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Chapter 8 - chapter 8-Logbook of the little shark

Había algo en el aire otoñal que me ponía más ansioso de lo habitual. Tal vez fue el olor a hojas secas o la pila de tareas que seguí ignorando con delicadeza. Pero lo sabía: el año estaba terminando y el futuro llamaba a mi puerta como un cobrador de deudas educado.

Necesitaba una estrategia.

Así que abrí un cuaderno nuevo, robé un marcador rojo del escritorio del director y escribí en la portada:

"El cuaderno de bitácora del pequeño tiburón: ideas de un millón de dólares antes de cumplir 18 años".

Debajo, garabateé la primera gran pregunta:

—¿Cómo te conviertes en millonario antes de dejarte crecer la barba?

Lo que siguió fue un plan que solo podía provenir del cerebro de un niño con demasiados libros, acceso a la biblioteca avanzada y un compañero criminal con un corazón noble: Tony, también conocido como El Coyote.

Pero esta vez, decidí manejar la investigación solo.

Pasé horas en la biblioteca de la ciudad, revisando viejas revistas económicas, suplementos comerciales amarillentos, anuarios de tecnología e incluso catálogos de electrónica japonesa. Anoté todo lo que me llamó la atención con letra diminuta. Computadoras, consolas, chips, compañías con nombres extraños que nadie podía pronunciar todavía.

—Nintendo, SEGA, Dell... ¿Qué es este? ¿Qualcomm? —murmuré, mientras el bibliotecario me miraba por hablar conmigo mismo.

Incluso hice un cuadro comparativo con marcas, productos, fechas de fundación y su "tendencia a dominar el mundo en cinco años".

Se inicia (°_°) la "Base de datos de tiburones"

—¿Estás escribiendo una enciclopedia ahora? —preguntó Tony cuando me encontró con cinco libros abiertos en la mesa de la cocina.

—Estoy cruzando datos. A este ritmo, podría predecir el mercado de valores.

—George, eres un adolescente. No una computadora.

—¿Y si soy ambas cosas?

Sacudió la cabeza, pero regresó más tarde esa noche con una carpeta que había encontrado en la oficina de su tío: folletos de negocios, páginas arrancadas de revistas financieras, incluso algunas hojas que parecían viejas apuestas deportivas pero llenas de análisis financiero.

—¿De qué año es este material? —pregunté.

—'85. Pero algunas de estas empresas todavía existen. Mira: AMD. Sigue siendo fuerte.

Pasamos una hora comparando datos, señalando oportunidades que no existían para nosotros... todavía.

También comencé a indagar en la posibilidad de estudiar Medicina y Derecho simultáneamente, algo que, según los registros oficiales, estaba "muy desaconsejado". Lo que solo me hizo quererlo más.

Leí programas de estudios, folletos universitarios, requisitos imposibles, y escribí todo.

—¿Qué es esto? —dijo Tony, señalando uno de mis gráficos.

—Es una proyección de mi rendimiento académico si estudio medicina de lunes a viernes y derecho los fines de semana.

—¿Se tiene en cuenta el sueño?

—Con suerte, 30 minutos al día. Pero con el café, podría estirar eso a una hora y media.

Tony se rió, pero me di cuenta de que no estaba bromeando del todo cuando agregó:

—No olvides tus sesiones de boxeo, George. Es genial tener una mente brillante, pero también tienes que aprender a defenderte.

—Lo sé, pero solo me usan como saco de boxeo (¿?)

—¡Jajaja!

La idea de estudiar ambos no era solo un capricho, era una declaración. Un símbolo de que no solo estaba jugando inteligentemente. Era inteligente. Y si alguien pudiera romper la regla no escrita de la educación superior, sería yo.

—Maybe they'll have to create a special exception just for me, I told Tony while circling college forms.

—You don't think that's a bit egocentric?

—Tony, genius and humility rarely share the same room (ಥ‿ಥ)

—And clearly, this room's no exception.

According to documents from places like Harvard, Yale, and Columbia, it was technically possible to study both—though not through a standard dual-degree. But there were workarounds: accelerated programs, credit transfers, experimental paths for "exceptional minds."

Harvard, for instance, had one of the best medical schools and one of the most prestigious law schools in the world. To most people, doing both was impossible. To me, it was simply unlikely.

And "unlikely" sounded a lot like "possible—just for maniacs." (¬‿¬)

Even Jerry, my quiet-but-always-there older brother, helped me indirectly. He lent me a tech manual I found hidden in his backpack, along with some old coins and a note: "Not everything that shines gets sold. But some people will still buy it."

Deep. Poetic. Classic Jerry.

One afternoon, while I was analyzing charts, Jerry walked by, glanced at my Harvard notes, and said:

—Harvard? Seriously?

—You got a better one?

—Nah. Just make sure that if you go, you bring me an official cap.

—Deal. But you'll have to sign this notebook as the first poetic advisor.

He smiled faintly and walked off. But that smile meant more than it looked—it was silent approval.

Amid all this research, I also started collecting data on financial behaviors, historical surveys, betting models—everything to feed a much bigger goal I'd been brewing: strategic gambling.

Then came a conversation that would change things.

We were in my room. I had a whiteboard covered in graphs. Tony was lying on the floor eating cookies.

—You're still on that Tyson thing? —he asked.

—Yes. Statistically, his next fight's going to be a disaster.

—How would you even know that? The guy never loses.

—Because I'm tracking variables no one's watching: accumulated fatigue, a drop in aggression, the opponent's growth curve, even his trainer's comments to the press. There are patterns.

—George, I like you, but this isn't an exact science.

—Nope. It's an unpredictable science. That's why I love it (ò_ó)

Tony went quiet. Then he said:

—Please tell me you're not thinking of betting against Mike Tyson.

—Not directly... yet.

(⊙_☉)

I left him thinking. And went to bed with a grin. Because I knew—when the time came—Tony would be part of something bigger.

I'd already jotted down in the corner of my notebook:

"Trip to Las Vegas – February 1990. Official reason: Science Olympiad. Real reason: strategic betting + legal/illegal opportunities."

But that story… that's for later.

For now, Jerry, Tony, and I kept collecting pieces. And I, more certain than ever, told myself:

Every great plan begins as a ridiculous idea no one dares to try (⌐■_■)

And I was ready to try everything.

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