Un mes después de la derrota de Anubis y la limpieza de la
galaxia, Korr revisaba los informes de sus ganancias tras la guerra.
En primer lugar, estaba el personal humano. Todos los
goa'ulds capturados, incluidos los Señores del Sistema, habían sido puestos en
animación suspendida en su bodega: el viejo Yu, Cronos, Nirrti, Baal y Morrigan
los principales de estos.
Los goa'ulds más antiguos tenían dificultades para
adaptarse, pero los jóvenes estaban dispuestos a colaborar, siempre que se les
permitiera participar en la administración del imperio. Por ello, fueron
tratados y preparados para ocupar puestos en los gobiernos de los nuevos
mundos.
Korr había reclamado los territorios de Yu, Baal, Svarog,
Olokun, Morrigan, lo que expandía su imperio hasta ocupar un tercio de la
galaxia.
Los jaffas fueron otro gran añadido. A pesar de que la
Alianza Jaffa ofrecía libertad y autogobierno, la mayoría de los que conocían
su imperio preferían seguir sirviendo a los goa'uld. Incluso aquellos que se
mantuvieron fieles a Anubis hasta el final —a pesar de haber sido abandonados
por él— llegaban en masa a través del portal, solicitando servir como guerreros
de Korr, quien había derrotado a su dios.
Hasta ahora, su ejército jaffa se contaba por millones. Korr
había aumentado el número de mundos jaffa a 50, asegurándose de que tuvieran
suficiente espacio para vivir y desarrollarse.
Sin embargo, los humanos eran los más numerosos. Con los
Señores del Sistema capturados y sin ningún goa'uld que los detuviera, apenas
unos días después de su liberación —y gracias a la propaganda que una vez
impulsó Egeria— millones de humanos abandonaron sus planetas y migraron hacia
los territorios de Korr. Como Korr tenía a miles de goa'uld sin funciones
específicas, esto no fue un problema. Aprovechando sus nuevos territorios, Korr
inició la construcción de ciudades para reubicar a estos nuevos súbditos.
El funcionamiento del imperio no cambió demasiado con estas
anexiones. Los goa'uld menores que le servían ya lo habían hecho antes para
otros Señores del Sistema, y se adaptaron rápidamente a sus nuevas reglas: nada
de esclavitud, pago justo a los sirvientes y prohibición de reclutamiento
forzado. Para vigilarlo todo, se apoyaba en su sistema administrativo, la red
de satélites y cuerpos de seguridad. Para motines o rebeliones, contaba con el
ejército jaffa mejorado más grande de la galaxia.
Para este ejército de millones, Korr disponía de más de diez
mil Ha'tak, que había acumulado desde su llegada a este universo. La mayoría
fueron capturadas a Anubis antes de la batalla final, en la que gran parte de
su flota fue destruida. Sin embargo, Anubis había enviado miles de naves a
atacar Dakara, y Korr logró reunir más de tres mil naves, de las cuales dejó
mil quinientas para ser repartidas entre la Tierra, los Tok'ra y los Tollan.
Estas naves ya habían sido reparadas por los replicadores mejorados y
entregadas a la Alianza para que decidieran cuántas correspondía a cada uno.
Korr se quedó con mil quinientas Ha'tak sin preguntar a
nadie qué parte le correspondía. Nadie se lo cuestionó.
En lo personal, Korr había negociado un tratado con la
Tierra para intercambiar derechos de uso de algunas de sus tecnologías, así
como recursos y materias primas, a cambio de poder integrar su red de satélites
al internet terrestre. En realidad, ya lo había hecho años atrás, pero ahora el
internet estaría disponible para todos los planetas y habitantes de su imperio.
Era imposible mantenerlo en secreto, y los propios goa'uld ya no deseaban
seguir navegando en la clandestinidad.
El internet traería muchas ventajas tanto para los humanos
como para los jaffas en su territorio, ya que facilitaría el acceso a todo el
conocimiento y tecnología terrestre. Esto, sin embargo, también implicaba
riesgos: los humanos, con sus ambiciones comparables a las de los goa'uld,
aprovecharían cualquier oportunidad para imponerse a sus gobernantes. Para
prevenir que los goa'uld fueran superados, Korr contaba con el ejército jaffa y
con nuevas reinas goa'uld, extraídas de su mundo de origen y mejoradas para
adaptarse a este nuevo entorno.
En teoría eran reinas campesinas, pero Korr les había
concedido conocimientos tecnológicos superiores a los de los antiguos goa'uld e
incluso a los Tollan, junto con abundantes memorias genéticas repletas de
tramas e intrigas políticas. No carecía de material: tenía en su poder las
memorias de todos los Señores del Sistema y sus reinas. Esto garantizaría que
los nuevos goa'uld no fueran menos ambiciosos ni menos astutos que sus
predecesores.
Por si todos sus planes de contención fallaban, Korr —fiel a
su principio de "seguridad ante todo"— tenía un plan de respaldo. Y ese plan
estaba justo delante de él en ese momento, luciendo humildes y respetuosos,
esperando a que él declarara sus intenciones. Veinte jaffas vigilaban sus
espaldas.
—Baal, Morrigan —dijo Korr, haciendo brillar sus ojos.
Korr estaba sentado en su trono, atendido por sus
sirvientes, mientras una exhibición de niños adornaba las escaleras, posando y
soltando alguna risita tras un chiste susurrado, animando el ambiente.
Baal y Morrigan observaban todo con envidia. Korr los había
mantenido dormidos durante un mes, tras capturarlos y someterlos a un
tratamiento para la locura, borrando de su memoria genética las incontables
atrocidades, torturas y genocidios que habían acumulado. Sin embargo, sus
recuerdos personales de vida permanecieron intactos. En cuanto a castigarlos
por aquellos crímenes, Korr no tenía ninguna intención de hacerlo. Nunca estuvo
en sus planes, del mismo modo que tampoco pretendía exterminar a los Aschen,
que aún permanecían aislados en su planeta de origen, a la espera de su
decisión.
Korr los miró de arriba abajo. Baal había elegido un
anfitrión mejorado, basado en su cuerpo anterior. Se veía más joven, con un
físico inmaculado, aunque seguía siendo delgado. Su estilo también permanecía:
un traje entre moderno y antiguo, con un aire punk. Entre los goa'uld, Baal era
quien vestía más parecido a la moda terrestre.
Morrigan era diferente. Ya antes era una pelirroja
atractiva, pero ahora parecía una diosa griega: alta, de 1,80 metros, con un
vestido negro adornado con plumas.
—¿Qué les parecería si les devuelvo sus territorios?
—preguntó Korr con tono tentativo. Baal y Morrigan parecieron competir por ver
quién se arrodillaba más rápido.
—¡Estoy dispuesto a servir! —dijeron ambos con humildad.
«Quien no conozca a este par, hasta sentiría lástima por
ellos», pensó Korr. Pero no temía demasiado una traición. A pesar de su
ambición, los antiguos Señores del Sistema ya habían servido a Ra, y este
deambulaba por la galaxia en una nave desvencijada sin que nadie atentara
contra él.
Mientras Korr les dejara claras las consecuencias de una
traición, y mostrara su poder, se comportarían en consecuencia.
—La razón por la que les ofrezco sus antiguos territorios es
porque necesito personas con su experiencia y habilidades políticas. Cada día
llegan más humanos al imperio, y no quiero enfrentarme a rebeliones o motines.
Quiero que tengan claro que si se extralimitan, su destino será el exilio.
»Necesito que ustedes dos vigilen a la población y aumenten
el número de goa'ulds. Con ese fin, los nombro mis primeros Señores del
Sistema. Siempre que cumplan mis leyes y se mantengan dentro de los límites,
podrán hacer lo que deseen. Además, tengo más planes, y ustedes actuarán como
mis ministros, formando parte del poder central de lo que planeo construir en
el futuro —ofreció Korr.
—Obedezco al Señor Supremo —dijeron Baal y Morrigan al
unísono. Korr supuso que le habrían dicho lo mismo a Ra.
—El sistema administrativo les informará de sus deberes,
responsabilidades, tecnologías y conocimientos disponibles, además de los
territorios asignados. Pueden retirarse —dijo Korr, y Shak'l los escoltó fuera,
trayendo al siguiente grupo.
Este nuevo grupo incluía a Osiris, Isis, Set, Hathor,
Camulus, Olokun, Amaterasu, Yu, Cronos, Svarog, Moloch, Atenea, Afrodita, entre
otros antiguos Señores del Sistema que una vez ostentaron los más altos cargos.
Eran más de veinte, pero todos guardaban silencio.
—Tengo un trabajo para todos ustedes, si demuestran ser
dignos de él —dijo Korr, esperando ver si alguno se resistía para enviarlo de
vuelta a la bodega de carga. Pero todos estaban expectantes ante la descripción
del trabajo, aunque no parecían contentos. Korr asintió.
—En esta galaxia ya no hay lugar para ustedes —dijo, y los
goa'uld lo miraron, sin entender aún sus intenciones. Korr no ocultó nada, y
desplegó un mapa holográfico con la Vía Láctea, seguido por las miles de
millones de galaxias que la rodeaban.
—Quiero que cada uno de ustedes tome una galaxia como su
nuevo territorio. Les daré naves, guerreros y recursos para que inicien la
conquista de este universo y extiendan el Imperio Goa'uld por toda la
existencia conocida. Esto puede tomarnos miles de millones de años, pero todos
aquí gozamos de juventud eterna.
»Como pago, les ofreceré —solo a ustedes— conocimientos
tecnológicos a nivel Asgard —concluyó Korr.
Tras unos segundos de asombro, todos los goa'uld se
apresuraron a arrodillarse, aceptando el trato y mostrando la debida
reverencia.
—Isis, Hatok, requeriré más de ustedes. Como reinas goa'uld,
la población de nuestro imperio depende de ustedes. Así que no quiero que
ignoren sus ciclos reproductivos. También les informo que me encargaré del
desarrollo de los simbiontes y vigilaré las cosas que se implanten en su cabeza
—advirtió Korr—. En cuanto a quién elijan para la muestra genética, me da igual
—agregó. Hatok e Isis asintieron.
Korr miró a Isis y a Osiris. Ella siempre se mantenía a su
lado, pero él había examinado sus memorias, para confirmar lo que se decía en
la historia original sobre ellos. Para Osiris, Isis era una necesidad para
escalar en poder. En esa historia, cuando se enteró de su muerte, al tipo le
dio igual.
Korr suspiró por dentro, pero no pensaba entrometerse en su
relación. Era imposible que Isis no se hubiera dado cuenta después de miles de
años juntos. Lo suyo era más bien una relación de negocios.
—Mi sistema administrativo les informará los detalles —dijo
Korr, despidiendo a sus nuevos Señores—. Recuerden: mi imperio se basa en la
meritocracia. Los estoy colocando en estos puestos porque creo que están
calificados. Si hacen alguna tontería, tendrán suerte si les dejo administrar
un planeta agrícola —advirtió antes de que se marcharan.
---
—Así que se hacen llamar Aschen —dijo Jack.
Daniel, sentado a su lado en la sala de reuniones, asintió.
Frente a ellos estaban Omoc de los Tollan, Lia de los Nox, Thor de los Asgard
proyectado en su trono, 03 representando al nuevo imperio goa'uld, Selmak por
los Tok'ra, y ellos dos por la Tierra. Jack fruncía el ceño cada vez más
mientras leía el informe.
—Así que exterminaron a las especies vecinas, convirtieron
sus mundos en planetas agrícolas y esclavizaron, de forma disimulada, a lo que
quedó de sus poblaciones originales —Daniel asintió nuevamente—. Entonces, Korr
los descubrió, retiró los Stargates de sus mundos conquistados, destruyó sus
naves y los encerró en su planeta —Daniel volvió a asentir—. ¿Y ahora se mueren
de hambre y piden ayuda desesperadamente porque no tienen qué comer? —Daniel
asintió otra vez. Jack apretó los dientes—. ¿Y qué nos impide dejarlos morir de
hambre? —preguntó, levantando una ceja. Daniel suspiró.
—Ellos alegan que no mataron a nadie, solo evitaron que se
reprodujeran. Era, según ellos, un control poblacional. Luego, el resto de los
habitantes eligió ser sus granjeros por voluntad propia. Por otro lado, si no
los ayudamos, se verán obligados a implementar un nuevo control poblacional por
medios más… radicales —explicó Daniel.
—¿Radicales? —preguntó Omoc.
—Eliminarán a la mitad de su población, que supera los
cincuenta mil millones —dijo Daniel—. Y advierten que esa es solo una cifra
preliminar —agregó. Jack y Omoc apretaron los dientes. Lia pareció
entristecerse, y Selmak hizo una mueca.
—¿En serio tenemos que ignorar estas cosas? ¿Qué pruebas
tenemos de que no usaron alguna plaga contra las poblaciones que subyugaron?
Según el informe, son expertos en ese campo —dijo Selmak.
—De hecho, hay pruebas en las muestras genéticas que tomamos
de los sobrevivientes. Además, coinciden con algunas historias locales: sí, lo
hicieron —informó Daniel, compartiendo los detalles del informe con los demás
presentes.
—¿Crees que cumplirán sus amenazas? —preguntó Jack.
—Debemos tener en cuenta que los Aschen han realizado
"mejoras genéticas" en su población y, en su mayoría, sus emociones están
suprimidas. Creo que sí, podrían ejecutar su plan si no reciben ayuda
—respondió Daniel.
Jack apretó más los dientes.
—Ya habíamos estudiado a esta población antes, y debo decir
en su defensa que, aunque son despiadados con los demás, su nivel de vida
interno es superior al de cualquier otro planeta en la galaxia. Tampoco podemos
dejarnos llevar por sus actos si buscamos la paz. Propongo seguir el ejemplo
del nuevo Imperio Goa'uld —dijo Thor, fijando su postura.
Daniel pensó en ese nuevo imperio. Korr se había
autoproclamado Señor Supremo, ocupando el puesto que antes tenía Ra. Desde
hacía un año, había subordinado a los antiguos Señores del Sistema, quienes
ahora actuaban como sus administradores. Sin embargo, las leyes del imperio no
habían cambiado. La esclavitud estaba prohibida, y los humanos que quisieran
marcharse eran libres de hacerlo en cualquier momento, llevándose sus
posesiones… aunque debían dejar atrás cualquier tecnología o conocimiento
adquirido de los goa'uld.
Para hacer esto, Korr ignoró todos los crímenes que
cometieron los goa'uld en el pasado y les otorgó amnistía total, a pesar de que
sus actos ya ni siquiera podían considerarse crímenes: eran abominaciones nunca
antes vistas.
—No queremos imitar a los goa'uld —se quejó Jack.
—No, queremos la paz, y evitar la muerte de miles de
millones —dijo Lia. Jack suspiró.
—¿Qué ofrecen y qué clase de comida piden? —preguntó Jack.
—Ofrecen compartir su tecnología, y piden cualquier tipo de
materia orgánica. Poseen sintetizadores de alimentos, y siempre que tengan
materia orgánica pueden fabricarse cualquier cosa. Por eso solo cultivaban un
tipo de semilla en los mundos de sus vasallos.
»En cuanto al aspecto diplomático, esta reunión puede
establecer condiciones que luego les serán presentadas. Pero su situación es
urgente, y al presentárselas, ya deberíamos haberles entregado parte del
alimento —explicó Daniel. Jack hizo una mueca.
—Sabes, Daniel… cuando mencionaste esos sintetizadores de
alimentos, tuve un pensamiento muy desagradable —dijo Jack. Parecía que su
estómago se había revuelto. Daniel no lo entendió, hasta que Thor habló.
—Usar los cuerpos de la mitad de su población para
sintetizar raciones mientras cultivan nuevos alimentos… debería ser una
solución razonable para ellos —dijo Thor, explicando los pensamientos de Jack.
Daniel quedó aturdido. Omoc se puso pálido, Lia parecía en
estado de shock, y Selmak no paraba de hacer muecas. 03 era el único que lucía
tranquilo; probablemente ya lo sabía.
—Hay que entregarles ese alimento, ahora mismo —dijo Jack.
—En cuanto a las condiciones, una de ellas es que no salgan
de su planeta por al menos los próximos dos años —dijo Selmak, que quería
tiempo para estudiar la situación.
Daniel estuvo de acuerdo, y el resto de la reunión aceptó.
También se propuso el desarme de cualquier arma de destrucción masiva que
tuvieran los Aschen, aunque esto era una medida irrisoria, porque sus armas
eran biológicas y podían sintetizarlas en sus laboratorios en cuestión de
meses.
---
Samantha Carter revisaba los datos aportados por los Aschen
sobre su tecnología, con el objetivo de explicarlos en un informe para el
general O'Neill y el consejo de Terran, cuando Daniel tocó a la puerta de su
laboratorio.
—Entra —dijo Samantha, mientras analizaba una pantalla
holográfica frente a ella. Daniel entró y miró la pantalla.
—Reviso las tecnologías Aschen para ver cuáles son nuestras
mejores opciones. Su tecnología médica es impresionante, y sus sintetizadores
orgánicos podrían solucionar muchos de nuestros problemas de producción
actuales. Ellos solo cultivan las semillas más eficientes, y luego los
sintetizadores se encargan del resto. Con esta tecnología, la Tierra ya no
tendría que preocuparse por criar animales o cultivar plantas de bajo
rendimiento —explicó Samantha. Daniel asintió en acuerdo.
—Creo que lo más lógico sería escoger estos sintetizadores
de alimentos, porque su otro gran avance son las armas biológicas que han
desarrollado —añadió Samantha.
—No creo que la gente permita eso —dijo Daniel. Samantha
estaba de acuerdo. Las armas biológicas eran un tabú en la Tierra; incluso la
manipulación genética generaba controversia.
—Yo preferiría sus tecnologías de manipulación genética. Hay
una investigación muy interesante sobre algo parecido a la memoria genética, y
me ha llamado la atención. Actualmente, con los nanitos, podemos descargar
información directamente al cerebro y avanzar en minutos en cualquier área del
conocimiento, pero seguimos dependiendo del cerebro humano y de nuestra
capacidad de retención.
»Si ocurre una calamidad en el futuro, o si se pierde algún
centro de almacenamiento de información, estaríamos en problemas. Pero si cada
persona en este planeta lleva los conocimientos de la especie en su sangre… eso
los haría parte de nosotros —explicó Samantha.
—¿Cómo los goa'uld? —preguntó Daniel.
—Tomaría tiempo de investigación, pero ese sería el
objetivo. Y si lo combinamos con la tecnología de nanitos para activar o
desactivar esos conocimientos, sería genial —respondió Samantha.
—Eso dejaría a los maestros sin trabajo y haría obsoletas a
las universidades —comentó Daniel. Samantha asintió.
—En realidad, cada tecnología que hemos obtenido cambiará el
mundo de forma radical. El costo de vida también se reducirá enormemente
gracias al avance tecnológico. Una computadora llegará a costar lo mismo que la
comida de un día —explicó Samantha—. En cuanto los sintetizadores de alimentos
estén operativos, no necesitaremos plantar diferentes cultivos. Usaremos la
planta que aporte la mayor cantidad de biomasa, y a partir de ahí obtendremos
todo lo demás, siempre que tengamos materia orgánica —concluyó.
Daniel hizo una mueca. Su expresión era de repulsión.
Samantha no entendió su reacción.
—No es nada… solo me hiciste recordar un asunto muy
desagradable que se planteó en la reunión —dijo Daniel. Lo que había escuchado,
relacionado con los sintetizadores, claramente lo había perturbado.
—Lo siento, prefiero no saberlo —se apresuró a decir
Samantha. Ella sabía que los Aschen eran unos genocidas. No al mismo nivel que
los goa'uld, pero cerca.
No quería imaginar lo que podrían hacer con una tecnología
como los sintetizadores de biomateria. Las posibilidades eran infinitas… y
también grotescas. Era mejor no pensarlo.
—Sam, estaba pensando que, después de estas negociaciones,
voy a necesitar vacaciones. Thor nos ha informado que se está organizando una
expedición para ir en busca de los Alterans, que según Korr, están en la
galaxia Pegasus. Supongo que la Tierra también enviará a algunos diplomáticos
para conocerlos. Después de todo, según Korr, se supone que ellos nos crearon,
o sembraron la semilla para que naciéramos en este planeta —comentó Daniel.
—Daniel, por ahora no pienso ir a ningún lado. Este es el
mejor momento para cualquier científico en la Tierra: una era dorada para el
desarrollo tecnológico —dijo Samantha. Daniel suspiró.
—Jack dice que pronto formaremos una federación y que nos
invitará a su nave Enterprise, para explorar donde ningún hombre ha ido jamás
—dijo Daniel.
Samantha sonrió. Él ya estaba preparando los papeles para su
traslado, pero muchos aliados se oponían a que el general O'Neill dejara su
puesto en el Comando Stargate, que servía de enlace con los miembros de la
alianza. Siempre discutía con Omoc y molestaba a Lia, pero todos confiaban en
que, en cualquier negociación, él actuaría con honor. Era un digno sucesor del
general Hammond, y no querían perderlo.
Pero el general O'Neill detestaba el papeleo. Su sueño
siempre fue tener una nave y llamarla Enterprise. Samantha sacudió la cabeza.
—Dudo que la alianza pueda retenerlo mucho más… —Sam
interrumpió sus palabras porque se dio de cuenta de algo—. Estás huyendo —dijo
Samantha, y Daniel se encogió de hombros.
—Maybourne me insinuó hace un par de días que, cuando Jack
deje la base, tal vez cambien al representante de la Tierra por un civil. Ya no
se discuten temas de una guerra secreta, sino asuntos diplomáticos. Sam, mi
trabajo no es la diplomacia. Soy arqueólogo. Estudio culturas, historias y
costumbres —se quejó Daniel—. No… me voy con los Asgard a buscar a los
Antiguos. Quizás en la misma nave de Jack. Quién sabe —añadió.
Samantha asintió. Ella ya había solicitado su traslado al
Área 51, donde se llevaba a cabo la mayoría de las investigaciones de punta en
física y tecnología aeroespacial de la Fuerza Aérea.
—Suerte —le dijo Sam.
—Aún me falta preguntarle a Teal'c, pero él está ocupado con
la alianza jaffa. Al parecer, que la alianza le haya confiado la mitad de los
Ha'tak entregados a los jaffa por su ayuda en Dakara, lo convirtió en un líder
prominente dentro de la Alianza Jaffa Libre. Los jaffa son simples en su
elección de líderes, pero entre Teal'c y el maestro Bra'tac, creo que pueden
llevarlos a crear su propio lugar en la galaxia —dijo Daniel.
Después de la batalla de Dakara, la Tierra recibió mil
Ha'tak, ya que eran quienes poseían los mayores ejércitos y podían emplearlos
para mantener la paz en la galaxia. La Tok'ra, los Tollan y los jaffa se
dividieron las otras quinientas, ya que los Nox no querían naves de guerra.
A los jaffa se les asignaron cien Ha'tak: cincuenta quedaron
en manos de Teal'c y los otros cincuenta, en manos de Bra'tac, lo que los
convirtió en los líderes naturales de la Alianza Jaffa Libre, y los ha
mantenido ocupados hasta el día de hoy.
—Debe de estar muy ocupado. Además, escuché que su hijo se
casará dentro de poco —comentó Samantha.
—Quizás quiera una boda en otra galaxia —bromeó Daniel.
Samantha sonrió, recordando que Teal'c les había insinuado
que no estaba en buenos términos con su futura nuera.
—Suerte con eso —dijo Sam, y volvió a concentrarse en
analizar las tecnologías Aschen, buscando si había algo que pudiera resultarle
útil.
---
Korr lanzó fuegos artificiales, y todos en el servidor y en
su gremio empezaron a felicitarlo cuando alcanzó el nivel cien con su personaje
principal.
Un mes atrás se había lanzado una nueva actualización del
juego, con un aumento de nivel y tres nuevos mapas. Korr fue el primero en
llegar al nivel cien, tras pasar los últimos tres días subiendo de nivel sin
descanso. Incluso se había saltado las cacerías de jefes…
Korr frunció el ceño al ver dos mensajes del servidor. Estos
mensajes eran artículos de pago.
Korr había retirado de la tienda todo el equipo relacionado
con el dinero real: armaduras, joyas de enlace, objetos especiales… Solo había
dejado elementos cosméticos como objetos pagos: cambios de apariencia, mensajes
al servidor, cambio de nombres, etc.
Eso quería decir que quienes lo felicitaban con mensajes al
servidor habían usado dinero real para hacerlo.
Pero lo importante no era eso… sino los nombres de los
personajes que lo estaban felicitando.
El primero era Baal y el segundo, Morrigan. Sus mensajes
también daban pistas sobre su identidad, ya que decían: «Felicidades, Señor Supremo».
Korr abrió comunicación con ambas cuentas y les envió una
invitación de alianza. Ambos aceptaron y, una vez estuvieron en su party, Korr
los convocó a su lado. Estaba jugando junto a 00, que se había creado un
personaje oráculo para apoyar a su guerrero.
—Baal, Morrigan… ¿qué hacen aquí? —preguntó Korr.
Por lo que veía, ambos usaban personajes nuevos, aunque ya
eran nivel 99 y llevaban equipos completos: armaduras, armas y accesorios. Esto
no era raro, ya que, aunque el juego no vendía este tipo de objetos
directamente, muchos jugadores sí lo hacían. Había gente que vivía de eso:
obteniendo o fabricando objetos para venderlos a personas adineradas como estos
dos señores del sistema, que seguramente ni siquiera negociaron nada. Eran tan
ricos que daban asco.
—Me interesaba ver este juego —dijo Baal por el chat de la
alianza—. Estuve investigando en internet y me enteré de que era creación de
nuestro Señor Supremo, y el juego insignia de su compañía. También supe que
pronto será el primer juego de realidad virtual inmersiva.
—Yo también tenía curiosidad —añadió Morrigan.
—¿Les cerraron las empresas que intentaron formar en la
Tierra? —preguntó Korr.
—Sí —admitieron ambos sin dar más vueltas.
Korr haría lo mismo si estuviera en el lugar de los
gobernantes de la Tierra. Estos dos eran demasiado sospechosos.
—Simplemente inviertan en algo que los gobiernos no vean
como una amenaza potencial. Nada de televisoras, empresas de
telecomunicaciones, redes sociales o películas. Inviertan en comida, moda… o
videojuegos. La verdad es que necesito algunas empresas filiales…
Korr les explicó a sus vasallos cómo hacer negocios en la
Tierra sin levantar sospechas, y cómo crear filiales para su compañía de
juegos, de modo que empezaran en un sector seguro.
La Tierra tenía un encanto natural para los goa'uld, porque
los humanos eran igual de hedonistas que ellos, y una parte importante de sus
motivaciones estaba ligada al placer.
Los goa'uld buscaban complacer cada uno de sus sentidos: lo
visual con la pintura, la escultura y otras artes; lo auditivo con la música;
lo gustativo con la comida; lo sensorial con masajes, sexo y muchas otras
cosas.
Todo eso se encontraba en la Tierra, y en cantidades
abrumadoras. Era un paraíso para cualquier goa'uld. Pero ningún gobierno
terrícola permitiría que un goa'uld ganara influencia en sus círculos
políticos, del mismo modo que Korr no permitía que los humanos ganaran poder
dentro de su imperio.
Después de aconsejar a Baal y Morrigan sobre inversiones
seguras en la Tierra, Korr se desconectó del juego. 00, que jugaba a su lado,
se levantó y se acurrucó contra su pecho.
Korr buscó el informe que le había enviado 01, quien ya
regresaba de la galaxia Pegasus, después de reinstalar a los Alterans en
Atlantis y negociar la paz con los Wraith.
Tras pasar unos años —que para los Wraith habían sido
siglos— disfrutando de las "comodidades" de las bodegas de la bionave, habían
aprendido el valor de la paz y aceptado la propuesta de Korr con la debida
humildad.
Los Wraith también aprendieron a producir su propio alimento
sin necesidad de matar a nadie. Algunos se rebelaron, pero Korr tenía un plan
para ellos: los haría dormir por unas cuantas décadas y luego los despertaría
para preguntarles si querían aceptar el trato… o seguir durmiendo.
Con eso, los asuntos en la galaxia Pegasus podían
considerarse resueltos. Al conseguirles una fuente de alimento, se eliminaba el
centro del conflicto entre los Wraith y los habitantes de esa galaxia, ya que
su única motivación era alimentarse.
Los Wraith no ansiaban gobernar como los goa'uld, ni tenían
vicios de poder o control.
Los Aschen también estaban casi resueltos, o lo estarían
pronto. Encerrarlos en su mundo sin recursos había hecho maravillas con su
disposición diplomática.
Solo quedaban los Ori, pero Korr ya tenía el tesoro de
Merlín guardado, y nadie pondría las manos sobre el artefacto de comunicación
con su galaxia.
Con la conquista de Korr sobre otras galaxias, los Ori
eventualmente sabrían de él. Pero cuando llegaran, no se encontrarían con una
galaxia envuelta en anarquía, sino con una región organizada, con ejércitos
masivos y una estructura sólida.
Para cuando eso ocurriera, Korr ya habría encontrado a
Merlín, y tendría las armas necesarias para amenazarlos. Si se atrevían a poner
un pie en alguna de sus galaxias… serían ellos los que terminarían invadidos.
Por todo esto, Korr pensaba esperar cien años. Si los Ori no
venían, él mismo idearía un plan para atraerlos. Y cuando llegaran los Priores
y fracasaran las negociaciones de paz, declararían la guerra… y sería el fin de
los Ori.
Lo único que le quedaba por hacer ahora era aumentar el
número de ascendidos en su galaxia. Korr tendría que crear un plan de propaganda para
atraer a los abraza-árboles de toda la galaxia y enseñarles a ascender.
---
03 leía un libro, sentado en el puente de su bionave, que
permanecía en la Tierra. No estaba allí para vigilar en caso de problemas, sino
porque estaba de vacaciones y tenía un permiso diplomático para estar en el
planeta.
Frente a él, se materializó una mujer hecha de luz, y 03
sonrió.
—Ellos no están felices con lo que has hecho —dijo Oma
Desala.
—Es curioso… la felicidad o infelicidad de los ascendidos no
me parece un asunto importante —respondió 03 con sinceridad.
Oma Desala también sonrió.
—El futuro es… interesante —dijo, y 03 miró hacia el frente,
donde el tiempo y el espacio parecieron mezclarse.
03 vio batallas y guerras… pero también salvación, esperanza
y paz.
—Yo diría que es apropiado —dijo 03, mientras a un lado de
Oma Desala aparecía otra mujer, de cabellos y ojos negros.
—03, debes dejar de interferir con el plano mortal…
03 la interrumpió levantando la mano.
—Señora, no la conozco. Y si cree que no se debe interferir
con el plano mortal, es libre de irse. Porque yo aún no soy un ascendido —dijo
03.
—Sabes bien lo que quiero decir —replicó la mujer.
—No, la verdad es que no lo sé. Hace poco ustedes mismos me
dijeron que el futuro era variable e impredecible, que no debía interferirse ni
apostarse por él. Pero ahora parecen contradecirse.
»Lo único que he hecho es proteger las vidas que ustedes
estaban dispuestos a desechar. Cualquier otra cosa no tiene que ver conmigo
—añadió, señalándole la salida.
La mujer no parecía querer obedecer, pero de las corrientes
del tiempo, alguien sopló… y ella salió despedida como una hoja azotada por una
tormenta.
—Tu yo futuro no parece tener demasiada paciencia —dijo Oma
Desala, alzando una ceja.
—Sospecho que esa mujer planea ponerse algo insistente
—respondió 03, encogiéndose de hombros.
Por supuesto, 03 ya sabía que los ascendidos no le habían
ayudado. Su ayuda venía de él mismo. Lo que los ascendidos temían no era a
Korr, que seguiría aferrado al plano material por la eternidad, sino a 03, que
eventualmente ascendería… y si el plan de Korr se concretaba, él obtendría
todos los beneficios del lado de los ascendidos.
03 puso los ojos en blanco. Nunca le interesó el poder, pero
si con eso podía evitar que estos supuestos "imparciales" siguieran metiendo
sus narices para causar desastres —como ya lo habían hecho con Anubis—,
entonces no se resistiría a ascender.
Aunque tampoco tenía prisa: 03 se sentía muy cómodo tal y
como estaba.
—Oma Desala, hay muchas personas en esta galaxia que están
preparadas para otro nivel de existencia. ¿Te gustaría recibir mi protección y
servirles de guía? —preguntó 03, alzando una ceja.
—Pensé que para esos asuntos debía hablar con tu yo del
futuro —respondió ella.
—Esos son procedimientos burocráticos. No son necesarios
para las personas de bien —dijo 03. Oma asintió, y él hizo que la nave
materializara un asiento para ella.
—03, ¿por qué has apoyado este desarrollo de los
acontecimientos? —preguntó Oma Desala, sentándose.
03 miró a lo lejos.
—Nunca he estado de acuerdo con esa teoría de que el bien y
el mal no existen. Pero sí creo que los límites entre ambos no son claros, o
mejor dicho: ambos son parte de la vida. Siempre ha sido así, y así será.
»Cuando eso cambie, la vida dejará de llamarse vida… y
pasará a ser solo un conjunto de máquinas de lógica absoluta, siguiendo normas
y leyes sin alma.
»Los goa'uld son ambiciosos y codiciosos. Pero esto puede
usarse a favor de la vida, si tienen la guía correcta… como ocurre en esta
galaxia.
»Los ascendidos se niegan a permitirlo, porque lo que
realmente temen es que esto se convierta en una amenaza para ellos.
»Si se trata de mantener su seguridad, actuarán. Si no lo
es, pueden dejarlo pasar. Y en ocasiones, si por casualidad les interesa,
intervendrán.
»Antes dijeron que intervinieron en el caso de Anubis porque
los planes de Korr de expandirse a otras galaxias eran intolerables. Pero
hace miles de años, los replicadores salieron de la Vía Láctea e invadieron
otras galaxias. La de los Asgard es un ejemplo: estuvieron a punto de ser
exterminados junto a toda su civilización. Muchas galaxias cercanas corren el
mismo peligro.
»Y eso solo aumentará con el tiempo. Los replicadores nunca
detendrán su avance. Y en comparación con los goa'uld —que al menos quieren
gobernar—, los replicadores son el fin absoluto de toda civilización avanzada.
Aun así, los ascendidos nunca intervinieron. ¿Por qué? Porque los replicadores
jamás serían una amenaza para ellos —explicó 03.
—Algunos de nosotros sí quisimos intervenir —dijo Oma
Desala, con pesar.
—Pero no lograron hacerlo. Y ese peligro, a escala
universal, campa a sus anchas… al menos hasta que los señores del sistema los
purguen de sus nuevos territorios —dijo 03 con una sonrisa, y le ofreció un
libro.
—Los goa'uld están interesados en el mundo cinematográfico.
Pero yo prefiero los libros. Este es uno de mis favoritos… trata sobre los
principios de la vida.
—¿La Fundación? —preguntó Oma Desala, leyendo el título.
03 asintió.
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Nota del autor 1: ¡Hola a todos! Este es el capítulo final
de la saga goa'uld. Después de esto sigue la saga Ori, pero aún no la he
escrito. Como los Ori no me entusiasman demasiado, puede que tarde bastante en
escribir la siguiente temporada. Quizás la continúe cuando me aburra de otras
historias.
Nota del autor 2: Si alguien tiene preguntas o dudas sobre
algún punto de la historia, puede dejarlas en los comentarios. Como ya saben,
no me gusta sobreexplicar las cosas en la narración, porque escribo para los
fans de la serie original, que ya conocen ciertos conceptos básicos del mundo
de Stargate.