Ficool

Chapter 11 - Capítulo 11: Lo Que No Se Dice

*ANNI*

Estaba sentada en la mecedora del porche, observando a Dani y Mateo jugar con la pelota en el jardín. A lo lejos, se veía el sol empezando a ponerse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. Dani sonreía, pero su sonrisa no era completa. Había algo en su mirada que no podía quitarme de la cabeza, y era una especie de lejanía, como si estuviera allí, pero al mismo tiempo, en otro lugar. Como si estuviera atrapado en sus propios pensamientos, en algo que no quería compartir.

Mateo, en su típica energía infantil, corría de un lado a otro, riendo, pero Dani… Dani estaba más callado de lo habitual. Yo, que lo conocía desde siempre, no podía evitar notar que algo no estaba bien. Mi hermano, que siempre había sido tan reservado, tan serio y responsable, nunca había sido de expresar demasiado sus sentimientos, pero esta vez estaba diferente. Estaba feliz, sí, pero esa felicidad parecía solo superficial, como si estuviera tapando algo con una máscara que no le quedaba del todo bien.

Lo había visto tan raro desde que llegó, y especialmente esa mañana, cuando me encargué de quitarle las marcas del cuello. Mi hermano no era de mostrar sus vulnerabilidades, pero aquello… aquellas marcas rojas y moradas no eran algo normal. El Dani que conocía nunca se habría dejado llevar a ese extremo. Me había sorprendido mucho que, a pesar de todo, no tratara de esconderlas, ni de mentir sobre su origen. Sin embargo, no me atrevía a preguntar más de lo necesario.

Mis pensamientos giraban en torno a eso, a cómo algo tan simple como una marca en su cuello me había dejado tan intranquila. ¿Qué había pasado en esos días en los que no lo vi? Sabía que tenía una vida complicada, y a veces sentía que yo no estaba lo suficientemente cerca para saber lo que realmente le pasaba. Pero ver esas marcas… eso no podía ser algo insignificante.

Me quedé observándolo por un rato más, viendo cómo trataba de involucrarse en el juego con Mateo, pero se notaba que su mente seguía a mil por hora. ¿Qué había pasado en esa semana de descanso? Algo me decía que las cosas no estaban bien, pero no podía imaginarme qué podría ser. Dani siempre había sido el típico chico antisocial, el que se sumergía en su trabajo para no tener que lidiar con muchas cosas. Siempre había sido un buen hermano, pero también un misterio en muchos aspectos. Si tan solo pudiera entender más, si tan solo pudiera ayudarlo.

"¿Estás bien, Dani?" me había atrevido a preguntarle antes, pero él solo me respondió con evasivas, como si no estuviera listo para compartir lo que realmente le pasaba. Y eso me hacía sentir aún más impotente.

Observé cómo le daba la pelota a Mateo, y por un momento, me pregunté si alguna vez lo vería completamente feliz. No la típica felicidad forzada, sino esa verdadera alegría que él solía tener cuando era niño. Si tan solo pudiera entender lo que estaba pasando en su cabeza, si tan solo pudiera acercarme a él lo suficiente como para que me lo contara. Pero había algo en sus ojos que me decía que no estaba listo para hablar.

Suspiré, y aunque trataba de no mostrarlo, me sentí frustrada. Dani nunca había sido tan abierto sobre sus sentimientos. Había tantas preguntas sin respuesta, tantas dudas que me carcomían por dentro. Pero lo que más me preocupaba era que esa distancia que él ponía cada vez más entre nosotros no fuera solo algo temporal. No quería que se alejara aún más, pero no sabía cómo acercarme sin presionarlo.

Me quedé allí, observándolo por un rato más, esperando que alguna respuesta viniera, pero el único sonido que llenaba el aire era el de Mateo corriendo, riendo, disfrutando de la tarde. Mientras tanto, yo solo podía preguntarme qué pasaba por la cabeza de Dani.

***

La noche había caído rápidamente, y el aire fresco me envolvía mientras observaba cómo Mateo, agotado de tanto correr y jugar, se quedaba dormido en la cama, después de que Dani lo arropó y lo llenó de besos en la frente. Mateo le susurró un "Buenas noches, papá" antes de quedarse dormido, y no pude evitar sonreír al ver la calidez con la que se dirigía a él, aunque en realidad, eran tío y sobrino. Para Mateo, Dani siempre había sido una figura paternal, alguien en quien podía confiar y que le daba esa estabilidad que no había tenido con su propio padre. Eso me llenaba de gratitud hacia mi hermano, porque siempre había estado allí para Mateo, como una figura protectora, y no había nada que deseara más que verlos bien.

Cuando salimos de la habitación, no pude evitar soltar una risa traviesa.

"¿Te imaginas si alguien escuchara a Mateo llamándote papá?" dije con una sonrisa burlona. "Pensarían que... bueno, que tenemos algo raro entre nosotros."

Dani me lanzó una mirada fulminante y luego me dio un golpe en la frente.

"¡No digas esas cosas, Anni!" me regañó, con el rostro algo sonrojado, mientras trataba de disimular su incomodidad. "Si alguien escucha eso, todo saldrá mal."

Mi risa continuó, pero era una risa llena de cariño y complicidad. Sabía que Dani no era de mostrar abiertamente sus emociones, pero su relación con Mateo siempre había sido especial. No solo como tío, sino como un protector, un guía, algo que me hacía sentirme más tranquila, especialmente porque mi esposo ya no estaba aquí para Mateo. No pude evitar un suspiro mientras recordaba lo mucho que lo echaba de menos.

"Gracias por estar para él, Dani." mi voz se suavizó, y aunque trataba de no mostrarme vulnerable, no pude evitar sentirme agradecida. "No sabes lo mucho que me alegra ver que alguien está para Mateo."

Él se quedó un momento en silencio, observándome, y luego, con una seriedad que no acostumbraba, dijo:

"Debes extrañarlo, ¿verdad? Tanto tú como a Mateo."

Sentí un nudo en la garganta y asintiendo lentamente, mi voz se quebró ligeramente al hablar.

"Sí, no hay un solo día que no lo piense..." respondí en un susurro, mientras mi mente volaba a esos recuerdos que a veces me resultaban tan dolorosos. Dani me miraba con esa preocupación silenciosa que siempre tenía, esa que solo él sabía mostrar.

Por un momento, todo estuvo en silencio, hasta que Dani rompió el silencio con una pregunta que me tomó por sorpresa:

"¿Nunca has pensado en conocer a alguien más?" su tono era serio, pero también curioso, y había una preocupación oculta en sus palabras. "Aún eres joven, Anni. Apenas me llevas cinco años, tienes 32, no es tan tarde. Tal vez podrías encontrar a alguien con quien compartir tu vida."

Mis ojos se llenaron de una mezcla de tristeza y sorpresa. No me había dado cuenta de que él pensaba en eso, aunque me imaginaba que sí. Dani siempre fue muy observador, y aunque rara vez hablaba de sentimientos, en el fondo sabía que se preocupaba por mí.

"No podría, Dani..." respondí con firmeza, aunque mi voz sonaba algo vacía. "Por respeto a él, por respeto a Mateo. No puedo estar con alguien más... No sé si algún día pueda."

Dani me miró con un gesto serio, casi preocupado. Yo sabía que para él, la idea de que pudiera quedarme sola me preocupaba tanto como a mí. Pero lo cierto era que no podía imaginarme con otra persona. La idea de abrirme a alguien más, de tener que compartir mi vida con otro hombre... me parecía una traición, no solo a mi esposo, sino a todo lo que había sido nuestra vida juntos.

"¿Quién querría estar con una viuda con un hijo?" dije, casi como una afirmación, aunque al decirlo sentí un vacío que se me llenaba en el pecho. "Nadie querría eso, Dani."

Él no dijo nada más por un largo rato, pero sus ojos reflejaban algo más. Quizás pensaba que merecía ser feliz, que todos merecíamos una segunda oportunidad, pero para mí, eso era algo que simplemente no podía ser. Yo había hecho mi vida con mi esposo, y ahora, todo lo que quedaba de él era mi hijo, Mateo, y mi amor por él.

Miré a Dani mientras observaba el reloj, sabiendo que ya era tarde. Los murmullos en la casa se callaban, y solo el sonido suave del viento fuera rompía el silencio. Dani suspiró y murmuró algo que ya sabía de memoria. "Ya es noche, mamá y papá deben estar dormidos..."

"¿Te vas a dormir ya?" le pregunté, tratando de quitarme la sensación de incomodidad que me había estado rondando desde que llegó. Quería saber si estaba bien, aunque sabía que él nunca lo diría directamente.

Negó con la cabeza, como esperaba. "No tengo sueño, no hoy."

Lo observé con una sonrisa traviesa. Estaba claro que Dani no era de los que se dormían temprano, y hoy no parecía ser la excepción. Fue entonces cuando una idea surgió en mi mente, algo que me daba la excusa perfecta para seguir con esa charla que ninguno de los dos había tenido todavía.

"Entonces, vamos por el alcohol que papá tiene guardado. No me digas que no te apetecería," dije con tono burlón.

Dani me miró por un momento, como si estuviera dudando, pero enseguida soltó una ligera sonrisa. Sabía a lo que me refería. Siempre había algo en la despensa de mi padre, una botella o dos de whisky que guardaba en su taller. Dani solía ser más serio, pero ahora, con la situación tensa entre nosotros, creí que podría ser lo que necesitaba.

"Está bien, vamos. Si no voy a dormir, mejor aprovecho," dijo, y con eso, se levantó de su lugar, caminando hacia la puerta del salón. Yo lo seguí sin pensarlo dos veces.

Caminamos juntos hacia el cobertizo de papá, ese que había sido su refugio durante años. Dani abrió la puerta con esa calma que siempre lo caracterizó, pero que ahora parecía un poco perdida. Estaba claro que algo le rondaba la cabeza. Dentro, el aire era fresco y lleno de recuerdos, con la madera de las estanterías aún tan sólida como siempre. Lo miré mientras tomaba las copas y le alcanzaba una de las botellas que papá siempre mantenía guardadas para ocasiones como esta.

"¿Qué opinas? ¿Te animas?" le pregunté, tratando de mantener la diversión en la conversación.

Dani aceptó, sin pensarlo mucho, como si necesitara un respiro. "Por qué no," dijo mientras servía la copa.

Nos sentamos en el banco del patio, bajo el cielo estrellado. El aire fresco de la noche nos envolvía, y pude sentir que Dani se relajaba un poco, al menos por un momento. Al menos, parecía más tranquilo que en el interior de la casa. Miró las estrellas con una pequeña sonrisa. "Esto debería ser más frecuente," comentó.

Asentí con la cabeza, dejando que la noche nos rodeara. "Sí, pero tienes que estar más tranquilo."

****

*DANIEL*

Estábamos allí, sentados en el banco, la noche fresca a nuestro alrededor y el sonido suave de los grillos en el aire. La botella de whisky ya iba por la mitad y aunque no me sentía completamente borracho, el alcohol empezaba a calar, haciéndome hablar más de lo que debería. Anni me miraba, esa mirada que siempre me había conocido tan bien. Esa mirada inquisitiva que no dejaba nada sin preguntar, como si pudiera leerme la mente.

Ella, tranquila al principio, me observaba mientras yo tomaba otro sorbo. La tensión entre nosotros no se disimulaba, y no pude evitar que la verdad saliera. Al principio, había intentado ocultarlo, pero ya no pude más.

"Está bien, no estoy bien", dije finalmente, mirándola directamente. Sus ojos se agrandaron un poco, sorprendida. "Hace unos días, una noche antes de llegar aquí... tuvimos una fiesta con los chicos del trabajo. Celebrábamos que el proyecto había salido bien y nos dieron esta semana de vacaciones. Todo parecía normal, todo estaba bien, pero..."

Anni frunció el ceño, claramente esperando a que continuara.

"Unas amigas llegaron poco después", seguí, comenzando a sentirme cada vez más pesado con el alcohol. "Son raras, cada una en su propio estilo, pero... de una buena manera. Son únicas en lo que hacen. Me agradan, en serio. Hemos salido juntos algunas veces, pero... esa noche..." Tomé otro trago, sintiendo la ardiente calidez del licor recorriendo mi garganta. "Me hicieron beber, hasta quedar completamente fuera de mí... y ellas también. Estábamos tan ebrios, Anni. Tan fuera de control."

Anni estaba callada, sólo mirándome en silencio, esperando, adivinando lo que venía. Sabía que lo que estaba a punto de decir iba a ser difícil de digerir.

"Entre tantas cosas que pasaron esa noche, pues... bueno, ocurrió esto y aquello..." Sentí el nudo en mi estómago mientras las palabras me salían lentamente. "Lo hice con las cuatro, Anni."

Fue en ese momento cuando Anni soltó la bebida, que hizo un ruido sordo al caer en la mesa del patio. Miró mi rostro, luego la copa en la mesa, y luego me miró a los ojos, incrédula.

"¿Qué? ¿Pasaste la noche con las cuatro a la vez?" preguntó, casi incapaz de creer lo que acababa de escuchar, y yo asentí, avergonzado por la forma en que la situación había escalado.

Anni dejó escapar un corto y fuerte resoplido. Luego, su risa llegó como un torrente. "¡Mendigo pillín!" dijo entre risas, incapaz de contenerse. "No me digas que te metiste en esa locura. ¡Con razón estás tan raro!" Su tono era divertido, pero al mismo tiempo lleno de esa curiosidad mordaz que siempre tenía.

Yo suspiré, frotándome la cara, completamente abrumado por la confesión que acababa de hacer. "No sé qué pasó, de verdad. Estaba tan... no sé... fuera de mí. No supe cómo, pero pasó."

Anni no paraba de reírse, pero me miraba con esa mezcla de preocupación y diversión que siempre me había conocido. "¿Y ahora qué vas a hacer? ¿Te vas a disculpar con todas o qué?"

Miré a Anni, sintiéndome cada vez más perdido mientras trataba de procesar todo lo que había sucedido. El alcohol ya no ayudaba tanto a calmarme, aunque lo necesitaba. Mi mente estaba llena de recuerdos y preguntas sin respuestas claras.

"No tengo idea de qué hacer, Anni", confesé, sintiéndome más y más abrumado. "Ellas me dijeron al día siguiente que todo había sido un plan. Llevo tanto tiempo encerrado en el trabajo, sin salir mucho, y cuando supieron que tendría la semana de vacaciones, pues... aprovecharon para 'desestresarme'. Me dijeron que pensaron que alguna de ellas pasaría la noche conmigo, pero claro, con tanto alcohol, todo se fue de las manos. Al final... terminé con las cuatro esa noche. Y a la mañana siguiente tuvimos una charla muy seria. Fue cuando me dijeron lo que sentían por mí."

Anni frunció el ceño y me observó atentamente. "¿Y tú? ¿Te diste cuenta de lo que sentían?"

Asentí, un poco incómodo. "Siempre lo supe. Aunque no soy muy social, sé lo que pasa a mi alrededor. Lo de ellas... era obvio. Pero nunca quise admitirlo. No quería mezclar todo esto con la amistad que teníamos. Ya sabes cómo soy."

Anni se cruzó de brazos, observándome fijamente. "¿Y tú qué? ¿Respondes a esos sentimientos?"

Tomé aire, sintiendo el peso de la pregunta. "Sí, claro, en algún momento lo hice. Me atrajeron, me gustaron... pero también supe reprimir esos sentimientos. Después de casi siete años de amistad, no quería arruinarlo todo. Me estiman mucho y no sé qué hacer, Anni. Me siento atrapado."

Anni asintió, comprendiendo. Pero me dejó seguir hablando. "Tuve una discusión con ellas esa mañana. Les pregunté qué esperaban de mí. ¿Que estuviera con una de ellas, luego romper, pasar a la siguiente, hasta que todas tuvieran su turno? ¿Eso era lo que esperaban? Me hicieron sentir como un juguete, como si no importara más que cumplir una fantasía. Y les pregunté si realmente pensaron que esto podría terminar en una relación polígama. No respondieron a eso. Nadie dio una respuesta clara. Fue todo un caos."

Anni suspiró, dejándome desahogarme por completo antes de dar su opinión. "Sabes que yo no soy quién para juzgar, pero todo esto es complicado, Daniel. Las relaciones no funcionan así. No se trata de darles a todas lo que quieren a expensas de tus propios sentimientos. Estás hablando de gente con la que llevas años de amistad, y si no tienes claro lo que quieres, todo se va a complicar aún más. Lo que sucedió entre ustedes... no se puede tomar a la ligera, y aunque suene frío, tienes que decidir si de verdad quieres una relación con ellas, o si prefieres seguir con tu vida sin mezclar esos sentimientos. Esas chicas... son adultas, y deben entender que no todo en la vida es tan sencillo. No puedes ser la solución a sus necesidades emocionales sin pensar en ti primero. Todo esto va a afectar tu futuro, y si no estás preparado para eso, mejor dar un paso atrás y dejar que cada una resuelva lo suyo."

Lo que Anni decía tenía sentido. Pero, por alguna razón, no me sentía más tranquilo.

Suspiré y dejé que la tensión saliera de mis pulmones mientras hablaba, buscando las palabras correctas, aunque no sabía si las encontraría.

"Lo más raro, Anni, es que después de lo que pasó, ellas se pusieron a la defensiva. Me dijeron que no fue nada planeado, que no tenían intención de que todo fuera como fue. Y, sinceramente, les creo. Si algo es evidente es que el arrepentimiento les estaba estampado en la cara. No teníamos idea de lo que estábamos haciendo en ese momento. Incluso empezaron a armar escenarios, buscando excusas, intentando explicar cómo se había dado todo, pero, al final, no me importó. Lo que pasó ya estaba hecho."

Pausa. Miré las estrellas arriba, tratando de ordenar mis pensamientos, pero todo seguía mezclado.

"Lo que más me dolió fue lo que me dijeron después. Me reprocharon que, si yo sabía lo que sentían, ¿por qué no me alejé antes de que todo se fuera al carajo? Me dijeron que si estaba tan consciente de sus sentimientos, ¿por qué no hice algo al respecto antes? Y la verdad es que, yo también me lo pregunto... Pero sabes, Anni, siempre supe que no debía cruzar esa línea. No quería destruir nuestra pequeña hermandad, esa amistad que me ha durado años, siete años de historia creada con buenos momentos, no quería complicarlo todo. Así que me prometí a mí mismo que nunca cruzaría esa línea, por el bien de todos. Por ellos, por mí, por nuestra amistad. Sabía que si algún día lo hacía, todo se arruinaría. Y ahora, aquí estamos... con el caos en el aire."

Me dejé caer hacia atrás, mirando el cielo oscuro, sin saber exactamente qué esperaba que sucediera, ni siquiera qué esperaba de mí mismo.

"No sé qué hacer, Anni. Siento que he fallado a todos. No quiero perderlas, pero tampoco quiero lastimarlas. Y a la vez, no sé si mis propios sentimientos hacia ellas eran reales, o si solo fueron parte de la confusión de esa noche. Me atormenta no saber lo que quiero, y todo esto... todo esto está comenzando a sentirse demasiado grande para mí."

Mi voz se quebró ligeramente, y me di cuenta de lo pesado que estaba todo. Necesitaba tomar una decisión, pero el miedo de equivocarme era tan grande que no me atreví a dar el siguiente paso.

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