"Por fin he
llegado"mumuro Ethan.
En el vasto mar,
aviones como pájaros gigantes surcaban el cielo, y a través de la ventana, la
silueta de una isla apareció tenuemente ante los ojos de **Ethan Cruz**.
Un poco más cerca.
Ethan miró con más
atención, solo para descubrir que el lugar designado por el equipo del programa
no era una isla solitaria, sino un grupo de islas conectadas.
Mirando desde arriba,
se podían ver exuberantes selvas tropicales, playas de arena dorada, bahías de
un azul celeste como el zafiro, y acantilados escarpados…
El paisaje era como una pintura incomparable
dibujada por un maestro de la naturaleza.
Las hélices del avión rugían, y al contemplar
aquel espectáculo, Ethan dejó escapar un suspiro.
*"No necesito resistir un año… ni siquiera un
mes. Solo debo aguantar una semana"*, se dijo en silencio.
—Chico, viéndote tan joven, ¿aún eres
estudiante, verdad? ¿Qué se te ocurrió para participar en este concurso de
supervivencia? —preguntó un hombre corpulento a su lado, con una sonrisa
burlona—. Con ese cuerpo delgado, te eliminarán en menos de un minuto cuando
pises la isla.
Ethan guardó silencio.
En efecto, todavía era estudiante. Apenas
había terminado la preparatoria y entrado a la universidad con dificultad. Su
familia era de campo, sus padres trabajaban sin descanso y no tenían dinero
para pagarle los estudios, y sus parientes tampoco podían ayudarle.
Desesperado, decidió inscribirse en este
concurso de supervivencia.
Al inicio no tenía muchas esperanzas.
Lo que nunca esperó fue la suerte: más de 50
millones de personas se inscribieron en el programa, y él fue uno de los 200
seleccionados.
El show era el primer desafío de supervivencia
a gran escala transmitido en vivo a todo el mundo. Doscientos participantes,
divididos en equipos de dos, serían arrojados a islas y regiones salvajes para
sobrevivir con lo mínimo.
El programa estaba respaldado por cadenas
internacionales y plataformas de streaming que invirtieron fortunas en derechos
de transmisión.
El ganador se convertiría en una estrella
global, incluso más famoso que los expertos en supervivencia televisiva.
Pero más allá de la fama, lo que atraía era el
dinero.
Cada día sobrevivido otorgaba 100,000 dólares.
Una semana: 700,000.
Un año entero: 100 millones.
Aunque nadie creía que alguien pudiera
lograrlo.
El reto era brutal: cada participante solo
podía llevar un objeto. La ropa, los zapatos y hasta los pantalones contaban
como parte del equipo. Si los elegías, ya no podías llevar nada más.
La comida y las herramientas debían
conseguirse a mano.
El clima, los insectos, las bestias y la
soledad eran tan peligrosos como el hambre.
Además, la isla era solo la primera etapa.
Cada mes los sobrevivientes serían trasladados
a un nuevo escenario extremo: la sabana africana, el Valle de la Muerte en
Estados Unidos, la helada Siberia, el desierto del Sahara…
El programa era tan duro que Ethan se fijó una
meta humilde: sobrevivir una semana.
Con eso podría pagar sus estudios y hasta
construir una casa para su familia.
Mientras pensaba en ello, el hombre corpulento
volvió a burlarse:
—Mira a los demás y mírate a ti mismo. Todos
en pareja, bien equipados… ¿y tú qué traes? ¿Un perro? ¿En serio?
Ethan lo miró con frialdad.
—Cierra la boca.
El hombre palideció, sorprendido de que aquel
muchacho le contestara.
Ethan bajó la mirada hacia su perro, un
mestizo de pelaje dorado llamado **Max**, al que acarició con ternura.
—Tranquilo, viejo amigo. Si ellos dudan de ti,
ya les demostrarás lo contrario —susurró con una leve sonrisa.
Todos tenían compañeros humanos. Él era el
único que había elegido confiar en un perro. Y no se arrepentía.
De pronto, una voz femenina se escuchó en los
altavoces del avión, repitiendo el mensaje en varios idiomas:
—Participante número 66, prepárese para
descender.
Ethan parpadeó sorprendido. No esperaba ser
uno de los primeros en aterrizar.
—Vamos, Max —dijo mientras acariciaba al
perro.
Bajo la guía de los oficiales de seguridad,
Ethan y su compañero de cuatro patas descendieron por la cuerda de rápel hasta
la selva.
Al mismo tiempo, en todo el mundo, su canal de
transmisión en vivo se activaba.
El espectáculo había
comenzado.
Laura Simmons, una popular presentadora estadounidense,
conducía el programa con su estilo magnético y carismático. Aunque era joven,
transmitía elegancia, seguridad y cercanía, lo que le había ganado millones de
seguidores alrededor del mundo.
Junto a ella había tres observadores invitados.
Todos eran hombres.
—El primero no necesita presentación —sonrió Laura hacia la cámara—. El
legendario Edward "Ed" Walker, considerado el mejor maestro de
supervivencia del planeta, ídolo de millones y conocido como el Maestro de
la Naturaleza.
A su lado, presentó al segundo:
—Aquí tenemos a Matt Cooper. Quizá algunos espectadores aún no
lo conozcan, pero también es un gran experto en supervivencia extrema. Vive en
la naturaleza prácticamente todo el año, enfrentando climas hostiles y entornos
salvajes. Incluso llegó a derrotar al propio Ed en un famoso programa de
supervivencia, por lo que se le conoce como el Hijo de la Naturaleza.
Laura miró al tercer comentarista con una sonrisa cómplice.
—Y por último, un referente académico y explorador reconocido: el profesor James
Franklin, quien nos brindará su visión más analítica sobre los
participantes.
Ed negó con la cabeza y, con una sonrisa humilde, se tocó su característica
calva.
—La reputación de Matt es bien merecida. Lo respeto mucho.
Matt devolvió la cortesía con una sonrisa.
—El maestro Ed sigue estando muy por encima de mí.
El ambiente en la sala de transmisión se llenó de camaradería y buen humor.
De pronto, la gran pantalla frente a todos cambió y aparecieron múltiples
ventanas de transmisión en vivo, cada una correspondiente a un participante o
equipo.
Un cuadro se iluminó de repente.
—¡Oh! —exclamó Laura—. ¡Ya tenemos al primer concursante en pantalla, veamos
su situación!
El director abrió el canal y, en cuestión de segundos, todos quedaron
atónitos.
—¿Un… perro? —murmuró James Franklin incrédulo.
El público explotó en comentarios.
—"¡Menudo espectáculo, alguien trajo un perro a sobrevivir!"
—"¡Es un simple sabueso callejero, ni siquiera una raza de trabajo!"
—"Este concursante está condenado."
La pantalla mostró los datos del competidor:
Ethan Cruz, 18 años, recién graduado de la preparatoria.
Max (perro mestizo), 2 años.
Objetivo declarado: sobrevivir una semana, ganar 700,000 dólares, pagar
la universidad y construir una casa para su familia.
El chat en vivo estallaba entre burlas y risas:
—"Un estudiante y un perro callejero… esto es un chiste."
—"Ni siquiera lleva zapatos ni camiseta, ¿cómo piensa aguantar una semana bajo
el sol?"
—"Apuesto a que no dura ni medio día."
Laura miró a Ed y preguntó:
—Maestro, ¿cómo es posible que hayan permitido la participación de un perro?
Ed negó con la cabeza.
—Debe de ser un error o una laguna en las reglas. Aunque fui invitado como
comentarista, no conocía a todos los participantes antes del inicio del
programa.
—¿Cuánto cree que resistirá? —preguntó Laura.
—No soy optimista —respondió Ed, serio.
—Yo tampoco —añadió Matt.
La mayoría del público asintió. Aquel dúo, un joven sin experiencia y un
perro mestizo, parecía condenado.
Mientras tanto, en la pantalla, Ethan había aterrizado en una playa dorada.
El agua azul brillaba como zafiro, pero el calor abrasador era insoportable.
Apenas puso un pie en la arena, sintió que la planta de sus pies se quemaba.
—Hace tanto calor… ¿realmente podré aguantar una semana? —murmuró, sujetando
su pala multifuncional, la única herramienta que había elegido.
Con el sol golpeándole la piel, corrió con Max hacia el agua y se sumergió
para refrescarse.
Los pocos espectadores que quedaban en su canal no tardaron en bromear:
—"¡Ya se rindió, directo al agua antes de empezar!"
—"Esto no es supervivencia, es un baño de playa."
La mayoría de la audiencia abandonó el canal, dejando apenas a unos cientos
de curiosos conectados.
Ethan, en cambio, cerró los ojos bajo el agua. El frescor lo alivió, pero
también lo llenó de dudas.
—Si lo hubiera sabido, quizá no debí traer a Max… —susurró con un dejo de
remordimiento.
De pronto, un sonido metálico resonó en su cabeza:
¡Ding!
—"El sistema de asistencia para supervivencia en entornos salvajes
está activado…"
"¡1%!…
2%!…
8%!…
88%!…
100%!"
Ethan Cruz se quedó boquiabierto. No podía creer lo que acababa de
recibir: **el legendario sistema de supervivencia**.
Había leído muchas novelas online y conocía los sistemas y trucos
que los protagonistas obtenían en la ficción, pero jamás pensó que algo así
pudiera ocurrir en la realidad.
—¡Increíble! —susurró para sí mismo, con el corazón latiendo a mil
por hora.
Una voz clara resonó en su mente:
—"¡Ding! Paquete de bienvenida enviado. Preste atención. ¡La función
de cofre del tesoro está activada!"
Un torrente de información inundó su mente. Ethan comprendió de
inmediato: el sistema estaba diseñado para **ayudarlo a sobrevivir en la
naturaleza**, sin trucos adicionales. Contenía un **cofre de tesoro** que podía
abrir cada tres días para obtener habilidades y recursos útiles para
sobrevivir.
—"Abro el paquete de bienvenida" —dijo mentalmente.
—"¡Ding! Obtienes: *Guía de Supervivencia en la Naturaleza* x1."
—"¡Ding! Obtienes: *Paquete de EXP* x1 por taladrar madera para
fuego."
—"¡Ding! Obtienes: *Potenciador Corporal Primario* x2."
Estos tres paquetes eran perfectos. Acababa de graduarse de la
secundaria y apenas tenía conocimientos de supervivencia, pero ahora contaba
con guía, experiencia y fortalecimiento físico para él y para Max.
Sin embargo, algunos espectadores del canal de transmisión en vivo
comenzaron a preocuparse al ver a Ethan y su perro bañándose en el mar:
—"¡Bajen a tierra! ¡Apresúrense y busquen refugio!"
—"¿No se van a rendir?"
—"¡Por fin veo a un perro en el desafío, Ethan, no nos decepciones!"
—"Qué irresponsable traer a un perro a un lugar así…"
Ethan miró el sol abrasador y acarició a Max:
—"Vamos, amigo, es hora de actuar."
Salieron del agua, y Ethan comenzó a remover la arena caliente con
su **pala multifuncional**. Con cada palada, avanzaba unos pasos hacia la
sombra de los árboles. Este método lo había aprendido desde niño: remover la
capa superior de tierra hacía que la capa inferior se mantuviera fresca.
Funcionaba incluso en la playa ardiente.
Pronto, Ethan llegó al borde del bosque y sintió un dolor intenso en
la espalda: la piel se estaba quemando.
—"Wang…" —gruñó Max, apoyando su cabeza contra el tobillo de Ethan,
agitando la cola como señal de alerta.
El joven suspiró:
—"Muchos pensarán que estoy loco… solo traje un par de pantalones y
esta pala."
Sobre su cabeza flotaba una **cámara en forma de esfera**, grabando
su supervivencia en tiempo real. Sabía que debía interactuar para mantener la
transmisión en vivo y no arriesgarse a que los seguidores perdieran interés.
—"Esto es solo el principio… resolveré lo de la ropa y los zapatos
más adelante." —Ethan sonrió, mostrando dientes blancos.
Comenzaron a adentrarse en la **selva de manglares**. Aunque no
había muchas enredaderas, entrar descalzo era peligroso. De inmediato, una
piedra cortó su pie derecho, dejando marcas de sangre.
—"Esto es supervivencia real… dura y cruel." —dijo Ethan, mientras
limpiaba la herida con hierbas tiernas que encontró en el suelo. La sangre era
mínima, pero suficiente para recordarle que el peligro era real.
Max ladró fuerte, arqueando la espalda y mostrando postura de
alerta. Ethan se detuvo y vio, a pocos metros, una figura extraña.
Un hombre apareció de repente: llevaba un **sombrero desgastado**,
un abrigo de lino tosco y zapatos de tela. Una espada sencilla colgaba de su
cintura y un arco, con flechas negras como el carbón, estaba en su mano. Su
rostro estaba cubierto de barro, casi irreconocible.
La flecha apuntaba directamente a Ethan, impidiéndole moverse un
solo paso.
—"Veamos de nuevo al retador llamado Ethan Cruz y a su perro Max, y
comprobemos si han salido del mar…" —dijo Laura Simmons, sorprendida, desde la
sala de transmisión en vivo.
—"¿Indígenas? ¿En una isla desierta supuestamente deshabitada?"
El chat de la transmisión en vivo estalló.
—"¡Qué demonios! Ese tipo parece un nativo salvaje. Si dispara esa
flecha, Ethan está acabado."
—"¿El programa no aseguró que era una isla sin habitantes? Esto es
jugar con la vida de los retadores."
—"¡Miren la punta de esa flecha! Está pulida con cuidado y manchada
de sangre. No es broma."
Incluso los presentadores quedaron en silencio. Laura Simmons y Mike
Johnson intercambiaron miradas, mientras los dos expertos en supervivencia,
Deye y Matt, no pudieron emitir una palabra.
Frente a Ethan, la figura con barro en el rostro tensaba el arco,
apuntando directamente a su corazón. El joven tragó saliva; sabía que no podría
esquivar si esa flecha era disparada. Max gruñía con el pelaje erizado,
preparado para lanzarse en cualquier momento.
Lo que nadie sabía es que aquella figura —cubierta de barro,
harapienta, armada con un arco y una espada antigua— no era un cazador salvaje,
sino **Changle**, una princesa que había caído misteriosamente en ese lugar.
Changle llevaba dos días perdida en la isla, sin agua ni comida. La
primera persona que encontraba… y para su desgracia, parecía un salvaje:
semidesnudo, con solo un pantalón, sin zapatos, acompañado de un perro.
*—¿Un nativo?* —pensó, con miedo. Su padre le había hablado de la
tierra de bárbaros: gente incivilizada que vivía como bestias y hasta devoraba
humanos.
Su instinto le decía disparar. Si lo dejaba con vida, podía ser
peligroso.
Apretó el arco. Pero al ver a Max moviendo la cola, dudó: *¿un
perro…?*
El hambre y el agotamiento la golpearon como un mazo. Un mareo
repentino la sacudió, perdió el equilibrio y cayó al suelo inconsciente.
Ethan se quedó helado. Esperaba morir atravesado por una flecha, y
en cambio, la "nativa" se desplomó frente a él.
—"¿Qué… demonios?" —susurró, sin entender nada.
El chat estalló.
—"¡Increíble! ¡Se desmayó sola!"
—"El chico tiene una suerte absurda. ¡Nadie sobrevive a eso salvo
él!"
—"Ethan es hijo favorito de la providencia, confirmado."
Laura recuperó el aliento y forzó una sonrisa:
—"Bien, entonces… ¿qué hará Ethan ahora con este supuesto nativo?"
Mike, sin apartar la vista de la pantalla, comentó:
—"Miren esa espada en su cintura. No es un arma común. Parece una
reliquia, con incrustaciones de gemas… debe valer una fortuna."
El público comenzó a agitarse:
—"¡Tómala! ¡Róbala antes de que despierte!"
—"¿De qué hablas? El reglamento dice que todo lo obtenido en la isla
pertenece al retador."
—"Vamos, Ethan, es tu oportunidad de hacerte rico."
Ethan también notó la espada. Era impresionante, brillante incluso
bajo el barro. Sintió la tentación, pero negó con la cabeza.
—"No… no puedo robarle a alguien inconsciente. Si hay otra
oportunidad, decidiré entonces." —murmuró para sí mismo.
Se agachó y examinó más de cerca al "nativo". Los labios estaban
resecos, la piel cubierta de barro, pero el cuerpo desprendía un aroma extraño,
delicado. Además, era liviano, demasiado liviano para un cazador salvaje.
—"…¿Podría ser… una chica?"
El público volvió a explotar:
—"¡No puede ser!
—"¿Una nativa mujer? ¿Qué clase de giro es este?"
—"Ethan, ¡aprovecha y quítale la espada! ¿Qué haces cargándola?"
—"Esto parece el cuento del granjero y la serpiente…"
Ignorando los comentarios, Ethan cargó con la desconocida sobre su
espalda y caminó hacia un cocotal cercano. Con cuidado bajó un coco, lo abrió
con la pala y le acercó el agua fresca a los labios.
—"Por tu bien… te salvaré la vida." —susurró.
No solo los espectadores estaban atónitos; la presentadora **Laura
Simmons** también murmuró incrédula:
—"¿Ethan… está intentando salvar a este supuesto nativo?"
Mike Johnson negó con la cabeza, sin entender nada.
El experto en supervivencia **Matt** permanecía en silencio, aunque
en sus ojos se notaba interés. Él mismo había tenido un encuentro con
pobladores aislados en sus expediciones, y sabía que *nativo* no significaba
necesariamente *salvaje*. A veces, con un gesto de bondad, podían responder con
la misma moneda.
El chat hervía:
—"Si logra ganarse su amistad, podría tener aliados en la isla."
—"O lo matan apenas despierte. Firmaron contratos de riesgo, la
producción no se hará responsable."
—"Interesante… quiero ver en qué termina esto."
Mientras Ethan cargaba con la figura inconsciente hacia el interior
de la selva, la audiencia del programa se disparaba: tres mil, cinco mil,
quince mil… en un abrir y cerrar de ojos ya superaban las **diez mil personas
en directo**.
—"Esto parece un dicho de mi abuela: *cría cuervos y te sacarán los
ojos*."
—"Exacto, si ese nativo despierta hostil, se acabó para Ethan."
El calor sofocante y la falta de calzado lo hacían tropezar a cada
paso, pero aun así avanzó hasta un cocotal. Colocó suavemente a la "nativa"
bajo la sombra de un árbol, tomó su pala multiusos y comenzó a cortar cocos.
Max, el perro amarillo, ladraba bajo mientras lo seguía de cerca.
Ethan sonrió, empapado de sudor:
—"Miren, fue sabio quedarme con esta pala en vez de zapatos o ropa
extra. Sirve para todo."
Con paciencia abrió tres cocos. Bebió el primero en dos tragos, dejó
que Max probara el segundo y, con sumo cuidado, vertió el tercero en los labios
resecos de la joven.
—"Espero que esto la despierte…" —murmuró con suavidad.
El chat reaccionó de inmediato:
—"Qué chico más noble."
—"Hermano, en este mundo los buenos siempre sufren. Ojalá no se
arrepienta."
—"Sí, la vida real demuestra que los ricos no llegan arriba con
bondad, sino con frialdad. ¿Será Ethan un tonto… o un verdadero héroe?"
Mientras tanto, **Changle**, aún inconsciente, soñaba con su hogar.
En la pesadilla, había sido capturada por bárbaros, torturada y devorada. Entre
sollozos llamaba a su padre, arrepintiéndose de haber huido del palacio y
rechazado el matrimonio que él había arreglado.
En medio del miedo, sintió un frescor dulce en su boca. Bebió sin
fuerzas, y lentamente abrió los ojos. Lo que vio no fue una aldea bárbara, sino
al muchacho sonriente que la sostenía con cuidado.
El sabor del líquido la sorprendió.
—"¿Qué fruta salvaje es esta? Nunca probé algo tan dulce…"
Ethan suspiró de alivio al verla despertar.
—"¡Por fin! Pensé que no lo lograrías."
Changle quedó pasmada. Lo entendía. Cada palabra. El supuesto nativo
hablaba una lengua comprensible para ella.
—"¿Cómo es posible…?" —balbuceó—. *¿Yo… indígena?*
Se llevó la mano al pecho, con orgullo herido.
—"¡Soy Changle, princesa de la dinastía Tang! ¿Y me confunden con
una salvaje de la isla?"