Ficool

Chapter 1 - CHAPTER 1

En el centro de la jaula, el recluso 201 estaba de pie como una sombra de muerte, un hombre de cabello rubio y ojos grises que brillaban como cuchillas. La furia hervía dentro de él, una fuerza imparable que lo impulsaba a moverse con la precisión letal de un depredador. Cuando su oponente lanzó el primer golpe, 201 lo esquivó con agilidad felina y contraatacó sin piedad. Su puño se hundió en el estómago del otro hombre, arrancando un grito de dolor mientras se doblaba.

"¡Vamos, 201! ¡Acaba con él!", rugió un recluso, sus palabras alimentaron la furia en el pecho de Artem Vasiliev.

Los otros prisioneros aullaron en aprobación, sus voces unidas en un canto de violencia. Para Artem, cada golpe no era solo una táctica en la pelea, sino un recordatorio de lo que había perdido, de lo que le habían quitado. Cruzó la jaula, agarró a su oponente con una fuerza sobrehumana, arrojándolo contra las barras de metal. El sonido del impacto fue un eco que resonó en su alma, un espejo de su propio deseo de destrucción.

"¡Eso es todo! ¡Dale más!", gritó otro recluso, sus ojos reflejaban una mezcla de miedo y admiración.

Artem avanzó, su mirada fría y calculadora. No había piedad en sus movimientos, solo una determinación despiadada. Su oponente, tambaleándose, trató de recuperarse, pero Artem ya estaba sobre él, desatando una serie de golpes rápidos y precisos. El rostro del hombre se convirtió en una máscara de sangre y sufrimiento, hasta que finalmente cayó inmóvil al suelo.

"¡Sí! ¡Acaben con él!", los gritos de los reclusos eran ensordecedores, pero Artem ya no los escuchaba.

En su mente, todo lo que vio fue el rostro de su padre, Mikhail Vasiliev, y el recuerdo imborrable de la última vez que había sentido una chispa de felicidad. Fue cuando su esposa, radiante y sonriente, le había dado la noticia que cambiaría su vida.

"Artem, vamos a ser padres".

Su voz había sido suave, llena de una esperanza que Artem apenas podía comprender en ese momento. La sorpresa en sus ojos había dado paso a una profunda felicidad, una felicidad que ahora parecía una cruel burla. Recordó el brillo en sus ojos, la forma en que su mano había descansado sobre su vientre, protegiendo la vida que crecía dentro de ella. Esa misma vida que le fue arrancada de las manos antes de que pudiera sostener a su hijo.

La furia latente que lo había consumido desde entonces ahora alimentaba cada golpe, cada movimiento. Artem se puso de pie, con la respiración agitada, pero su mirada permaneció fija en el rostro ensangrentado de su oponente. No había satisfacción en la victoria, solo un vacío, un abismo de ira que nunca se llenaría.

"201! 201! ¡201!", corearon los reclusos, celebrando a su campeón.

Artem no les prestó atención. Su mirada recorrió el sótano, sin encontrar nada que pudiera sofocar la tormenta dentro de él. El sonido de los gritos y vítores se desvaneció en el fondo, mientras Artem intentaba sofocar el odio que lo carcomía desde adentro. Sabía que ninguna cantidad de peleas, ninguna cantidad de derramamiento de sangre, podría recuperar lo que había perdido.

"Buena pelea, 201", dijo un guardia con una sonrisa burlona, interrumpiendo sus pensamientos.

Artem lo miró con una frialdad que hizo que el guardia retrocediera por un momento.

"Es hora de irse", agregó el guardia. "Tienes una visita".

Las cejas de Artem se fruncieron. La sorpresa mezclada con la desconfianza se reflejaba en sus ojos grises. No recibía visitas. No había permitido que nadie lo viera en este estado, roto y hambriento de venganza.

"Quienquiera que sea, diles que se vayan", gruñó, su voz mezclada con amenaza.

El guardia chasqueó la lengua, impaciente.

"No esta vez, 201. Este es importante... muy importante ya que se les concedió una visita con total privacidad. Así que vamos, mi turno casi ha terminado y quiero irme a casa con mis hijos".

Artem estaba a punto de negarse, de destrozar al guardia allí mismo. Pero algo en esas últimas palabras, "Quiero ir a casa con mis hijos", lo detuvo. Un eco de lo que una vez había sido su propio sueño, ahora destrozado. Con un suspiro que parecía provenir de lo más profundo de su ser, Artem dio un paso adelante.

"Mi visitante tendrá que esperar", dijo mientras caminaba. "Primero, quiero quitarme toda esta sangre de encima".

El guardia asintió, agradecido de que Artem no estuviera causando problemas. Mientras se dirigían por los oscuros pasillos de la prisión, la mente de Artem seguía dando vueltas a quién podría ser este visitante "importante". Pero por ahora, su prioridad era limpiar la sangre de su cuerpo, aunque sabía que ninguna cantidad de agua podría lavar la mancha de venganza que había anidado en su corazón.

An hour later, Artem entered the prison warden's office, his steps echoing in the vast silence of the place. The door opened slowly, revealing a man with gray hair who stood with the help of a cane, the lion forged in gold shining at the top.

"Well, you took your time, Artem," said the man, his tone sarcastic, with a crooked smile on his face.

Artem didn't respond. He approached slowly, his gaze fixed and dangerous. His gray eyes, cold as steel, scrutinized the man in front of him.

"What do you want?" he asked, his voice as hard as a death sentence.

The man leaned forward, his eyes reflecting a mix of determination and plea.

"I've come to make you an offer. And I hope you accept it."

The silence that followed was almost tangible, the tension in the room like a rope about to snap. Artem snorted bitterly, a dry, humorless laugh escaping his lips.

"What makes you think I'm going to accept?"

The man leaned in a little closer, his voice dropping to a whisper laden with promises.

"Because she will be your ticket out of this prison, Artem. But not only that... she will also be the direct passage to your revenge..."

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