lo desconocido, había comenzado. Mi mente estaba llena de preguntas: ¿cómo sería Namek después de tanto tiempo? ¿Encontraría a un Namekiano digno de ser Kami? ¿Y qué desafíos me esperarían en ese viaje solitario a través de las estrellas?