Ficool

Chapter 7 - Desenterrando las pistas

Examiné con la mirada a la abuela que me había saludado y llegué a la conclusión de que ella no era la causa de la presencia extraña, no tenía aquella aura imponente.

Ya era muy de noche, así que le pregunté a la señora un poco agresivo:

-¡¿Qué estás haciendo a estas horas afuera, anciana?!

-Bueno, actualmente estoy afuera porque estoy hablando contigo -respondió con una sonrisa-. Quiero agradecerte el hecho que no hayas destruido la ciudad.

Me quedé un poco conmocionado, esta señora sabía lo que tenía planeado hacer. No había otra opción, tenía que eliminarla para silenciarla.

Estaba empezando a desenvainar mi Etherius cuando la anciana continuó:

-Te agradezco que no hayas destruido la ciudad, tengo nietos aquí que quiero que vivan una vida plena. Esta mañana vi como cargabas poder mágico para realizar una bola de fuego, pero te detuviste y ayudaste a un indigente de la zona. Un rato después, observé cómo volviste a intentar quemar la ciudad; sin embargo, esta vez salvaste a un obrero a punto de morir.

Con mi mano en la empuñadura de mi espada la amenacé:

-Dame una razón por la que no debería cortarte en pedacitos ahora mismo.

-Todavía no has hecho nada malo, y creo que ya no tienes planeado hacerlo, ¿por qué deberías delatarte a ti mismo asesinando a un civil? –respondió con una sonrisa-.

Quité mi mano de la empuñadura y me enfadé al reconocer que esta decrépita me tenía en jaque.

-Soy un inútil por no poder acabar con este sitio -mencioné enojado mirando a la nada sin esperar respuesta de nadie-.

-Creo que no pudiste destruir este lugar al ver como aquella familia y el cajero eran felices. En el fondo, no quisiste arrebatarles ese contento -alegó la anciana a mi pregunta con el mismo risueño-.

Eso que acababa de decir no tenía ningún sentido, ¿Se supone que me importaban esas cosas?

-¿Lo sentiste? -preguntó la señora-.

No sabía a qué se refería así que simplemente fruncí el ceño y la miré desconcertado.

-Me refiero a la felicidad gratificante al ayudar a las demás personas:

Al ayudar a la gente sentimos regocijo hacia ellos y hacia nosotros. Apoyar a los demás es lo que nos hace verdaderamente felices.

Después de decir estas palabras la anciana se fue caminando con un paso lento. Esta señora llegó de la nada a decirme estas estupideces y simplemente se marchó como si nada. ¿Ayudar al prójimo te hace feliz? No me hagas reír, eso parece sacado de una novela barata hecha por un adolescente de quince años o un cuento de hadas para ilusionar a los niños. ¿Por qué ayudar a la gente nos debería causar júbilo?

Caminaba por las calles con paso acelerado y la mente algo ocupada reflexionando sobre lo que debía hacer ahora. Esta gente inocente me estaba impidiendo alcanzar mi objetivo de venganza.

-Mataré al jefe de la familia Minks y cuando se me quiten estos estólidos sentimientos volveré para quemar y acabar con toda la localidad -pensé-.

Caminé con paso firme hacia la casa real de los Minks para matar a Thorin. Escuché a mi padre hablar de él una vez, era el más talentoso de los Minks y por eso lo escogieron como jefe. Un pensamiento repentino irrumpió en mi mente: ¿acaso, Thorin tendrá familia?

Fue un pensamiento fugaz, ya que me golpeé en la cara con ambas manos para acallar mi mente, si Thorin tiene o no familia no es de mi incumbencia.

Me estaba dando cuenta: desde el ataque al último pueblo de los Minks, estaba empezando a cambiar. Estaba sintiendo cosas que no experimentaba antes.

Antes de que me diera cuenta había llegado a La Casa Real de más de quince metros de altura. Me dirigí a la parte trasera y encontré una ventana abierta en el segundo piso.

Empecé a buscar a Thorin mientras evitaba a los guardias y sirvientes e inspeccionaba todas las habitaciones. En el quinto piso encontré una cámara cerrada con llave a la que accedí tirando la puerta de una patada.

Era la oficina de trabajo. Había un cuaderno en la mesa de la habitación. Lo agarré y empecé a leerlo, parecía un diario donde se escribían las fechas importantes, hubo varias entradas que me llamaron la atención:

5 de febrero de 1087

Rafael se enteró de las actividades de tráfico de personas que hacemos. Robó los documentos de Adavass. En ellos se esconden todos los registros de las ventas y nuestro plan para derrocar al Rey. Si esos documentos llegan a un alto mando del reino, estamos perdidos.

Intentamos convencerlo de unirse a nosotros, pero no aceptó; el muy terco es demasiado afable. Sabía que no era buena idea que los Ruxem se unieran a nosotros. No paraba de decir que no era moralmente correcto, que muchas personas morirían y bla... bla... bla.

6 de febrero de 1087

Adavass me dijo que recuperara los documentos. Envié a dos sujetos altamente capacitados en la mañana, pero todavía no han regresado, si tuviera que apostar, diría que están muertos.

7 de febrero de 1087

Adavass y yo fuimos a la casa de Rafael. Le aseguramos que podía quedarse con los documentos siempre y cuando no le llegara la información al Rey. Si nos enterábamos que los había entregado a la capital acabaríamos con sus territorios y su familia.

23 de agosto de 1089

Mi hijo y mi esposa descubrieron las actividades ilegales que llevaba a cabo y me amenazaron con delatarme con las autoridades, así que los llevé a un acantilado y los tiré. Encubrí sus muertes haciéndolo parecer un accidente.

16 de julio de 1090

Adavass cambió de opinión y decidió extirpar a los Ruxem por completo. Rafael no hacía nada más que quejarse y podría rebelarse en cualquier momento, su esposa ya estaba muerta y su hijo tuvo un accidente mientras jugaba en el techo de la casa por lo que también falleció.

20 de julio de 1090

Los encargados de acabar con los Ruxem fueron los Bartolomeos, mataron a Rafael y destruyeron todos sus territorios sin dejar a nadie con vida. Ahora podemos estar tranquilos sin esos documentos rondando por ahí.

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Quedé un poco abrumado por la cantidad de información obtenida en tan poco tiempo. Mi padre estaba tratando de luchar contra las actividades ilegales que realizaban los Minks, los Bartolomeos y Adavass. ¿Por qué?

-¡¿Quién demonios eres tú?! –preguntó una voz en la entrada de la cámara-.

Un señor de unos cincuenta años, vestido con ropas marrones, me vio con el diario en la mano.

-¡¿Qué haces con mi cuaderno?!

Al escuchar eso, supe que aquel hombre en frente de mí era Thorin, el mismo que asesinó a su familia y trabajaba traficando humanos.

Él inmediatamente sacó su espada y se abalanzó a mí con una velocidad impresionante, no se movía para nada como un señor de mediana edad. Esquivé la hoja de su espada y desenvainé mi Etherius.

-Te pregunté: ¡¿quién diablos eres?! -mencionó enojado-.

Él me vio la cara con detenimiento por un segundo y exclamó con los ojos abiertos:

-¡¿Rafael?! No, él está muerto, además no eres exactamente igual a él. –dijo algo confundido-. ¡Tú debes ser su hijo, Caleb!, ese bastardo de Rafael nos mintió para protegerte. ¿Acaso has venido a recoger pruebas de nuestro pequeño negocio y terminar lo que empezó tu padre?

Apenas salieron aquellas palabras de su boca me dirigí hacia él con mi espada e intenté cortarle, pero él me bloqueó con su propio estoque y me pateó en el abdomen mandándome a volar hasta la otra punta de la habitación.

Me estaba dejando llevar por la ira al escuchar que: "mi padre mintió para protegerme".

Si quería ganar, necesitaba tranquilizarme. Me mordí la mano hasta sangrar para calmarme y empecé a analizar la situación:

Con ese intercambio de golpes he podido identificar que él es más fuerte y tiene más experiencia que yo, pero soy más ágil y tengo la ventaja mágica, ya que los Ruxem son los que más poder mágico tienen. La mejor manera de ganar es utilizando magia a distancia para debilitarlo, y luego de una distracción, acercarme a él con mi agilidad para darle el golpe de gracia.

Necesitaba salir del espacio cerrado en el que nos encontrábamos, así que me deslicé por debajo de sus piernas y empecé a correr por los pasillos para llegar al jardín donde había espacio suficiente para pelear.

Empecé a cargar mi "bola de fuego" para lanzarla apenas Thorin saliera por la puerta del jardín, pero no me esperaba que saliera utilizando a una sirvienta como escudo.

Me quedé paralizado por un momento ante aquella criada, pero después de unos segundos me recompuse y me estaba preparando para lanzar mi hechizo de todas maneras, si tenía que matarla, lo haría. A punto de lanzar mi magia, Thorin activó un hechizo de viento que me lanzó por los aires y me estrelló contra el piso con fuerza.

-¡Maldita sirvienta!, ¡¿por qué estabas en medio?! -pensé con enojo tirado en los suelos-.

-Eres igual de amable que tu padre. Por eso morirás -dijo Thorin caminando lentamente hacia mí-.

¡¿Amable?! ¡¿Mi padre?!, oír eso me puso muy furioso.

Activé mi hechizo "corriente de aire" para crear un ciclón a mi alrededor y aumentar mi velocidad por unos momentos, y en un parpadeo me puse atrás de él para lanzarle mi "bola de fuego". Él se dio cuenta del ataque, pero su cuerpo no pudo esquivarlo por completo y quemé su brazo izquierdo entero. Era ahora o nunca.

Me acerqué rápidamente y atravesé su estómago con mi espada, la sangre salió disparada en distintas direcciones, me manchó la cara y ropa.

Retiré mi Etherius del abdomen de Thorin y este cayó al piso. Moribundo y con un charco de sangre a su alrededor soltó sus últimas palabras:

-Jamás esperé que tu padre... te hubiera salvado. Pero créeme, Adavass te destruirá-.

Después de que dijera esa frase, atravesé su cráneo con mi espada para acabarlo. No sentí ningún remordimiento al acabar con él, tal vez porque era igual de miserable que mi padre.

Los guardias de Thorin ya habían llegado, eran más de trescientos, sin más opción escapé lo más lejos que pude de la ciudad. Corrí con la mayor velocidad que me permitían mis heridas internas y por suerte logré escapar de la ciudadela.

Me refugié en una pequeña cabaña abandonada que encontré en el camino.

Estaba demasiado herido y cansado; así que después de vendar mis heridas, caí desmayado casi de inmediato.

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