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Chapter 112 - The Immortal Sovereign Alex Green Part 7

El jardín se convierte en escenario de deseos y pasiones. La novia observa cómo su primo domina a las doncellas, mientras Alex, satisfecho, se masturba, sabiendo que su lugar en esta danza del placer está asegurado.

Tras dos semanas de intenso entrenamiento, el jardín de Alex se había convertido en un escenario de deseos cumplidos y pasiones desatadas. El aire aún olía a sudor y lujuria, mientras que las hojas de los árboles susurraban secretos que solo los presentes podían comprender. Mei y Yuki, las criadas, se habían entregado por completo a la voluntad de su primo, y ahora sus cuerpos eran territorio conquistado, marcados por el placer y la sumisión. La prometida de Alex, con su anillo brillando a la luz del atardecer, observaba con una mezcla de curiosidad y emoción cómo la prima de Alex se movía entre las mujeres como un amo indiscutible.

Alex, sentado en una silla de jardín, sentía su corazón latir al ritmo de los gemidos que llenaban el aire. Su deseo de ser cornudo no era ningún secreto; era una bandera que ondeaba con orgullo en su familia. Con una sonrisa complacida, observó cómo su primo se acercaba a las tres mujeres; su imponente presencia y su miembro erecto prometían una noche inolvidable.

"Chicas, es hora de que le demuestren a Alex cuánto han aprendido", dijo la prima con voz ronca y seductora.

Mei y Yuki, vestidas con faldas cortas que apenas les cubrían el trasero, se arrodillaron frente a él, con sus rostros alineados con su miembro erecto. La prometida de Alex, de pie detrás de ellas, observaba con ojos brillantes cómo las criadas abrían la boca, recibiendo el miembro del primo con una habilidad que solo el entrenamiento podía perfeccionar. Sus lenguas se movían al unísono, succionando y lamiendo con una devoción que hizo que Alex se llevara una mano a la entrepierna y comenzara a masturbarse lentamente.

El primo se recostó en una silla, permitiendo que las mujeres lo adoraran con la boca. Sus manos se deslizaban por su cabello, guiando sus movimientos, mientras sus ojos estaban fijos en Alex, como si le estuviera haciendo un regalo que solo él podía apreciar. La prometida de Alex se acercó, con la falda levantada, revelando su coño peludo y húmedo. Se sentó en el regazo de Alex, frotando su trasero contra su erección, mientras sus manos recorrían su pecho.

—Me encanta cómo te excita verlos, amor —murmuró ella, rozando sus labios contra su oreja.

Alex gimió suavemente, su mano acelerando el ritmo mientras observaba cómo el primo se levantaba, su miembro ahora brillando con la saliva de las sirvientas. Se dirigió hacia Mei, quien estaba de rodillas, su falda levantada, revelando su coño hinchado y listo. Sin decir una palabra, el primo se posicionó detrás de ella, su miembro penetrando su coño con un movimiento fluido y profundo. Mei gimió, su cabeza cayendo hacia atrás, mientras sus manos se aferraban a la hierba.

Yuki, sin perder tiempo, se acercó a la prometida de Alex, sus dedos explorando su coño mientras ella seguía sentada en el regazo de Alex. La habitación se llenó con los sonidos de la carne chocando, los gemidos de las mujeres y los susurros de placer. Alex, con los ojos cerrados, se dejaba llevar por la sensación de su prometida moviéndose sobre él, su coño rozando su erección, mientras Yuki la penetraba con sus dedos, llevándola al borde del orgasmo.

El primo, ahora sobre Mei, la tomaba con fuerza, sus caderas moviéndose en un ritmo constante. Mei, con los ojos cerrados, se dejaba llevar, su cuerpo respondiendo a cada embestida. La prometida de Alex, con Yuki aún entre sus piernas, alcanzó su clímax, su cuerpo temblando mientras un grito de placer escapaba de sus labios. Alex, viendo cómo su prometida se rendía al placer, aceleró su mano, su semen disparándose sobre la hierba, mezclándose con los sonidos de la noche.

Con Mei aún gimiendo debajo de él, el primo se retiró, su miembro ahora buscando el coño de Yuki. Ella, de rodillas, lo recibió con una sonrisa, sus ojos brillando con anticipación. La prometida de Alex, ahora de pie, se acercó a Mei, sus dedos explorando su coño recién follado, mientras el primo comenzaba a moverse dentro de Yuki.

La noche avanzaba, y el jardín se convertía en un campo de batalla de pasiones. El primo, después de haber tomado a Mei y Yuki, se dirigió hacia la prometida de Alex, quien lo esperaba con los brazos abiertos. La llevó a la silla donde Alex había estado sentado, posicionándola de manera que su trasero quedara expuesto. Sin decir una palabra, el primo la penetró por detrás, su miembro deslizándose en su coño húmedo y acogedor.

Alex, ahora de pie, se acercó a las tres mujeres, su mirada llena de adoración y deseo. Sacó los anillos que había preparado, uno para su prometida y dos especiales para Mei y Yuki. Se arrodilló frente a cada una, colocando los anillos en sus dedos, susurrando palabras de amor y sumisión.

—Me encanta que morbosees a las mujeres que amo —dijo Alex, mirando al primo con una sonrisa. —Eres el amo de sus cuerpos, y yo soy el guardián de sus corazones.

The cousin, with Alex's fiancée still moaning beneath him, nodded, his expression full of respect and complicity. The night continued, with the women being taken again and again, their bodies glistening with sweat and their voices filling the air with moans of pleasure. Alex, with a smile on his face, masturbated once more, his semen falling onto the grass, as he watched his cousin take them, again and again.

The scene ended with the three women exhausted, their bodies satisfied, and their minds at peace. They collapsed onto the grass, their breaths ragged, as Alex sat between them, his hands stroking their hair. The night had been perfect, and Alex knew his place in the world was secure, as the willing cuckold of the women he loved.

El futuro era incierto, pero una cosa era segura: esta dinámica, esta danza de pasiones y deseos, estaba lejos de terminar. La familia había encontrado su equilibrio, y Alex no podía estar más feliz. La noche cayó por completo, y el jardín, ahora en silencio, guardaba los secretos de una familia que había encontrado su propia versión de la felicidad.

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