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Chapter 1 - Ore wa Maō: La historia de un humano que conquistó la ficción

Sinopsis

Un humano con poder absoluto despierta en el mundo de la ficción. Allí, conoce a Featherine, una diosa de la narrativa… y juntos, desatan el inicio del Demonverse. Romance, poder sin límites y la conquista de todos los mundos narrativos.

Capítulo 1: El Inicio del Demonverse

En un rincón olvidado de la realidad, el vacío comenzó a estremecerse. No porque algo lo hubiera perturbado, sino porque él... había despertado.

Un humano. Común a simple vista. Pero cargado de algo más: el control absoluto sobre toda ficción. Su presencia alteraba el tejido mismo de los mundos narrativos. Donde él caminaba, las leyes de lo imposible se arrodillaban.

Su nombre… aún no resonaba. Pero pronto, lo haría.

—¿Dónde estoy…? —preguntó, observando el espacio abstracto donde flotaban retazos de pensamientos inacabados.

Y entonces, apareció ella.

Featherine Augustus Aurora. La diosa de la metanarrativa. La observadora. La que lo había contemplado más allá del tiempo.

—Curioso… un humano cruzando el límite entre lo real y lo narrado —murmuró ella, descendiendo lentamente frente a él, su abanico girando con gracia en su mano.

Él no retrocedió. No temió. Solo la miró.

—Te estaba esperando.

Featherine entrecerró los ojos, confundida.

—¿Ah, sí? ¿Y por qué alguien como vos buscaría algo como yo?

—Porque quiero que estés conmigo. Quiero mostrarte un mundo que ni vos podés imaginar. Y si tengo que reescribir todo para eso… lo haré.

Featherine rió por lo bajo, una risa elegante, afilada como su intelecto.

—¿Y si yo te destruyera ahora mismo? ¿Si te deshiciera con una idea?

Él dio un paso al frente, tranquilo.

—Intentá.

Featherine extendió una mano. Una espiral de energía conceptual, pura ficción condensada, brotó desde sus dedos. Mundos enteros colapsaron a su paso. Pero él... seguía ahí. Inmutable. Sonriente.

—…¿Qué sos? —preguntó ella, esta vez en serio.

—No lo sé. Pero sé que no estoy acá para pelear. Estoy acá para llevarte conmigo.

Featherine bajó la mano. Su abanico cayó lentamente al suelo.

—¿Cómo te llamás?

—Todavía no tengo nombre. Pero pronto vas a decirlo con amor.

Un leve color rosa tiñó las mejillas de la diosa. Desvió la mirada, incomodada.

—Tsk... humano arrogante.

—Tal vez —dijo él, acercándose—. Pero ahora este universo es mío.

Y con un solo chasquido de sus dedos, todo cambió.

Las fronteras entre mundos se doblaron. Las leyes de lo real y lo ficticio se desvanecieron.

Featherine lo miró, maravillada… y por primera vez en su existencia eterna, sintió que la historia recién comenzaba.

Así nació el Demonverse.

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