— Por la lejanía de un pueblo, apartado de los habitantes del pueblo se encontraba una cabaña. Está no era tan grande, tampoco tan pequeña, era del tamaño suficiente para que por lo menos, una persona pudiera habitarla. A primera vista, la cabaña se podría ver entre, en mal estado y buen estado a su vez. Algo limpia, dando a entender que la persona quién la habita, trata de cuidarla lo mejor posible. Una de las diferencias a las demás cabañas, está a primera vista se podía notar que las ventanas estaban rotas, el daño parecía ser ocasionado por piedras, intencionalmente. Aún no estaban completamente reparadas, así que tenían tablas en ellas por el momento. Las tablas tampoco eran solo de decoración o para evitar que se fuera tan mal, era debido a que se encontraban en época de invierno, y las tablas eran una forma de prevenir que el viento frío o la nieve entrara por completo. Cómo aún era de día, no había más que un poco de nieve esparcida en los alrededores, como copos de nieve cayendo del cielo. En medio de eso, se podía observar a una joven no mayor de 19 o 20 años caminando hacia la cabaña, de lo cual, lo que más destacaba aparte de su ropa: era su largo cabello suelto de un color celeste que combinaba bien con los climas de ese tiempo. Así, como tal y se esperaría en una época así, estaba abrigada pero, de una forma que se puede considerar "excesivamente abrigada" al ser de día y aún estar en un clima medianamente soportable. Llevaba dos bolsas en ambas manos enguantadas, lo cual indicaba que apenas llegaba de hacer las compras. Un par de provisiones por el momento, quizás. No tardo mucho hasta llegar a la cabaña, moviendo una de las bolsas hacia la otra mano y abrir la puerta sin mayor problema, una vez abierta, entro y la cerró detrás suyo. No parecía haber nadie más dentro, eso añadiendo que venía sola.. Eso podría indicar que ella era la dueña de la cabaña. Lo cual podría resultar confuso: una apenas adulta y ya viviendo por su propia cuenta? Sin duda debía haber una historia detrás.
Una vez dentro de la cabaña, ella se quedó ahí, por unos minutos parada en la entrada, con la mirada perdida como si recordara algo. Antes de ladear ligeramente la cabeza, removiendo esos pensamientos. No era momento para entristecerse con nada. Dejo ambas bolsas en el suelo a un lado por un momento, agachandose para quitarse ambos zapatos, agarrar nuevamente las bolsas y caminar dentro de la cabaña descalza con solo unas calcetas. La cabaña era tal y como uno lo pensaría desde fuera: era pequeña y tanto su habitación como la cocina estaban en la misma habitación al solo entrar. También había una chimenea que ahora estaba apagada. Lo cual debía ser suficiente para una sola persona.
Un par de horas después, ya se había desabrigado mayormente: ahora llevando unos pantalones negros y en el torso aún llevaba un abrigo negro debido al frío que empezó a aumentar aún dentro. Ahora la chimenea estaba prendida, con la leña con fuego para que al menos este cálido. La estufa ahora estaba prendida, con una olla encima humeante dentro había agua, verduras y un poco de pollo. La chica de antes estaba delante, con una cuchara en la mano mientras removía el caldo y se aseguraba que estuviera bien hecho. Su mirada vacilo por unos momentos con movimientos más como si estuviera en automático, para que entonces, su mirada se clavara directamente en el agua del caldo, el cual reflejo su cuello. Justo donde aquella marca negra que aparentaba ser un collar estaba. Era un poco alta, midiendo 1.72cm, así que sería difícil que eso no sucediera más la forma en que tenía inclinada ligeramente la cabeza. No era algo que no le sucediera de vez en cuando, pero eso no evito que se congelara, deteniendo sus anteriores movimientos, no tardo mucho en reaccionar, soltando la cuchara y en cambio, agarro un cuchillo que estaba en la encimera que había usado para cortar verduras, se volteo, camino hacia la cama y se sentó sobre esta.
Su mente le repitio una y otra vez el reflejo de su cuello y aquella marca negra. Sea cuál fuera el significado que este tuviera, no debía ser nada bueno debido a su mirada conflictiva, debatiéndose en si hacer o no hacer algo. Solo fue cuando su agarre en el cuchillo se apreto que, dió a entender que finalmente había tomado una decisión. Sin pensarlo más, se arremango las mangas del abrigo y se quito ambos guantes con irritación, tirandolos a un lado sin importarle si caían en el suelo o no. Sus muñecas se volvieron visibles y con ello, cicatrices que no parecían ser de heridas normales. Solo eso hizo flaquear su determinación por un momento, entrecerrando y volteando ligeramente la cabeza al momento en que el filo del cuchillo tocó la piel donde las cicatrices apenas estaban cicatrizando, poniendo fuerza y en eso, creándose nuevos cortes.
Al haber terminado de hacerse nuevos cortes en solo una de sus muñecas, ella no pudo seguir más. El cuchillo ya estaba olvidado a un lado de ella en la cama, mientras ahora ella veía su mano ensangrentada con cierta culpa. Pequeñas lágrimas ya había empezado a formarse en sus ojos.
"¿Cómo.. es posible que haya llegado hasta este punto? ¿Que está mal conmigo?"
— Tenía la voz quebrada, intentando forzarse a si misma a no caer en el llanto. Sin embargo, no hizo ningún movimiento para detener el sangrado aún si no era abundante, con unas gotas de sangre llegando a manchar su abrigo no tan notoriamente. Antes de que pudiera decir nada más, escucho un par de pisadas estruendosas fuera de la cabaña. No se escuchaban muy lejos, lo que significaba que alguien se estaba acercando, y entonces, volteo a ver hacia una de las ventanas que aún lograba dar un vistazo a fuera y en ese momento, pudo ver lo que parecía ser alguien en un traje de metal. ¿Un caballero? Pensó, había leído sobre ellos en libros, pero no más que eso. Así que, incluso si era uno.. ¿Que hacía aquí? Sin poder hacer o preguntarse nada más, la figura de desplomó contra la puerta o antes de llegar a esta, causando un fuerte ruido que la hizo estremecerse y salir de su trance.
Luego, se levantó, se volvió a acomodar las mangas del abrigo cubriendo los cortes, llego a la puerta y sin pensarlo dos veces más, la abrió. En ese momento, un gran fuerte frío la azoto con fuerza, lo que la hizo llevarse una mano al rostro para protegerse como podía y al bajar la cabeza, lo vio. A un hombre bajo una armadura tal y como había visto en libros, desparramado contra la nieve y al mirar detrás de el.. Vio un camino de sangre. Si se agachaba y lo miraba más atentamente podría ver como el parecía estar herido.