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Chapter 116 - Reborn into a family of powerful wizards, Leon the Young Cuckold Master Part 2

La criada se entrega por completo al mayordomo, mientras León, desde su posición, observa la escena con una mezcla de emociones. La intensidad aumenta y el placer se apodera de la habitación. ¿Podrá León contener sus deseos?

La criada, con una sonrisa pícara, se colocó sobre el rostro de León, ofreciéndole sus enormes nalgas como una silla tentadora. El mayordomo, con la mirada llena de deseo, se acercó y comenzó a cubrir sus nalgas con besos lentos y apasionados, como si venerara cada centímetro de su piel. León, atrapado entre la suavidad de sus nalgas y el embriagador aroma de su cuerpo, se sintió abrumado por la intensidad del momento. La criada, consciente de su poder, se inclinó ligeramente, permitiendo al mayordomo acceder a su coño peludo y húmedo, que brillaba en la tenue luz de la habitación.

Con un movimiento fluido, el mayordomo se arrodilló frente a ella, separando suavemente sus piernas para exponer su sexo hinchado y palpitante. Desde su posición, León pudo ver cómo el mayordomo introducía lentamente la lengua en el coño de la criada, provocando gemidos de placer que resonaban por toda la habitación. La criada, con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás, se dejó llevar por las sensaciones, moviendo su cuerpo al ritmo de la experta lengua del mayordomo.

Sin previo aviso, el mayordomo se levantó y, con un movimiento rápido, penetró a la criada con su miembro erecto. Ella dejó escapar un gemido ahogado, amortiguado por la almohada que era el rostro de Leon. El mayordomo comenzó a moverse con fuerza, embistiendo a la criada con una intensidad que hacía que sus pechos vibraran con cada embestida. La criada, con las manos apoyadas en los hombros del mayordomo, se dejó llevar por el placer, gimiendo y suspirando con cada embestida.

La escena era una mezcla de lujuria y dominación, con el mayordomo tomando el control y la criada entregándose por completo. León, desde su posición privilegiada, podía ver cómo el coño de la criada se contraía alrededor del pene del mayordomo, exprimiendo hasta la última gota de su fluido. El aroma a sexo y sudor inundaba la habitación, mientras los gemidos de la criada se volvían más intensos y desesperados.

En un momento de audacia, León se llevó la mano a la entrepierna y comenzó a masturbarse lentamente mientras observaba la escena. Sus padres, ocultos en las sombras, observaban con una mezcla de diversión y curiosidad morbosa, disfrutando del espectáculo que se desarrollaba ante sus ojos. La madre de León, con una sonrisa pícara, le susurró algo al oído a su esposo, quien asintió con una mirada cómplice.

La criada, sintiendo la mirada de Leon, se inclinó hacia delante, apoyó las manos en la cama y ofreció su trasero al mayordomo. Sin dudarlo, la penetró con fuerza, embistiendo su coño con una intensidad que le hacía vibrar las nalgas con cada embestida. La criada, con el rostro hundido en la almohada, gimió y suspiró, con el cuerpo temblando de placer.

León, moviendo la mano con más rapidez, se acercó a la criada, susurrándole palabras de amor al oído. «Te amo», dijo, con la voz cargada de deseo y emoción. La criada, sin embargo, no respondió, pero toma la mano de León aceptando el amor de su amo en silencio mientras estaba gimiendo y disfrutando de la polla del mayordomo que la penetraba con fuerza. Su rostro, rojo y sudoroso, era el de una cerda en celo, completamente entregada al placer.

El mayordomo, con un gruñido, aceleró el ritmo de sus embestidas, su pene deslizándose dentro y fuera del coño de la criada a una velocidad vertiginosa. La criada, con los ojos cerrados y la boca abierta, gemía y suspiraba, convulsionando su cuerpo con cada embestida. León, apretando su miembro con la mano, se acercó a la criada, besándole el cuello y susurrándole palabras de amor al oído.

En ese momento, la puerta de la habitación se cerró de golpe, y el mayordomo, con un movimiento rápido, sacó su pene del coño de la criada y la penetró por detrás, embistiéndole el ano con fuerza. La criada, sorprendida por el cambio, dejó escapar un gemido de dolor y placer, mientras su cuerpo se adaptaba a la nueva sensación. León, con la mano aún en la entrepierna, observaba la escena con una mezcla de deseo y celos, mientras el mayordomo dominaba a la criada con una intensidad que lo dejaba sin aliento.

La criada, con las manos extendidas sobre la cama, se sentía invadida de placer, gimiendo y suspirando con cada embestida del mayordomo. Su ano apretado y caliente se contraía alrededor de la polla del mayordomo, exprimiendo hasta la última gota de fluido que salía. El aroma a sexo anal llenaba la habitación, mientras los gemidos de la criada se volvían más intensos y desesperados.

León, con la mano moviéndose más rápido, se acercó a la criada, besándole el cuello y susurrándole palabras de amor al oído. «Eres perfecta », dijo, con la voz cargada de deseo y posesión. La criada, gimiendo y disfrutando de la polla del mayordomo embistiéndola con fuerza. Su rostro, rojo y sudoroso, era el de una cerda en celo, completamente entregada al placer, para que su amo León pueda observarlos muestra todo su trasero disfrutado al máximo.

La escena se prolongó, con el mayordomo penetrando con fuerza a la criada, y León observándolos con una mezcla de deseo y celos. El portazo de la habitación parecía ser la única barrera entre ellos y el mundo exterior, permitiendo que el placer y la lujuria se apoderaran de la estancia. La criada, con el cuerpo tembloroso y los ojos cerrados, se dejó llevar por las sensaciones, mientras el mayordomo la dominaba con una intensidad que la dejaba sin aliento. Y León, con la mano apretada alrededor de su miembro, se preguntaba qué sucedería después, mientras el placer y el deseo lo consumían por completo. La habitación, cargada de tensión sexual, quedó en silencio, esperando el siguiente movimiento.

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