Elenor y Lucas se entregan a una pasión ardiente, mientras Matías observa desde las sombras. El romance es intenso, lleno de besos y gemidos. ¿Quién tomará el control de esta escena tórrida?
Elenor frunció el ceño al ver a Lucas pavonearse frente a ella, exhibiendo su erección con una sonrisa arrogante. "Lo hago por ti, murmuró, con la voz cargada de desafío y deseo. Ella puso los ojos en blanco, fingiendo asco, pero su cuerpo traicionó sus palabras. Vestida con un bikini que apenas cubría sus curvas, su piel color chocolate brillaba en la tenue luz del búnker. Lucas se acercó, su imponente presencia llenaba el espacio, y Elenor, a pesar de sus protestas, no pudo evitar sentir un escalofrío de anticipación.
Con un movimiento fluido, Elenor se colocó encima de Lucas, cabalgando su enorme polla con una mezcla de desafío y sumisión. Sus caderas se movían a un ritmo lento al principio, como si quisiera negar la intensidad de su deseo. Pero cada embestida de Lucas, cada roce de su miembro contra sus paredes íntimas, la hacía gemir en silencio. Sus labios, entreabiertos, buscaron los suyos, y cuando se encontraron, el beso fue voraz, lleno de lengua y pasión. Elenor, a pesar de sus protestas iniciales, se rindió al placer que Lucas le ofrecía.
Matías, observando desde un rincón del búnker, sintió una mezcla de emociones. Su esposa, su marimacho, estaba allí, entregándose a otro hombre, y no podía apartar la mirada. Se acercó sigilosamente, con la mirada fija en el trasero redondo y firme de Elenor, moviéndose al ritmo de sus caderas. Con un gesto atrevido, le pellizcó una nalga, sintiendo la suavidad de su piel bajo sus dedos. Elenor gimió, con la voz ahogada por el beso de Lucas, pero no se detuvo. Matías sonrió, su excitación creciendo mientras se masturbaba lentamente, disfrutando del espectáculo que tenía ante sí.
El romance entre Elenor y Lucas fue intenso, lleno de besos apasionados y gemidos que resonaban por todo el búnker. Elenor, a pesar de su carácter poco femenino, se dejó llevar por el momento, su cuerpo respondía a cada caricia, a cada embestida. Sus pechos, firmes y pequeños, vibraban al ritmo de sus movimientos, y Lucas no pudo resistir la tentación de acariciarlos, de apretar sus pezones entre sus dedos. Elenor gemía con voz ronca y llena de deseo, y Matías, observándola, se sintió más excitado que nunca.
"Me encanta cómo te mueves sobre mí, marimacho", susurró Lucas, su aliento caliente en el oído de Elenor. Ella sonrió, su expresión una mezcla de sumisión y dominio. "No te hagas ilusiones, Lucas", respondió, su voz firme. "Solo estoy aquí por el placer". Pero sus palabras se desvanecieron cuando Lucas la besó de nuevo, su lengua explorando su boca con una intensidad que la hizo olvidar todo lo demás.
Matias, incapaz de contenerse más, se acercó a la pareja. Besó los labios de Elenor, saboreando el sabor de Lucas en su boca. Luego, con un movimiento decidido, penetró su ano con su polla erecta. Elenor gimió, su cuerpo arqueándose de placer, pero Lucas no se detuvo. Continuó embistiéndola, su ritmo cada vez más rápido, más intenso. Elenor estaba atrapada entre dos hombres, su cuerpo reclamado por ambos, y ella no podía hacer otra cosa que rendirse al éxtasis.
Pero Lucas era el dueño de la situación. Con un movimiento firme, apartó a Matias, reclamando a Elenor para sí mismo. La levantó, sus piernas envueltas alrededor de su cintura, y la llevó contra la pared del búnker. Allí, la penetró con fuerza, su polla llenando su sexo una y otra vez. Elenor gimió, su voz eco en el espacio cerrado, mientras Lucas la besaba, su lengua dominando su boca.
Matias, observando, se sintió extraño, pero excitado. Sabía que Lucas era el amo en ese momento, y él no era más que un espectador, un cornudo que disfrutaba de la dominación de su esposa. Sacó su teléfono y comenzó a tomar fotos, capturando los besos apasionados de Elenor y Lucas, sus cuerpos entrelazados en un baile erótico. Las imágenes, calientes y explícitas, pronto serían publicadas en las redes sociales, un testimonio de su amorío prohibido.
Cuando el clímax llegó, fue intenso y liberador. Elenor gritó, su cuerpo temblando mientras su sexo se contraía alrededor de la polla de Lucas. Él gruñó, su semen llenando su interior, y Matias, masturbándose con furia, alcanzó su propio orgasmo, su semen salpicando el suelo del búnker. El aire estaba cargado de olor a sexo, a sudor y deseo, y Elenor, exhausta, se dejó caer en los brazos de Lucas.
Matias se acercó, olfateando el aroma de su esposa, ahora mezclado con el de Lucas. Sonrió, una expresión de satisfacción en su rostro. "Me encanta ser un cornudo, mi marimacho", susurró, besando la frente de Elenor. Ella sonrió, su expresión relajada, y Lucas, aún dentro de ella, la besó de nuevo, sellando el momento con un gesto de posesión.
El futuro era incierto, lleno de posibilidades. ¿Continuaría su trío, explorando los límites de su deseo? ¿O este encuentro marcaría un giro en su dinámica, un nuevo capítulo en su relación? El búnker, testigo silencioso de su pasión, guardaba los secretos de su romance, y solo el tiempo diría qué les deparaba el destino. La historia de Elenor, Matías y Lucas estaba lejos de terminar, y el mundo, a través de las redes sociales, sería testigo de su viaje erótico y emocional.