La mansión Joestar siempre había olido a gloria y poder.
Pero ese día, el aire cambió.
Leo lo supo apenas bajó las escaleras.
No era solo el perfume del aceite nuevo del carruaje ni el leve aroma a tierra en las botas del cochero. Era algo más denso.
Presencia.
El chico bajó los peldaños lentamente, con las manos cruzadas detrás de la espalda como todo un caballero inglés. Sus ojos, sin embargo, brillaban con una inteligencia inquietante.
En el recibidor, el mayordomo anunció con voz firme:
—Con ustedes… Dio Brando.
Y ahí estaba.
Rubio. Ojos afilados. Piel pálida. Postura arrogante. Sonrisa apenas oculta.
Un chico de la misma edad que él, pero con una oscuridad madura, casi venenosa.
Leo lo miró como quien observa una obra de arte incompleta.
—Bienvenido a la mansión Joestar —dijo, con una reverencia impecable—. Soy Jonathan… pero puedes llamarme JoJo.
Mentira.
Él ya no era Jonathan.
Y este no era un encuentro de niños nobles.
Esto era un tablero de ajedrez.
[Archivo “DIO BRANDO” actualizado: 99.6%]
[Condición de desbloqueo: Eliminación directa antes del Despertar de la Máscara.]
[Habilidad registrada: Carisma infernal (pasiva). Intimidación, +30% efecto en humanos.]
Los días siguientes fueron una representación digna del teatro.
Dio robaba la atención del padre. Sonreía. Manipulaba. Jugaba con la servidumbre.
Y Jonathan… fingía no darse cuenta.
Pero Leo observaba cada gesto. Cada microexpresión. Cada decisión.
Por la noche, entrenaba en secreto.
Usaba el sistema para adaptar físicamente la musculatura de Guts (52%), combinándola con la precisión de Zoro (44%).
Le dolía el cuerpo. Aún no estaba preparado para aguantar todo el poder. Pero cada noche era una inversión.
[Mejora física menor: Activada. Corte limpio posible. Tiempo de reacción aumentado.]
Una noche, frente al espejo, pensó:
—¿Y si lo mato ahora?
Pero el sistema respondió con un aviso inesperado:
[Advertencia: Matar al archivo antes de cumplir la etapa narrativa “quiebre de confianza” reducirá la recompensa.]
[Sugerencia: Deja que el guion avance. Y luego, rómpelo.]
Leo rió. Qué irónico. El sistema entendía de ritmo narrativo.
Una tarde, Dio escupió al perro de Jonathan. Lo pateó.
En el pasado, Jonathan se habría enfrentado con torpeza.
Pero Leo solo lo miró. Lo analizó.
Guardó cada gesto en su memoria.
—¿Algo que decir, JoJo? —preguntó Dio con su típica sonrisa de superioridad.
Leo sonrió también. Pero no con bondad.
—No, Dio. Estoy aprendiendo.
Dio alzó una ceja. No supo si era sarcasmo, miedo… o algo más.
Porque Leo no iba a reaccionar como en el canon.
Iba a construir el escenario perfecto.
Y cuando Dio finalmente se creyera el protagonista… el telón caería.