Ficool

Chapter 2 - LAZOS DE SANGRE

La mañana comenzaba con los sonidos familiares del jardín Hoshino: el canto de los pájaros, las hojas mecidas por el viento y un estruendo causado por una criatura negra y escurridiza. Era Zuzu, el peculiar gato de ojos dorados y pelaje azabache, que saltaba de rama en rama esquivando los ataques de Edu, quien, entre risas y frustración, intentaba dominar una técnica de agarre aprendida el día anterior.

—¡Zuzu, quédate quieto por una vez! —gritó Edu mientras caía de espaldas entre los arbustos, recibiendo una burla felina como respuesta.

Desde el porche, Azumi y Shizuka, las sirvientas de la familia, observaban la escena mientras servían el desayuno. Shizuka sonreía dulcemente, mientras Azumi, con su tono sarcástico de siempre, comentaba:

—Parece que el gran heredero del apellido Hoshino es vencido por un gato.

—Calla, Azumi… ¡Estoy entrenando mi velocidad y reflejos! —respondió Edu levantándose, con tierra en el rostro.

Pero esa era solo la introducción de lo que sería un día agotador.

Más allá del jardín, en el dojo familiar, el maestro Kakashi Takahashi, viejo conocido del linaje Hoshino, esperaba con los brazos cruzados y su característica venda cubriendo un ojo. Su presencia irradiaba disciplina, y solo con su mirada los hermanos sabían que no podían permitirse una actitud relajada.

—Hoy será más duro que ayer —anunció Kakashi—. Si quieren sobrevivir a lo que se avecina, deben dejar de jugar y empezar a comprender el peso de su apellido.

Edu, con el orgullo latente en su mirada, se cuadró frente al maestro. A su lado, su hermano menor se colocó nerviosamente en posición de combate.

Durante horas, las sesiones se sucedieron sin descanso: combate cuerpo a cuerpo, control de energía interior, resistencia mágica y, finalmente, sincronización espiritual. Kakashi, aunque estricto, conocía el potencial de los chicos, especialmente el de Edu. Cada vez que lanzaba un ataque falso, notaba cómo la energía del joven vibraba con un eco inusual, como si algo antiguo y poderoso estuviera oculto.

Tras los entrenamientos, los hermanos regresaron exhaustos a la casa. En la entrada, los esperaba Ibuki Hoshino, el padre, con una toalla al hombro y un termo de té. Aunque su presencia solía ser tranquila, algo en su expresión reflejaba cierta melancolía.

Ibuki no era solo un excombatiente, sino uno de los pocos sobrevivientes de la Guerra del Umbral, una antigua batalla contra los demonios por los fragmentos de la Llave Divina. Había renunciado a esta lucha hace años para proteger a su familia, pero ganó mucho prestigio y honor entre los reinos por lo que su nombre era muy conocido.

—Vi sus entrenamientos —dijo Ibuki, mientras les ofrecía el té—. Están mejorando… pero no olviden esto: el poder sin propósito solo conduce al vacío.

—¿Qué propósito tuviste tú cuando renunciaste a tu trabajo padre? —preguntó Edu, casi sin pensarlo.

Hubo un silencio incómodo.

Ibuki bajó la mirada. —Proteger. Esa fue mi única razón. Perder amigos... perder todo lo demás… te enseña a priorizar. Si ustedes tienen otra razón, entonces deben pelear por ella, no por la mía.

El cielo comenzaba a oscurecerse. En el horizonte, entre las nubes, una figura demoníaca observaba a la distancia. El equilibrio comenzaba a tambalearse, y los fragmentos pronto comenzarían a despertar en cada uno de sus portadores.

Esa noche, mientras Zuzu dormía a los pies de Edu, el joven observaba su mano con intensidad. Aún no lo sabía con certeza, pero algo estaba cambiando dentro de él. Algo… divino u oscuro.

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