Capitulo 72 – Reaccion de Mia
A veces me pregunto si la felicidad tiene forma. Si se puede tocar. Si se puede guardar en una caja, como una carta o una fotografía.
Porque si pudiera hacerlo, guardaría ese tiempo con Cody.
Los días antes de que se fuera al campamento fueron los más vivos que recuerdo. No perfectos. No fáciles. Pero llenos. Llenos de nosotros.
Salíamos juntos cada vez que podíamos. A veces al parque, a veces a la tienda de música, a veces solo a caminar sin rumbo. Él hablaba de acordes, de ideas, de cosas que quería aprender. Yo lo escuchaba, lo miraba, lo amaba en silencio.
Las noches eran nuestras.
No todas. Pero las que sí... eran íntimas. Suaves. Reales.
Él entraba por la ventana del porche, como siempre. Se sentaba conmigo en el sofá. A veces hablábamos. A veces nos besábamos. A veces simplemente nos quedábamos en silencio, con las manos entrelazadas y el corazón latiendo como si supiera que el tiempo era breve. Otras eran noches largas que al siguiente dia me dejarían cansada y adolorida. Sigo pensando que Cody no es humano
Mi madre se volvió más laxa. Mi padre más cómplice. Y aunque no lo decían, yo sabía que algo en ellos también había cambiado. Tal vez por Cody. Tal vez por mí.
Y entonces llegó el último día.
La víspera de su partida.
No lloré. No quise hacerlo. Quise que fuera alegre. Que se quedara con una imagen luminosa de mí. De nosotros.
Nos vimos en la tarde. Caminamos por el parque. Nos sentamos en la banca donde me leyó su primera letra. Él estaba nervioso. Yo también. Pero fingimos que no.
"¿Estás lista para que me vaya?" dijo Cody, sonriendo.
"No. Pero quiero que te diviertas," dije yo.
"¿Y si te extraño?" dijo Cody.
"Entonces escríbeme. O vuelve. O piensa en mí cuando toques la guitarra," dije yo.
Él me besó. Largo. Tierno. Como si quisiera memorizarme.
Y yo... lo dejé ir.
No por resignación.
Por amor.
Porque a veces, querer a alguien también es dejarlo partir.
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Los días antes de que Cody se fuera al campamento fueron como una canción que no quería terminar.
Salíamos juntos cada vez que podíamos. A veces al parque, a veces a la tienda de música, a veces solo a caminar sin rumbo. Él hablaba de acordes, de ideas, de cosas que quería aprender. Yo lo escuchaba, lo miraba, lo amaba en silencio.
Las noches eran nuestras.
No todas. Pero las que sí... eran íntimas. Suaves. Reales.
Él entraba por la ventana del porche, como siempre. Se sentaba conmigo en el sofá. A veces hablábamos. A veces nos besábamos. A veces simplemente nos quedábamos en silencio, con las manos entrelazadas y el corazón latiendo como si supiera que el tiempo era breve.
Y entonces llegó el último día.
Nos encontramos en el parque, como siempre. La banca de siempre. El sol bajando lento, como si también quisiera quedarse un poco más.
Cody estaba distinto.
No en su ropa. No en su voz. En su mirada.
Distraído. Como si tuviera algo en la mente que no sabía cómo nombrar.
Yo lo noté. Lo sentí. Lo esperé.
Hasta que lo dijo.
"¿Qué harías si conozco a alguien allá? Si me enamoro," dijo Cody, sin mirarme del todo.
Me quedé en silencio unos segundos. No por sorpresa. Por cuidado.
"No me importa," dije yo.
Él me miró. Por fin.
"¿No te importa?" dijo Cody.
"Claro que me importa. Pero no me detiene. Si eso pasa, cuando yo esté lista, te voy a buscar. Y voy a competir con quien sea. Eve, Roxy, o quien se cruce," dije yo.
Él se rió. Pero no con burla. Con incredulidad.
"¿Y si ya no quieres?" dijo Cody.
"Eso también es posible. Pero hoy sí quiero. Y quiero que te diviertas. Que te relajes. Que disfrutes sin culpas. No somos pareja. No te debo fidelidad. Y tú no me debes amor. Amarte es mi decisión. No tu obligación," dije yo.
Cody se quedó quieto.
Su cara se desencajó un poco. Como si algo dentro de él se hubiera soltado.
Me abrazó.
Fuerte.
Lento.
Real.
"Nunca te voy a merecer," dijo Cody, con la voz baja.
"No digas eso," dije yo, pero él no me dejó continuar.
"No sé qué viene. No sé qué va a pasar allá. Pero gracias por esto. Por ti. Por tu presente," dijo Cody.
Yo lo abracé también.
No por despedida.
Por promesa.
Porque aunque se fuera, algo de mí se iba con él.
Y algo de él... se quedaba conmigo.
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La sala olía a palomitas recién hechas y a expectativa.
Mi madre se sentó con una taza de té entre las manos, el cabello aún húmedo, como si el estreno fuera un evento familiar. Mi padre, con su camiseta de fútbol y una cerveza sin abrir, se acomodó en el sillón como si estuviera por ver el partido más importante del año.
Y yo... yo tenía el corazón en la garganta.
Drama Total. El programa. El campamento. Cody.
No como espectador. No como ayudante. Como competidor.
Cuando me lo dijo, días antes, pensé que estaba bromeando. Cody, en un reality. Cody, rodeado de cámaras, retos absurdos y gente que grita por atención. Pero él solo se encogió de hombros y dijo: "Quiero divertirme. No me interesa ganar. Quiero ver qué pasa."
Y ahora... estaba por aparecer en pantalla.
La intro fue rápida, colorida, ruidosa. Chris McLean, el presentador, tenía esa energía exagerada que solo existe en televisión. Luego empezó el desfile.
Uno por uno, los participantes llegaban en bote.
La cámara mostraba el muelle del campamento. El lago brillaba bajo el sol. Chris esperaba con su sonrisa de tiburón y su carpeta de nombres.
Gwen fue la primera. Oscura, reservada, con una mochila negra y una mirada que decía "no me hablen". Mi madre la miró con curiosidad. "Esa chica tiene algo," dijo.
Luego vino Owen. Gritando, abrazando a todos, como si el campamento fuera una fiesta. Mi padre soltó una carcajada. "Ese va a ser el alma del desastre," dijo.
Heather bajó como si el mundo le debiera algo. Con postura de reina y sonrisa de juicio. Mi madre frunció el ceño. "Esa va a causar problemas," dijo.
Duncan apareció con su peinado punk y su mirada desafiante. Mi padre lo señaló. "Ese se va a pelear con todos," dijo.
Leshawna, Lindsay, Harold, Courtney... cada uno con su estilo, su energía, su forma de caminar. El programa los mostraba como piezas de un rompecabezas que aún no sabíamos cómo encajaría.
Y entonces... apareció Cody.
Uno de los últimos.
El bote se acercó al muelle. Él bajó con su sudadera gris, su mochila ligera, y esa forma de caminar que parecía decir "no estoy seguro, pero aquí estoy". Saludó al conductor con una sonrisa tranquila. No gritó. No posó. Solo se dejó llevar.
"¡Ahí está!" dije yo, levantándome un poco del sofá.
Mi madre sonrió. Mi padre asintió.
"Se ve bien," dijo él.
"Se ve relajado," dijo ella.
"Se ve como él," dije yo.
Chris lo presentó con una frase rápida, algo como "el chico techie con sonrisa de domingo", y Cody solo levantó la mano, como si no necesitara más.
El episodio no tenía retos. No tenía drama. Solo presentaciones. Miradas. Primeras impresiones.
Y eso... era suficiente.
Porque aunque no podía tocarlo, podía verlo.
Y aunque no podía hablarle, podía escucharlo.
Y aunque no podía abrazarlo, podía recordarlo.
Cuando el último bote llegó y los campistas se dirigieron al campamento, la música subió, el presentador hizo una broma sobre "la aventura apenas comienza", y la pantalla se fundió en negro.
Mi madre se estiró. Mi padre abrió su cerveza. Yo me quedé quieta.
"¿Qué te pareció?" dijo mi madre.
"Caótico," dijo mi padre.
"Real," dije yo.
Me fui a mi cuarto. Me senté en la cama. Abrí mi cuaderno. Escribí:
> "Primer episodio. Cody entre los últimos. Gwen distante. Owen ruidoso. Heather venenosa. Yo... aquí. Viéndolo. Amándolo. Esperando."
Cerré el cuaderno. Apagué la luz.
Y soñé con un bote que cruzaba el lago, con una mariposa que volaba, y con un chico que me decía, incluso desde lejos, que siempre estaría para mí.
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El segundo episodio comenzó con una toma aérea del risco. El mar abajo parecía una boca abierta, esperando a tragarse a los campistas. Chris McLean, con su sonrisa de tiburón, anunció la primera prueba oficial: saltar desde lo alto hacia el agua. Sin cuerdas. Sin colchones. Solo fe y gravedad.
Mi madre frunció el ceño desde el primer minuto.
"Eso no es seguro," dijo, cruzando los brazos.
Mi padre se encogió de hombros. "Es televisión. Seguro hay medidas."
Yo no dije nada. Solo miraba la pantalla, esperando a ver a Cody.
Los participantes se alineaban. Algunos temblaban. Otros fingían valentía. Heather se quejaba. Owen gritaba. Gwen observaba en silencio.
Uno por uno, los campistas se lanzaban. Algunos con estilo. Otros con gritos. Algunos con miedo. Otros con arrogancia.
Y entonces apareció Cody.
Con su sudadera gris, ya sin mochila. Se acercó al borde. Respiró hondo. Y justo antes de saltar...
Gritó.
No un grito de miedo.
Un grito de nombres.
"¡Gwen! ¡Courtney! ¡Lindsay! ¡Bridgette!"
Mi madre se giró hacia mí como si yo hubiera sido mencionada en una misa negra.
"¿Qué fue eso?" dijo Helen.
"Un grito," dijo mi padre, sin entender.
"Es un lujurioso," dijo mi madre, con tono seco.
Yo... solo sonreí.
No por orgullo.
Por complicidad.
Porque mi madre no tenía ni idea.
Así que solo pensé:
[No tienes idea, mamá. No tienes idea.]
Cody cayó al agua con estilo. No fue el mejor salto. Pero fue suyo. Y yo... lo amé más.
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El castigo fue anunciado sin mucha ceremonia. Chris lo dijo con su tono burlón habitual, y la cámara enfocó a Cody, que solo se encogió de hombros.
Mis padres no entendieron del todo.
"¿Eso es un castigo?" dijo mi madre, frunciendo el ceño.
"Parece más una oportunidad," dijo mi padre.
Yo no dije nada.
Porque yo sí sabía.
Sabía que Cody toca. Que canta. Que cuando lo hace, no busca atención. Solo se conecta. Con lo que siente. Con quien lo escucha.
La escena fue breve. Él frente a los demás. Cumpliendo con lo que le tocaba. Sin exagerar. Sin buscar aplausos.
Pero yo lo vi.
Vi cómo se movía. Cómo respiraba. Cómo dejaba que algo dentro de él saliera sin filtro.
Mis padres se miraron.
"Ese chico tiene algo," dijo mi padre.
"Sí," dijo mi madre, más suave.
Yo solo lo miré.
Y entonces, al final del episodio, ocurrió.
Una escena rápida. Sin música dramática. Sin anuncio.
Cody y Gwen, sentados juntos, hablando en voz baja. Ella se reía. Él la miraba. Y luego... se besaron.
No largo. No exagerado. Pero real.
Mis padres me miraron.
No dijeron nada.
Solo esperaban.
Yo... sentí algo.
No dolor.
Pero sí una punzada.
Celos.
No por el beso.
Por lo que significaba.
Porque Cody era alguien difícil de no interesarse. Porque Gwen era lista, intensa, hermosa. Porque yo sabía que eso podía pasar.
Y aún así...
Lo miré.
Lo miré como quien mira una batalla que aún no ha peleado.
Y pensé:
[Si pude contra Eve, tú no me ganarás. Solo esperaré a que regrese.]
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El cuarto episodio comenzó con pelotas.
Literalmente.
Chris McLean apareció en pantalla con una sonrisa de tiburón y anunció la prueba: "¡Quemados extremos! El equipo que gane mas partidos, gana."
Mi madre se acomodó en el sillón con su taza de té. Mi padre se inclinó hacia la pantalla. Yo... ya sabía que esto no iba a ser tranquilo.
Los campistas se alinearon en el campo improvisado. Lindsay se ataba los cordones con una sonrisa distraída. Duncan giraba la pelota en su mano como si fuera una granada. Heather ya estaba quejándose. Gwen observaba en silencio.
Y Cody... estaba ahí.
Con su sudadera gris, con esa expresión de "no vine a ganar, vine a vivir".
La prueba comenzó. Las pelotas volaban. Los gritos también.
Cody esquivaba con agilidad. Lindsay corría cerca de él, riendo. Se cubrían mutuamente. Se pasaban señales. Se reían en medio del caos.
Mi madre lo notó.
"¿Esa es Lindsay?" preguntó.
"Sí," dije yo.
"Está muy cerca de Cody," dijo mi padre.
Yo no respondí.
Porque sí, estaba cerca.
Y sí, eso me movía algo.
Pero no era nuevo.
Ya había visto a Cody con Eve.
Con Roxy.
Con Becca
Y aún así... estaba aquí.
Justin, por su parte, parecía jugar para sí mismo. En un momento clave, dejó que una pelota golpeara a Cody por la espalda. Lindsay gritó. Cody cayó. Justin sonrió.
Mi madre frunció el ceño. "Ese chico es un traidor."
Mi padre asintió. "No sabe jugar en equipo."
Yo... solo miré a Lindsay.
Ella se acercó a Cody, lo ayudó a levantarse, le dijo algo que no se escuchó. Él sonrió. Ella también.
Y yo pensé:
[Si pude contra Roxy, tú no vas a ser competencia.]
No por arrogancia.
Por certeza.
Porque Cody era alguien difícil de no interesarse.
Pero yo... era difícil de reemplazar.
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El quinto episodio se suponía que sería simple.
"Reto de supervivencia," dijo Chris McLean, con su sonrisa de tiburón. "Una noche en el bosque, sin ayuda, sin comodidades. Solo ustedes y la naturaleza."
Mi madre se acomodó en el sillón. Mi padre se sirvió café. Yo... me preparé para ver a Cody en modo explorador.
Pero nadie estaba preparado para lo que pasó.
La cámara mostraba a los equipos caminando por el bosque. Risas. Quejas. Comentarios sarcásticos. Cody iba con su grupo, tranquilo, con una rama en la mano que usaba como bastón. Lindsay y Bridgette caminaban cerca de él. Todo parecía normal.
Hasta que no lo fue.
La edición del programa fue rápida. Cortes bruscos. Música tensa. Chris diciendo "algo inesperado ocurrió".
Y entonces, una toma lejana. Un rugido.
Un oso.
Un grizzly.
La cámara no mostró mucho. Solo sombras. Gritos. Movimiento. Cody corriendo hacia el ruido. Lindsay gritando. Gwen y Heather cayendo. Un caos que no se entendía del todo.
Mi madre se llevó la mano a la boca.
Mi padre se inclinó hacia la pantalla.
Yo... sentí que mi alma me abandonaba.
Porque aunque no mostraban sangre, ni heridas, ni golpes... yo sabía.
Sabía que Cody había hecho algo valiente.
O estúpido.
O ambas.
Chris lo dijo con tono serio: "Cody enfrentó al oso para distraerlo y proteger a dos compañeras. El equipo fue evacuado. Nadie resultó gravemente herido."
Pero eso no me bastaba.
No me bastaba la edición.
No me bastaba la voz del presentador.
No me bastaba la imagen de Cody siendo llevado por el equipo médico, con la cara sucia y los ojos abiertos.
Yo... no sabía qué hacer.
Hasta que llegó el mensaje.
Mi celular vibró.
Un texto.
De Cody.
> "Estoy bien. Fue una locura. Pero estoy bien. Te lo juro."
Y entonces... respiré.
No lloré.
No grité.
Solo respiré.
Porque si ese mensaje no hubiera llegado, no sé qué habría hecho.
No sé qué habría sentido.
No sé si habría dormido.
Cerré los ojos.
Pensé en él.
En su sudadera gris.
En su forma de caminar.
En su voz diciendo "no te merezco".
Y pensé:
[No importa si fue valiente o estúpido. Fue él. Y sigue siendo él.]
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