La rutina de Peter se solidificó en una danza agotadora pero estimulante. De día, era el chico Parker, navegando por las intrincadas dinámicas de la escuela secundaria. Sus notas, que ya eran buenas, mejoraron, lo que le valió miradas de sospecha de algunos profesores y susurros de "genio post-conmoción cerebral" entre sus compañeros. Las interacciones con MJ se volvieron más frecuentes. Se encontraban a menudo en la biblioteca, donde ella lo observaba con esa mirada de curiosidad penetrante mientras él estudiaba, o en los pasillos, intercambiando comentarios sarcásticos que solo ellos dos parecían entender. Había una química innegable, una corriente subterránea de algo más profundo que la simple amistad.
"Así que, Peter Parker," dijo MJ un día en la cafetería, empujando una patata frita alrededor de su plato. "He estado notando que ya no te tropiezas con tus propios pies. ¿El 'accidente' también te dio mejor coordinación?"
Peter sonrió, un poco nervioso. "Supongo que sí. ¡Resulta que caerse de una gran altura tiene sus beneficios!"
Ella levantó una ceja, su pequeña sonrisa asomándose. "Interesante. Casi tan interesante como las historias de ese nuevo 'hombre araña' que está apareciendo en las noticias. Me pregunto si también se cayó de algún sitio."
Un escalofrío le recorrió la espalda. ¿Sospechaba? ¿Era solo una coincidencia? "Uhm, sí, bueno, Queens es un lugar grande. Supongo que de vez en cuando aparecen héroes..."
"O vigilantes," interrumpió ella, sus ojos fijos en él. "Los vigilantes son más interesantes. Tienen más... capas. Y secretos."
La conversación fue interrumpida por Ned Leeds, el mejor amigo de Peter, un torbellino de entusiasmo y teorías de conspiración. Ned era el único con quien Peter se sentía completamente cómodo, aunque aún no le había revelado su secreto. La tía May, por su parte, seguía preocupada por sus "raros reflejos", pero feliz de verlo más animado.
Las noches, sin embargo, eran para Spider-Man. El traje rudimentario funcionaba, pero las batallas contra pequeños criminales y la ocasional banda de ladrones de coches lo dejaban maltrecho. Se dio cuenta de que necesitaba algo más. Más protección. Y algo para ocultar su identidad de manera más efectiva.
Una noche, mientras se balanceaba por los tejados, su sentido arácnido vibró con una fuerza inusual. No era un peligro inminente para él, sino para una estructura cercana. Miró hacia abajo y vio una fábrica abandonada envuelta en un extraño brillo verde. Algo andaba mal. Muy mal.
Aterrizó en el techo de un edificio cercano, observando. Varias figuras entraban y salían, cargando cajas metálicas pesadas. No parecían ladrones comunes. Y el brillo verde... No era natural.
Se acercó sigilosamente a una ventana rota, asomándose al interior. Lo que vio lo dejó helado. Componentes electrónicos, cableado extraño, y sobre una mesa, una especie de prototipo de arma que emitía pulsaciones de energía verde. Y junto a ella, un hombre de mediana edad con un laboratorio improvisado y una expresión de maníaco.
Peter reconoció vagamente al hombre de las noticias, un científico brillante pero caído en desgracia, un tal Dr. Adrian Toomes. Se rumoreaba que estaba involucrado en la recuperación de tecnología alienígena después de la invasión de Chitauri en Nueva York. Pero eso no había sucedido todavía. ¿O sí? La tía May había mencionado algo sobre un "incidente en Nueva York" que las autoridades habían encubierto.
Este era un problema más grande de lo que esperaba. No eran simples ladrones; parecían estar construyendo algo peligroso. Y Toomes... era una amenaza.
Spider-Man sintió la presión. Esto no era un atraco a una tienda. Esto era algo que podría herir a mucha gente. Inspiró profundamente. La máscara de tela no ocultaba su nerviosismo, pero le daba la valentía para actuar.
Era hora de que Spider-Man dejara de ser solo un "amigable vecino" y se convirtiera en un verdadero protector. Y por primera vez, Peter Parker sintió el peso de esa responsabilidad.